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La Etica De Jesus


Enviado por   •  9 de Diciembre de 2012  •  2.935 Palabras (12 Páginas)  •  1.085 Visitas

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LA ETICA DE JESUS

LA ÉTICA DEL REINO DE DIOS.

1. La ética de Jesús.

La ética de Jesús está basada en el núcleo de su mensaje, que es el anuncio del comienzo del reino de Dios (Mc.1:15).

El reino de Dios se hace presente y se puede experimentar en toda la actuación de Jesús (Mt.11:5). Él introdujo cambios para adecuar el reino de Dios sin perder lo esencial de la Palabra, es decir, en lo fundamental fue intransigente y en lo secundario fue tolerante.

La presencia de este reino de Dios no está ligada ni a épocas, ni lugares sagrados, ni tampoco a una ideología determinada.

La conducta de Jesús, mejor dicho sus acciones, es una manifestación y una señal de esta irrupción divina. De ahí que su comportamiento (praxis) en favor de los pobres, pecadores, desheredados, marginados y humillados, sea consecuencia de hacer suyo los problemas de estos sectores sociales. Esta actitud de Jesús hace creíble la llegada del reino de Dios, como la venida del amor de Dios y de la justicia.

Las bienaventuranzas son una promesa salvífica escatológica a los pobres, a los despreciados, a los que lloran, a los que sufren y a los necesitados de amor. Ellos son los marginados desde el punto de vista religioso, sociológico y político. Los criterios y reglas del mundo no los incluyen porque no tienen nada y no valen nada, y es en esa situación que lo único que tienen es el amor de Dios, a ellos se les ofrece el reino de Dios como salvación (Lc.6:20).

Es esta conducta ética de Jesús la que evidencia la misericordia de Dios puesta en práctica y que ha de ser la base y el fundamento del comportamiento misericordioso que debe existir entre hombres y mujeres.

2. Llamamiento y discipulado.

Jesús en todo su ministerio hace una invitación a todo ser humano, en nombre de Dios, a pertenecer a este reino de Dios. Esta invitación lleva implícito un llamamiento y una exigencia. La respuesta exige una nueva actitud tanto del hombre como de la mujer. Sin duda que esta nueva actitud conlleva conversión, es decir, un cambio de dirección y reorientación. Es una nueva oportunidad para pertenecer a esa nueva realidad salvífica y hacer la voluntad de Dios. Este cambio no es un concepto meramente intelectual, sino un cambio radical de la actitud, de la intención y de la voluntad, para involucrarse en la tarea de Jesús (Mc.1:17).

Vocación y misión, llamamiento y discipulado van de la mano.

Es claro que esta conversión implica la vuelta total a Dios y no un fervor penitencial, no el cultivo de una propia religiosidad o piedad personal, o ingresar a un grupo de gente piadosa que se retira del mundo. Uno es llamado para ser enviado a los demás (Mt.9:37). Volverse a Dios es esperar todo de él (Mc.10:15). Por lo tanto, se reclama del hombre y la mujer al ser llamados a una obediencia incondicional a Dios.

En un sentido ético, los preceptos de Jesús son acertados, ya que apunta a una nueva actitud y a una nueva voluntad, quiere captar en forma total al hombre y a la mujer, no sólo el cuerpo, sino también el corazón (Mt.6:21).

Él nos llama desde donde nos encontramos para ser enviados a este mundo cotidiano y no a un monasterio o a un gettho piadoso, de la misma manera que lo hizo con sus discípulos, llamándolos en plena faena de sus vidas cotidianas.

Es bueno advertir que en el reino de Dios no hay lugar para los entusiastas que dicen Señor, Señor y no hacen la voluntad de Dios (Mt.7:21ss). En el juicio no se preguntará por la disposición de ánimo del creyente, sino por las acciones fruto del amor (Mt.25:31).

Finalmente, la llamada de Jesús incluye el que todos estén dispuestos a la renuncia y a las privaciones, al riesgo y al sufrimiento (Mc.8:34). Este es el nuevo estilo de vida de los discípulos de Jesús para la Misión (Mt.6:33).

3. La ley y el amor.

Con respecto a la ética de Jesús, ésta no se deriva de la Torá, y aunque el núcleo de su predicación no sea la ley sino el reino de Dios, no se puede decir que sus postulados éticos de Jesús no están en conexión con el antiguo testamento y con su ley.

Jesús es el nuevo orden del reino de Dios que pone fin a la vigencia de la ley. Este nuevo orden no cabe en "vestidos viejos" ni en "odres viejos"(Mc.2:21s). Para Jesús la ley tiene una nueva dimensión, de ahí que él no se identifique con el concepto de ley del antiguo testamento. En el concepto teológico es claro que Dios exige amor y no una obediencia ciega a la Torá (Jn. 13:34-35). Por eso Jesús sustituye el concepto de ley por el precepto del amor. Este amor es exigido al hombre y a la mujer como respuesta al amor recibido con anterioridad.

Es por eso que la ética del reino de Dios está basada en el doble mandamiento del amor (Mt.22:34-40), que significa el equilibrio teológico de la fe. Así lo entendieron los cristianos primitivos y enfatizaron este aspecto (1Cor.13;1Jn.4).

4. Teoría y praxis.

Este tema es un viejo asunto de la ética que los filósofos han tratado de explicar. Bien sabemos que la teoría sin la práctica es vacía, mientras que la praxis sin teoría es ciega.

Cuando Juan en su evangelio refiere que Jesús era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios (Jn.1:1), está señalando que la Palabra (reflexión, teoría) se hizo realidad en este mundo, es decir, Jesús es la Palabra y praxis del reino de Dios.

Todo lo realizado por Jesús responde a esta ética del Reino, para transformar este mundo y convertirlo en un mundo mejor para todos. Él era consciente que no sólo con la prédica del reino de Dios se cambiaría voluntades, actitudes y situaciones injustas, sino que era necesario actuar, poner en acción todo lo predicado (Lc.4:16-21).

Desde el punto de visto filosófico la teoría y la práctica no pueden estar divorciadas, van de la mano hacia un mismo fin: la transformación de la realidad objetiva.

Desde el punto de vista teológico, Jesús es el paradigma de la ética cristiana. En Mt.28:19-20 que es el mandato a los discípulos, se resume el quehacer teológico de la Iglesia.

Las comunidades cristianas primitivas entendieron y practicaron este precepto. Los apóstoles eligieron a los primeros diáconos para realizar tareas domésticas: servir a las mesas, atender a los enfermos, visitar ancianos y viudas, cuidar de los huérfanos, alimentar y consolar a quien se encontraba perturbado. Este era el testimonio vivo de una comunidad que tenía su fe puesta en su Señor

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