Jiménez De Quesada

Gonzalo Jiménez de Quesada:

UN ABOGADO CONQUISTADOR

DE LA NUEVA GRANADA

                                                                                                Fabio Solano

                                                                                    solanofabio@hotmail.com

*Llegó como Justicia Mayor de Santa Marta y terminó dominado a los chibchas para luego fundar Santa Fé de Bogotá, además de perseguir  infructuosamente el mito de El Dorado

Llevaba 400 soldados, ocho curas y mil quinientos indios. Regresó con 25. Habían pasado cinco años y todavía le daba vueltas al tema todos los días al atardecer, cuando el sol decaía y el frio comenzaba a penetrar los resquicios de su arrugada piel. Tenía más de 75 años y, en su mente, el anciano aun se paseaba por la posibilidad de otra aventura. Creía que aun podría salir a enfrentar al destino. Siempre lo había hecho, desde que partió en aquella expedición siendo un tenientillo. Vaya si había corrido agua por aquellos ríos de la planicie desde esos días. Ahora estaba dedicado a escribir sus historiales, pues no quería que otros asumieran su vida, falsificando la verdad como sucedía muchas veces. Era el Mariscal Don Gonzalo Jiménez de Quesada y Rivera, fundador de Santa Fé de Bogotá, explorador y conquistador del territorio de Nueva Granada y fracasado perseguidor del sueño colectivo llamado El Dorado. Esa fue la única derrota en su haber de conquistador, justamente por la cual  ahora vivía en esta casa de campo, la cual, gracias a Dios, tuvo a bien construir en sus mejores tiempos.

¿Quién en su familia cordobesa se podría haber imaginado siquiera que el joven empleado de la Cancillería Real se embarcaría en una aventura, como Justicia Mayor en el Nuevo Mundo? En ese viaje y en los hechos posteriores,  en poco tiempo aprendió mucho mas de la política que en su pasantía de la Corte. Vio como la naturaleza humana se imponía sobre la racionalidad. Había llegado a Santa Marta bajo el mando de un gobernador, cuyo hijo se robó los tesoros de la expedición y huyó a España en un navío. “Fue así como terminé como Adelantado de una expedición destinada a reconocer el nuevo territorio, y luego me hice muy rico con el oro y las esmeraldas de los chibchas. Pero el triunfo no me valió de mucho en España, pues allá prefirieron darle mando al Belalcazar, uno venido del sur. También conocí a un alemán engreído llamado Felipe de Hutten, quien venía desde Venezuela. Ambos fueron dos piedras atravesadas en mi camino. Afortunadamente algo me reconoció el Rey y tuve tierras, indios, y riquezas”.

Pero el gusanillo de la aventura le picó una vez más. La quietud de hacendado no estaba en sus planes. “Por eso, a pesar de mis 70 años, me fui a buscar El Dorado, igual que hizo mi hermano Pedro, 28 años atrás. Solo que yo tomé otro camino, y terminé cerca del Orinoco, más muerto que vivo. El fracaso no sólo hundió mi prestigio,  sino también mi bolsa: En esa quimera dejé  a mis amigos muertos y a medio enterrar en el monte, y más de doscientos mil duros, los cuales nunca volverán”. De pronto las disquisiciones del señor de Suesca se vieron interrumpidas por voces de alarma que se oían acercándose  a la casa de campo: “¡Señor,  señor! Venimos a pedir vuestra ayuda. Los indios Gualies se alzaron con un cacique criado por nosotros mismos. Os rogamos, Gran Mariscal, que toméis el mando. Vos sois el único capaz de someterlos”.

EL DESTINO

La vida de Gonzalo Jiménez de Quesada y Rivera, la cual  no fue precisamente corta pues murió a los 79 años, es una muestra de cómo el destino coloca a los hombres en la historia, en una especie de ruleta de la suerte. El fundador de Santa Fé de Bogotá y explorador del territorio de la Nueva Granada nació no se sabe dónde: Algunos dicen que en Granada y otros en Córdoba, en el reino de España. En cuanto a la fecha, solo se conoce que fue entre 1496 y 1500. Su padre, Luis Jiménez de Quesada, era juez especializado en juzgar moros y el primogénito decidió seguir la carrera de Derecho. Al culminar sus estudios consiguió entrar a la Cancillería Real y se avizoraba como un futuro cortesano. Pero resultó que Gonzalo gustaba de la aventura, y como era el momento efervescente del Nuevo Mundo, descubierto por Colón en 1492, buscó la manera de viajar allá.

Un buen día Gonzalo, ya cercano a los 40 años de edad,  consiguió el puesto de Auditor y Justicia

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