Identidad Nacional
cubanit_1915 de Enero de 2012
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ESCUELA NORMAL REGIONAL DE LA MONTAÑA.
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN PRIMARIA INTERCULTURAL BILINGÜE.
HISTORIA Y SU ENSEÑANZA I
(La historia como identidad nacional)
POR:
Omar flores castillo
(CUARTO SEMESTRE). 402
ASESOR: DIONISIO RODRÍGUEZ RAMÍREZ.
TLAPA DE COMONFORT GUERRERO, A 13 DE ENERO DEL 2012
En este tema Meyer se refiere que la identidad nacional, es lo que individualiza a las naciones en el contexto del mundo y que les da un modo de ser, particular, a sus hombres y mujeres. Vista así la identidad nacional viene a ser, pues, una proyección cualificada de las identidades individuales, lo mismo que la de todo un continente es el efecto de la expresión armónica de sus respectivas naciones culturales. Quien dice identidad nacional dice historia, la cual nos identifica como nación, como surgió, y los cambios políticos y sociales que la hicieron lo que hoy conocemos. El olvido, hasta el error histórico son un factor esencial en la formación de una nación y por lo tanto, el progreso de los estudios históricos es, muchas veces, un peligro para la nacionalidad. Falsa responsabilidad social.
En la historia todo es tesis, en donde nos colorean algunas escenas, siempre repetidas que hacen de nuestro pasado y de nuestro común futuro un destino, esos libros de historia son falsos y sin embargo presentan una “verdad irresistible”. Cada nación tiene su mentiroso y admirable Lavisse. Un ensayo de objetivación de una historia nacional mitologizada puede provocar reacciones violentas y reveladoras de pánico. Así pues, los programas de estudio y los libros de texto persisten en su ser, cruelmente nacionalista y mentiroso. cada persona recibe una educación, de la familia, escuela, de un grupo; cada persona necesita ser reconocida, pertenecer, compartir un destino común y es un principio esencial de la legitimidad política. La historia puede ser una ficción, dado de que se la considere como esencial para la creación y la conservación de la identidad nacional. Hacer soñar, emborracha a los pueblos, les engendra falsos recuerdos, exagera sus reflejos, mantiene abierta sus viejas llagas, los atormenta en su reposo, los conduce al destino de grandeza o de persecución, y vuelve a las naciones amargadas, soberbias, insoportables y vanas. Nietzsche y a Valery: los pueblos felices no tienen historia, el olvido es una bendición que quiere corromper la historia.
Quieren que la masa se identifique con personajes maravillosos del pasado, hombres, mujeres, niños héroes, muertos (hay que huir de la historia demasiado contemporánea) pero siempre vivos. La verdadera responsabilidad social.
El historiador profesional puede luchar sinceramente para mejorar los libros de texto y acaba convirtiendo a nuestro pasado en campo siempre fértil en la cosecha de malos mexicanos.
Desconocer las flaquezas de los héroes para hacer de ellos figurones acartonados que ya nada pueden comunicar al corazón, no conceder, en cambio, ni un ápice de buenas intenciones, de abnegación y patriotismo a hombres y mujeres eminentes que abrazaron causas históricamente equivocadas o perdidas, predicar, en suma, como evangelio patrio, un desarrollo histórico fatalmente predestinado al triunfo de una sucesión de hombres buenos .Enrique Krauze tomó al pie de la letra las recomendaciones de Luis González para acabar con la “historia de bronce” y las de don Edmundo para amar verdaderamente e históricamente a la patria. México no ha logrado reconciliarse con su pasado: por eso vive en la mentira o, mejor dicho, en la verdad a medias.
La historia puede también ser “maestra de vida” y, como tal, factor positivo de la identidad nacional, si es capaz de rescatar la voz de los “vencidos”
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