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La ESPIRITUALIDAD DEL PERIODO ABORIGEN


Enviado por   •  21 de Mayo de 2014  •  1.718 Palabras (7 Páginas)  •  1.826 Visitas

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Los ritos funerarios tienen un significado claramente religioso, ya que son, en primer lugar, una respuesta elaborada a la constatación del hecho de la muerte -una reflexión trascendente- y una exaltación de la memoria de los muertos.

El culto a los muertos de las comunidades humanas primitivas implica la presencia de la conciencia de la muerte, probablemente la creencia en los espíritus de los muertos y en una comunidad de difuntos, y casi con toda seguridad, una concepción de la muerte como una prolongación de la vida con unas necesidades más o menos similares a ésta.

Los enterramientos rituales prehistóricos, en los que se ataviaba al difunto con su ajuar, adornos y los atributos de que había gozado en vida, debían de tener ese significado, si no nos empeñamos en creer que sus coetáneos quisieran enterrar con el difunto todo rastro o recuerdo que de alguna manera prolongara la memoria de su presencia entre los vivos; de hecho, todavía nosotros adornamos a nuestros difuntos de esa manera siempre que es posible.

Por cierto, los adornos más usuales debieron de ser los dientes de animales, las conchas y, sobre todo, los caninos de ciervos, éstos tan apreciados que hasta se hicieron imitaciones talladas en cuernos de reno, como se descubrió en un enterramiento de Arcy-sur-Cure, en Francia.

Que algún tipo de culto o trato ritualizado a los muertos fuera ya una realidad en la prehistoria espiritual de nuestros antepasados remotos es un hecho constatado por el hallazgo y estudio de los cadáveres primitivos depositados en las fosas, tendidos o muchas veces en posición fetal, y según rituales tan diversos y tan diversamente emocionales como lo puedan ser hoy en día en las dispares culturas que subyacen a la especie humana común.

En el yacimiento de Sungir, cerca de Vladimikov, en Bielorrusia, bajo una gran losa de piedra sobre la que se había colocado un cráneo de mujer apareció el cadáver de un hombre de unos cincuenta años que había sido depositado, en el momento de su enterramiento, sobre un lecho de brasas incandescentes; veinte brazaletes hechos con colmillos de mamut cubrían sus brazos y sobre su pecho se había colocado un collar de dientes de zorro y un colgante de piedra.

En Grimaldi (Liguria, Italia) existe la llamada Cueva de los Niños, donde se encontraron los restos de una mujer adulta y de un adolescente. La posición forzada de los esqueletos indica que fueron enterrados juntos, metidos en un saco de cuero: ¿una historia de sentimientos proyectada al más allá? Sí, en cualquier caso y bajo cualquier interpretación, novelesca o no.

En la necrópolis de Bögenbakken, en Dinamarca, fechada en el 5300 antes de nuestra era, se encontró una doble tumba que contenía el cadáver de una mujer muy joven y, a su lado, el de un recién nacido varón que reposaba sobre un ala de cisne.

Otro hallazgo sobrecogedor fue el del enterramiento triple descubierto en una fosa poco profunda en Dolni-Vestonice (Checoslovaquia), con los restos de tres individuos de entre 17 y 23 años. Todos estaban orientados con la cabeza hacia el sur. El del centro correspondía a una mujer con graves malformaciones y con vestigios de un feto en las proximidades de su pelvis. El de su izquierda, depositado boca abajo, tenía uno de sus brazos apoyado en la joven, como si estuviera protegiéndola. Tanto él como su compañero, colocado al otro lado de la mujer, presentaban signos de muerte violenta. En el momento del enterramiento, la estructura había sido cubierta con maderos y posteriormente incendiada y cubierta con tierra.

Los primeros cementerios

En el Neolítico, a partir del octavo milenio antes de nuestra era, se fueron imponiendo las sepulturas colectivas, situadas en zonas alejadas de las aldeas, al modo de nuestros cementerios.

En lugares tan dispares como Biblos (Fenicia, cerca del actual Beirut), el Tigris medio o la meseta de Irán, los cadáveres se enterraban en grandes tinajas de cerámica común, pero de grandes dimensiones, como las utilizadas para almacenar el grano. También hubo, sobre todo en una amplia zona de la Europa central, sepulturas individuales, rodeadas o cubiertas de losas, o señalizadas por túmulos de grandes piedras.

Y la creencia en el más allá se tradujo cada vez con mayor firmeza en el incremento de la riqueza de las ofrendas y los ajuares funerarios.

El culto a los muertos se constata progresivamente, hasta el inicio de la historia propiamente dicha, en los rituales de conservación de los cráneos, práctica de la que se tiene constancia en Jericó (Palestina) y en Hacilar (Anatolia). Se han encontrado cráneos alineados sobre piedras llanas, posiblemente expuestos a la veneración de los vivos.

Estas y muchas otras inquietudes aparentemente funerarias culminaron con la construcción de grandes moles pétreas, llamadas megalitos (como los menhires, los dólmenes o las alineaciones pétreas de Stonehenge) cuyo origen y significado todavía no son plenamente conocidos, pero que, en cualquier caso, constituyen los primeros monumentos funerarios que fueron construidos por la mano del hombre y que han llegado más o menos intactos hasta nuestros días.

Ashdown: Localidad británica, en Berkshire, donde se conserva un enorme complejo megalítico con más de ochocientos megalitos situados en un paralelogramo de 250 por 500 metros de lado.

Bachler, Emil: Estudioso suizo que investigó las cuevas de Drachenloch y Wildenmannlisloch, donde se hallaban enterramientos de huesos de oso. Ello demuestra que, al igual que algunas culturas de cazadores árticos, el ser humano daba sepultura ritual a los animales que le servían de sustento, probablemente para garantizar su regreso a

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