La economía de un imperio tributario: El caso de Roma
kathelin96Trabajo8 de Marzo de 2017
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La economía de un imperio tributario:
El caso de Roma
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INDICE
- Introducción (constitución del imperio, épocas, apogeos y declive)………....…….….3
- Sectores sociales……………………………………………………………………………6
- Formas de gobierno………………………………………………………………………...9
- La ley de las Doce Tablas…………………………………………………………………10
- El derecho romano…………………………………………………………………………10
- El ejército…………………………………………………………………………………....11
- La economía (Sectores productivos)…………………………………………………….12
- Tributos……………………………………………………………………………………...14
- Panem et circenses ( pan y circo)………………………………………………………..15
- Conclusión………………………………………………………………………………….16
- Anexos………………………………………………………………………………………17
- Bibliografía…………………………………………………………………………..………19
- INTRODUCCIÓN (CONSTITUCIÓN DEL IMPERIO, ÉPOCAS, APOGEOS Y DECLIVE)
“Alea iacta est”-Julio César
Pensar en el imperio romano, es pensar en grande, es pensar en la extensión que llegó a tener (alrededor de 3 millones de kilómetros cuadrados), es pensar en el carisma de muchos de sus emperadores, pero también es pensar en su catastrófico declive.
De esta forma, nos trasladaremos a Roma, para retratar su alto y también su bajo imperio, desde la perspectiva histórica pero con un claro enfoque económico.
El derrocamiento del rey Lucio Tarquinio, conocido como “el soberbio”, trajo consigo la llegada de la República; con esta se inicia un periodo en la historia cuyo punto de partida es el año 509 A.C.
Recién instaurada la República, ésta no propició el buen cauce político sino que durante su primera época, y como señala el historiador Francisco Comín[1] “predominó la inestabilidad política por las confrontaciones entre patricios y plebeyos”, el motivo principal era la disyuntiva entre distribuir o no los terrenos confiscados durante la conquista, cuya propiedad estaba en manos del estado.
Los plebeyos, que se consideraban discriminados por la falta de privilegios en comparación con los patricios, vieron en las leyes Licinias-Sextias (367 a.C.), una nueva vía social y política.
Con estas leyes, se contempló la reinstalación del consulado romano, cuyo primer cónsul fue Lucio Sextio Sextino, un plebeyo que compartió diligencias con Lucio Emilio Mamercino.
Junto al consulado, se erigió un órgano de carácter consultivo, como lo fue el Senado.
Éste, fue constituido como un “elemento” fundamental para equidistribuir todo el poder que anteriormente acumulaba la monarquía.
Es interesante señalar, que durante esta época se formalizó la figura del “padre de familia” (pater familias), el cual tenía amplias libertades de actuación y dominio sobre su propia familia, respectivamente sobre su mujer e hijos.
Durante esta época se fundamentan las bases del Derecho Romano, si bien este ya existía desde el siglo VIII a.C.
De esta manera, la existencia de un marco jurídico, dotó al sistema de previsibilidad, lo que propició de manera positiva al desarrollo de los negocios en Roma (y en el resto de territorios bajo su dominio).
Si nos preguntamos, por qué hoy en día los estudiantes de Derecho tienen que cursar la asignatura de “Derecho Romano”, la respuesta la tendría el profesor Torrent: “Por la perfección del ordenamiento jurídico y porque pervivió mucho más allá al pueblo que sirvió y del que nació”.
Entre el siglo III A.C y II A.C se encuentra el periodo que abarca la República Romana Media, por entonces, Roma se propuso conquistar toda la región del mediterráneo, y lo consiguió (prácticamente)[2]. Esta época se caracterizó por las continuas guerras, algo “natural” teniendo en cuenta las aspiraciones de expansión.
Los cartagineses fueron la principal oposición a dichos planes de conquista, y a demás se mantuvieron firmes y consistentes, por lo que no hablamos de guerra, sino de guerras, “Guerras Púnicas”.
Al frente de los cartagineses, estaba un hombre al cual la historia iría a recordar como uno de los mejores estrategas de la historia militar, Aníbal Barca; su influencia fue tal, que algunos historiadores llaman a estos años, “Aníbal Vs Roma”.
