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La formación de Estados Unidos como hegemonía global


Enviado por   •  1 de Julio de 2020  •  Tareas  •  2.775 Palabras (12 Páginas)  •  164 Visitas

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El desarrollo de la confrontación económica capitalista entre Estados Unidos y China son la clave para comprender la crisis social latente en América Latina, las medidas de regulación económica dirigidas hacia la región no solo tienen su base en el declive de su proyección económica, sino también en la necesidad de garantizar el pago a la deuda con el imperio norteamericano.  

En el presente artículo se pretende realizar un ejercicio descriptivo y análisis general de la coyuntura internacional actual y su afectación sobre América Latina, además intenta esbozar algunas propuestas de salida a la crisis.

La formación de Estados Unidos como hegemonía global

El fortalecimiento y determinación de Estados Unidos para lograr ser una potencia hegemónica puede fundarse en dos bases políticas e ideológicas que han influido en el desarrollo de su historia post independentista: la doctrina Monroe que supone defender todo el continente de ataques e influencias externas y su “destino manifiesto”, la promesa de proteger y expandir los principios de la democracia.

Tras propiciar la independencia de Panamá y con la construcción del Canal, Estados Unidos logró tener dominio comercial y militar de los océanos Pacífico y Atlántico a la par que avanzaba con un proceso de industrialización interno que llevó al país a ser la principal potencia industrial durante la Primera Guerra Mundial, escenario en el que además logró presentar ante Europa su capacidad militar con una expedición transatlántica que llevó a cientos de miles efectivos hasta el viejo continente. Pese a ello, Estados Unidos se mantuvo, en gran medida, como expectante durante la Primera Guerra Mundial, en tanto Europa y Japón eran las potencias verdaderamente influyentes (Brzezinski, 1998).

La Segunda Guerra Mundial fue el escenario bélico de redistribución del dominio global, donde Europa y Asia se prestaron como campos de batalla para lograr tal fin, aquellos que habían ostentado ser las principales potencias (Reino Unido y Japón, por ejemplo) y quienes aspiraban un nuevo poder hegemónico (la Alemania Nazi) habían sido relegados por dos nuevos actores de la política internacional: Estados Unidos y la Unión Soviética, fundamentales para la derrota de la Alemania Nazi.

Los cincuenta años posteriores estuvieron enmarcados por la confrontación no bélica entre Estados Unidos y la Unión Soviética, la disputa económica, política e ideológica, la tensión incesante que auguraba la guerra nuclear fue denominada La Guerra Fría.  Ambos bloques mostraron la capacidad de desarrollar el conflicto por fuera de sus territorios, de modo que lograban avanzar en procesos de industrialización económica y en la carrera militar.

El mundo vio el surgimiento de movimientos de liberación nacional, que permitieron la liberación de las colonias aún existentes en el territorio africano, además de establecer nuevos regímenes socialistas por fuera de la Unión Soviética.

En este periodo se incrementó la fuerza y dominación ejercida por Estados Unidos hacia América Latina, con el fortalecimiento de dictaduras militares y regímenes antidemocráticos que persiguieron e intentaron desaparecer físicamente cualquier indicio de relación con el Bloque Socialista y la revolución cubana. Se instauró en el continente la ruta para el neoliberalismo, proyecto político y económico global que pretendía garantizar la acumulación de capital en tiempos menores.

La incapacidad de mantener un crecimiento económico equiparable al de Estados Unidos, el decaimiento de la carrera tecnológica y militar y la separación de China, quien no se mantendría bajo el mando soviético fueron razones centrales para el declive del Bloque Soviético.

Con la desaparición de la Unión Soviética finalizó la Guerra Fría y Estados Unidos se instaló en el mundo como principal árbitro internacional y única potencia global. En 1997, Zbigniew Brzezinski, quien fue consejero de Seguridad Nacional del presidente de Estados Unidos Jummy Carter, afirmaba:

“Los Estados Unidos tienen la supremacía en los cuatro ámbitos decisivos del poder global: en el militar su alcance global es inigualado; en el económico siguen siendo la principal locomotora del crecimiento global, pese a que en algunos aspectos Japón y Alemania (que no disfrutan del resto de los atributos del poder global) se les acercan; en el tecnológico mantienen una posición de liderazgo global en los sectores punta de la innovación; y en el cultural, pese a cierto grado de tosquedad, disfrutan de un atractivo que no tiene rival, especialmente entre la juventud mundial. Todo ello da a los Estados Unidos una influencia política a la que ningún otro Estado se acerca. La combinación de los cuatro ámbitos es lo que hace de los Estados Unidos la única superpotencia global extensa” (Brzezinski, 1998).

Sin embargo, casi finalizando la segunda década del Siglo

China: el gigante asiático

Si para Estados Unidos su “destino manifiesto” ha sido el argumento para la actuación en la política internacional, el milenario trayecto histórico de China obligaría a cualquier Estado a actuar con total deferencia, no obstante, en un mundo imbuido por la cultura occidental ello no se presenta con tal obviedad, de modo que el resurgir de China, parece algo novedoso para el campo global.

Durante siglos el Imperio Chino tuvo gran influencia regional y capacidad de relación comercial con distintos territorios, su potencia naval le permitió llevar a cabo amplias exploraciones para el intercambio comercial. La identidad étnica y el sentimiento de superioridad cultural de la mayoría de sus habitantes garantizó en otras etapas la recomposición del Imperio, el pueblo chino actuó como cuerpo para defenderse, y reestablecer su fuerza.  

Las capacidades del Imperio Chino en distintos periodos le habrían permitido hacerse de una influencia geográfica mucho más amplia que la regional, sin embargo, la necesidad de atender situaciones internas, de poblaciones que históricamente han sido rebeldes y a ataques permanentes por parte de otras potencias le impidieron ejercer un poder más allá de sus fronteras.

Por ello, aquel argumento de identidad cultural que le ha permitido mantener su capacidad política y económica, puede prestarse para inferir que el gigante asiático comprende la dificultad y el predecible fin de cualquier intento de dominación hacia sociedades y culturas totalmente distintas aun cuando su población representa más del 19% de la población mundial.

Ello no implica retirarse de la contienda política global ni mucho menos su derrota, por el contrario, establece un panorama de multipolaridad donde la hegemonía permanece en disputa. El Estado Chino, consiente de la creciente crisis social generada por las políticas económicas globales se postula como un nuevo actor para resolver las dificultades por las que atraviesan otros países de sur o la periferia global, a la par que intensifica la crisis a interior de Estados Unidos ofreciendo manufactura y mano de obra más barata.

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