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La Lengua De Adan


Enviado por   •  11 de Diciembre de 2012  •  1.455 Palabras (6 Páginas)  •  611 Visitas

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Jueves, 24 de marzo de 2011

ADÁN Y EVA ERAN AYMARAS: sobre la obra de Emeterio Villamil de Rada, por Liliana Colanzi

ADÁN Y EVA ERAN AYMARAS

Liliana Colanzi

Hace varios años, un hermano de mi madre que es profeta de un culto ovni andino—una rama de los gnósticos—pasó una larga temporada en mi casa recuperándose de una cirugía. Durante su estadía, que yo disfruté muchísimo, se dedicó a contarme las historias de sus vidas pasadas (decía haber sido Charles Dickens y el maestro de sinagoga de Jesucristo) y a llenar las puertas de las habitaciones con símbolos para alejar a las fuerzas malignas. Un día, al volver del colegio, descubrí con pena que mi tío se había marchado. Sin embargo, había dejado en la biblioteca familiar varios libros: un par de evangelios escritos por él mismo, tratados esotéricos que explicaban la relación entre los extraterrestres y las culturas andinas y un texto al que al principio no le presté atención.

Se trataba de La lengua de Adán, posiblemente una de las obras más extrañas y fascinantes del siglo XIX. El autor, Emeterio Villamil de Rada, fue un excéntrico erudito paceño que se pasó la vida embarcándose en aventuras alocadas por todo el mundo. El libro permaneció ignorado en la biblioteca familiar durante años, hasta que un colega periodista al que le hablé sobre la religión de mi tío me hizo notar la importancia de La lengua de Adán. No solo se trataba de un libro raro, me dijo, sino que apenas se habían hecho tres ediciones en más de cien años. El manuscrito original había pasado varios años empolvándose en el Archivo de La Paz hasta que alguien lo rescató antes del incendio del Palacio presidencial en 1875. Esa misma noche regresé a buscar el texto de Villamil de Rada.

No era una lectura fácil. La lengua de Adán trataba de probar nada menos que el aymara fue la lengua perfecta, el primer idioma que hablaron los seres humanos y del que se desprendieron todos los otros. Villamil de Rada llegó a esa conclusión luego de aprender—se dice—22 lenguas a la perfección y de manejar medianamente otras diez. También, basándose en estudios arqueológicos, sostuvo que el Edén estuvo en los Andes, lo que significó una reivindicación explosiva de la cultura indígena andina, sometida a la servidumbre. Hoy en día cuesta creer la teoría de Villamil de Rada, pero en su época, cuando los conceptos arqueológicos y antropológicos modernos nacían, sus ideas fueron discutidas por lingüistas de todo el mundo—Umberto Eco lo menciona en La búsqueda de la lengua perfecta (1993).

A través del prólogo me enteré de que Emeterio Villamil de Rada se había suicidado en 1875 luego de intentar varias veces que el gobierno boliviano financiara la edición de sus trabajos. Busqué fotos suyas en vano. El bibliógrafo Nicolás Acosta lo describió como un hombre algo encorvado, de nariz ancha y ojos un poco saltones. Nació en Sorata, La Paz, en 1804, en una familia adinerada. Su primera aparición pública fue en 1825, año de la independencia de Bolivia, cuando pronunció el discurso de bienvenida a Simón Bolívar en su entrada a La Paz. Tenía 20 años. Antonio José de Sucre quedó impresionado con su oratoria y lo invitó a unirse a la comitiva, pero Emeterio rechazó la oferta.

Al año siguiente tuvo un encuentro crucial con lord Behring, un explorador británico que estaba de paso por La Paz y que lo invitó a seguirlo en sus viajes científicos por el mundo. Esta vez el joven Emeterio no vaciló: le pidió permiso a su padre, que puso a disposición su fortuna, y se lanzó a descubrir el Viejo Mundo.

En Londres, un tutor inglés lo preparó en el griego y el latín. Llegó a Francia con una carta de recomendación para el ya anciano general La Fayette y visitó Roma, Viena, Bruselas y Polonia.

Siete años después retornó a La Paz e inmediatamente quiso poner en práctica sus conocimientos. Sus empresas fueron de lo más diversas: dictó la cátedra de Literatura de la recién fundada Universidad de San Andrés, intentó incursionar en la política pero fracasó estrepitosamente y, por último, se metió en las minas de Coro Coro para buscar cobre. Acabó desterrado en Lima por causa de sus simpatías políticas, a los 39 años, y entonces se permitió, por única vez en la vida, la locura de enamorarse.

Se casó con la peruana Mercedes Castañeda en 1842,

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