Independientemente de que los cartagineses tuviesen un ejército mejor organizado y excelentemente liderado, su número era inferior al romano, por lo que esto unido a las duras condiciones a las que se enfrentaron cruzando los Alpes con el objetivo de conquistar Roma, no hizo más que debilitar a sus operativos hasta que finalmente, el propio Aníbal pide la paz, pasando Cartago (actual Túnez) a formar parte de la República.
Por consiguiente, el continuo avance de Roma en la península Ibérica, empezando por Ampurias, no tuvo marcha atrás por lo que esta iría a ser conquistada en su totalidad, ya durante el imperio romano.
La República tenía sus horas contadas, y es que nos encontramos durante la “República Romana Tardía”, un periodo caracterizado por los conflictos internos fruto de la expansión.
Si tuviéramos que señalar al “verdugo” de la República en Roma, este sería Julio César, militar y político, de forma equívoca se le reconoce como emperador, sin embargo no llegó a vivir durante el Imperio Romano, y en la práctica nos referimos a él como “El Dictador de la República Romana”.
Proveniente de una familia de bajos recursos, esto no le impidió acceder a la vida política gracias a la influencia de sus círculos familiares y amistades. Su soberbia, bien conocida, fue también su gran virtud a la hora de ser decisivo en lo que quería, poder.
La inestabilidad política en la República, unido al prestigio que César había obtenido como fruto de sus campañas militares junto con su habilidad para los negocios; hizo posible que ganase a la mayoría de senadores, por lo que su ascenso al poder se iba haciendo cada vez más visible, hasta conseguir gran libertad de actuación en su gobierno.
Su gobierno, se caracterizó por una gran prosperidad, una intensa actividad bélica, especialmente contra los celtas, y como no su relación amorosa con Cleopatra, una estrategia de política exterior bastante hábil aunque también romántica.
Si bien es cierto, que muchos escépticos tacharon su gobierno de tiránico por el miedo a que Julio César restaurase la antigua monarquía. Es importante señalar que también llevó a cabo muchas políticas de carácter social, como el reparto de tierras entre los más desfavorecidos.
En relación a los opositores de César (no pocos), estos se reunieron y tramaron un complot cuyo objetivo era la muerte del dictador.
Estos hechos se engloban bajo el nombre de los idus de marzo, en relación a la mitología que decía que el día 15 de marzo (según el calendario romano) era un día en el que el dios Marte nos anunciaba de que algo iba a ocurrir.
Efectivamente fue así, todavía quedan por esclarecer muchas incógnitas relacionadas con el magnicidio, pero lo que podemos afirmar es que este fue el final de la república en Roma.
El testamento de Julio César, nombraba a Cayo Octavio como su sucesor, el cual sería nombrado “Emperador Augusto”. Con él, se inicia una nueva etapa en la historia de la Roma antigua, una etapa de esplendor y de posterior derrumbe de un imperio sin precedentes sólo comparable a los que tendría España, Portugal o Gran Bretaña.
El reinado del joven Augusto, se caracterizó por la buena marcha de la economía y por el largo periodo de paz impuesto a petición propia (Pax Augusta).
Sin embargo, Augusto no era exactamente un pacifista o defensor de los derechos humanos, durante su reinado se perfeccionó y se expandió el modo de producción esclavista. Se calcula, que la población en el imperio romano era de tres esclavos por 22 ciudadanos “libres”.
Esta etapa en la historia del imperio romano, se conoce con el nombre de “alto imperio romano”, puesto que a un ritmo mucho menor pero sin pausa, Roma fue ampliando sus territorios hasta alcanzar la cúspide en términos de extensión.
Tras la muerte del emperador Augusto, le sucederían diferentes emperadores, de diferentes dinastías como Trajano o Marco Aurelio que hicieron una labor de digna mención; este último, filósofo estoico, trató de difundir su sabiduría por todo el territorio romano.
No obstante, también hubo emperadores cuyos nombres estuvieron manchados por sus malas acciones, como fue el caso de Calígula, un auténtico monstruo psicópata y Maquiavelo, al que le gustaba comer mientras contemplaba todo tipo de actos violentos como ejecuciones o violaciones.
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