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Historia Periodico Excelsior


Enviado por   •  5 de Junio de 2014  •  11.898 Palabras (48 Páginas)  •  481 Visitas

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A Porfirio Díaz se le atribuye el apoyo para la apertura del periódico El Imparcial, fundado en 1896 por Rafael Reyes Espíndola.

El Imparcial contó con las primeras rotativas del país, así como los primeros linotipos, excelente infraestructura que le sirvió para publicar las revistas El Mundo y El Mundo Ilustrado.

No obstante el diario se vio en la necesidad de cerrar el primero de octubre de 1916, de esta manera el constitucionalista Félix F. Palavicini funda El Universal, único precursor del periódico Excélsior fundado el 18 de marzo de 1917 por Rafael Alducín.

Para fortuna de la naciente publicación, participaron en la aventura personas talentosas. En pocos meses, Excélsior ganó el favor del público lector; desafortunadamente, a los siete años de su fundación, a la edad de treinta y cinco años, falleció Rafael Alducin. A su muerte, y bajo la dirección de sus familiares,específicamente su esposa vende el periódico, Excélsior haciendo que transitara por una ruta azarosa de acciones y anhelos fallidos.

Como resultado de una política editorial oscilante y corrompida, quedó preso entre las pugnas de los políticos, situación que finalmente obligó a la empresa a declararse en quiebra financiera. La consecuencia de tan aciago destino dejó en el ánimo de los trabajadores sólo desesperanza y ansiedad por un porvenir incierto. Sin embargo, junto con trabajadores de redacción y administración, los tipógrafos formaron en la etapa adversa un entretejido de voluntades que trocaron la desesperanza en el inicio de una aventura que vinculó a los 248 trabajadores en una organización inédita en la rama de artes gráficas: una sociedad cooperativa.

COOPERATIVISTAS DE EXCÉLSIOR: TRABAJO COOPERATIVO

El trabajo cooperativo tiene la finalidad prioritaria e indiscutible de allegarse los medios suficientes para que el trabajador solvente sus propias necesidades y las de su familia, en igualdad de circunstancias. En el caso específico de Excélsior, es evidente que por la propia naturaleza de la obra a que la labor de los socios convergía, adquiriese responsabilidades que lo vinculaban a compromisos que iban más allá de los afanes de utilidad monetaria para trascender en el cumplimiento de un destino aceptado, sin embargo pese a este esquema de trabajo:

Fue hasta el 11 de marzo de 1924 que se designó como director y subdirector generales de Excélsior a Gilberto Figueroa y Rodrigo de Llano; con ellos al mando la mayoría de los colaboradores de las páginas editoriales, adictos a la política estadounidense, combatían con tenacidad cualquier asomo de izquierdismo. Al mismo tiempo, en los siguientes años, México se encontraba en un evidente deterioro económico, político y social.

Con el advenimiento de esta nueva forma laboral se instauró en el grupo una fe solidaria basada en una honesta conciencia individual. Y bajo este expediente se inició la etapa heroica de la sociedad cooperativa, que en pocos años se consolidó como la primera institución periodística de influencia nacional, bajo la dirección inteligente y firme de dos personajes que con el tiempo se volvieron míticos: don Gilberto Figueroa y don Rodrigo de Llano.

Don Gilberto, hombre de origen humilde, oriundo de Puente de Ixtla, Morelos, contador público, de naturaleza franca y bondadosa, pronto instauró un liderazgo moral cuasi religioso. Hombre inteligente, organizó la administración de la cooperativa con una eficiencia ejemplar que en poco tiempo se consolidó como una empresa próspera con una gran estabilidad contable y financiera. Don Rodrigo, originario de Monterrey, en su juventud fue reportero y, posteriormente, jefe de información del Imparcial. En 1914 fundó una agencia de publicidad en Nueva York. El 11 de marzo de 1924 fue designado director de Excélsior.

No obstante, mantuvo su agencia de publicidad durante muchos años; se ausentaba de Excélsior seis meses de cada año para atender su negocio. Personaje hosco, dispar del propio espíritu popular de la cooperativa, ajeno casi siempre de los avatares cooperativos, de una ajenidad casi aséptica, tuvo sin embargo la virtud de implantar en la redacción del rotativo una técnica moderna de redacción y una estricta disciplina reporteril que, sin duda, constituyeron el cimiento que consolidó a Excélsior como la institución periodística más importante en el país.

En las horas de producción, los talleres de la cooperativa se convertían en un recinto de laboriosidad animada y dialogante entre elementos de redacción y de talleres. Excélsior era un orgullo, un anhelo y un destino para los trabajadores. Durante los treinta años que duró el caudillaje de don Gilberto y don Rodrigo, la cooperativa navegó aparentemente bajo una genuina vida igualitaria y fraterna.

La verdad es que se había constituido un autoritarismo soportado por dos lógicas y dos centros de poder que generaron cada cual una cauda de favorecidos. La política editorial de don Rodrigo se conducía bajo una directriz equilibrada pero convenenciera y domesticada. La mayoría de los colaboradores de las páginas editoriales, adictos a la política estadunidense, combatían con tenacidad cualquier asomo de izquierdismo. La mayoría de los reporteros gozaban de privilegios concomitantes a su trabajo pues, a más de su paga semanaria, buena parte de ellos disfrutaba de las prebendas económicas que el aparato corruptor del sistema otorgaba. Una minoría dorada se distinguió siempre por su inflexible honestidad y fue, sin duda, el semillero que generó el nuevo Excélsior. Con un apacible y simulado conformismo. Transcurrió así la segunda etapa en la vida del periódico.

En 1962 muere Gilberto Figueroa y Jesús García llegó a la gerencia. Pocas semanas después en 1963 Rodrigo de Llano murió.

A la muerte de Gilberto Figueroa, en 1962, se advirtieron presagios de turbulencia. Las ambiciones soterradas se habían desatado y con ellas la intriga y la calumnia. Con la animadversión de más de la mitad de los socios y bajo la presión de don Rodrigo, Jesús García llegó a la gerencia. Hombre gris de una animosidad torva, cometió innumerables errores a causa de los cuales recibió una jubilación forzada. A unas cuantas semanas de la muerte de don Gilberto, en enero de 1963, Rodrigo de Llano murió. La asamblea de socios eligió por aclamación nuevo director a Manuel Becerra Acosta, de ochenta y tres años de edad. Becerra Acosta, con una amplísima experiencia periodística —asesorado por Julio Scherer— nombrado a la sazón su auxiliar, dio un giro significativo a Excélsior. Con la designación de colaboradores de excelencia en las páginas

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