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La milpa, espacio donde conviven los vivos, los muertos, la sombra y las esencias elementales


Enviado por   •  28 de Agosto de 2015  •  Informes  •  2.177 Palabras (9 Páginas)  •  176 Visitas

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La milpa, espacio donde conviven los vivos, los muertos, la sombra y las esencias elementales

Estudiante Luis Alberto Cruz Hernández

¿Qué es la milpa? Esta pregunta ha estado dando vueltas en mi cabeza y estoy tratando de encontrarle una respuesta. Para ello, lo primero que viene a mi mente son imágenes de mi niñez: en vacaciones, ir al rancho con mi abuelo, quien además, es mi tokayo, el camino que recorría junto a él y sus otros nietos para ir a la milpa.

 La primera vez que vi la milpa, yo imaginaba que sólo había maíz. Recuerdo las matas grandes y dentro de ellas, todo se veía oscuro. Mi primera impresión fue de miedo. Una vez que entramos, vi que no había sólo elotes; también había fríjol, tomate chiquito, pipían, mesís[1], hasta sandias chicas —no como las que yo veía en el mercado de Álamo—, y me sorprendí al ver el melón criollo. Pregunté por qué si era una milpa de maíz, mi tokayo había sembrado todo eso; me explicó que no lo había sembrado, que la tierra sabe que nosotros comemos y nos manda todo eso para no sentir hambre.

También en esa ocasión, en un lugar específico de la milpa, me dijo “tokayo, mira, de aquí a aquí van a trabajar ustedes; quiero que terminen este pedazo. Mira, tú les vas a ordenar qué hacer, pero debes enseñarles cómo se trabaja, porque aunque les des órdenes, no dejan de ser personas. Esto pasa con los peones, si los haces trabajar de más, después no vas a tener quien te ayude”. Ahora me doy cuenta de que mis primeras lecciones de vida ocurrieron en este espacio geográfico, que para muchos sólo tiene que ver con producir, ya sea maíz, fríjol, pipían o algunas otras cosas (producción que representa algún ingreso económico).

 En varias ocasiones, a nosotros los indígenas se nos ha tratado de ignorantes por resistirnos a producir más allá del autoconsumo. Pero se debe entender que para nosotros la milpa, el espacio de tierra donde nosotros sembramos, tiene vida propia y también se cansa; de ahí que en nuestra lengua, el náhuatl, le llamemos milkahuali a la tierra destinada para la milpa que hemos dejado descansar por una temporada. Esperamos a que ahí se haga monte otra vez para así poder empezar a sembrarla nuevamente. Además, cuando vamos a sembrar otra vez, volvemos a pedirle permiso a la tierra y esperamos que ella ponga de su parte para que lo que sembremos se dé y lo que no sembramos, ella misma nos lo brinde. Así mismo, en este espacio de tierra no sólo hay cosas sembradas, también hay animales que sirven para proteger la milpa  y a los cuales les debemos respeto. Hay algunos que no protegen lo que hemos sembrado, sino que lo echan a perder, como los ratones y tordos. Pero es a estos animales que nosotros debemos brindarles una ofrenda para que ellos en lugar de destruir, nos ayuden a que se den las cosas. Por ejemplo, los ratones se llevan las semillas de las plantas a sus nidos, pero si no se las acaban, cuando se vuelve a sembrar, estas semillas hacen que se den cosas que no sembramos.

Cuando era niño, asistí a una ofrenda al dios de la lluvia, y me di cuenta de que con la hoja del maíz hacían un tordo. Yo pregunté para qué era eso y me contestaron que era para aplacar al viento y que éste no tumbara nuestras matas o lo que habíamos sembrado, porque el agua y el viento son hermanos y andan juntos y entre los dos cuidan nuestra milpa. En la milpa también hay serpientes, como la mazacuata;[2] esta serpiente vive en hoyos y cuando ya es grande, tiene un diámetro considerable. Cuando en una milpa hay una, no se le mata; en donde tiene su casa se le va a dejar una ofrenda para que ella no se enoje ni aplaste nuestras matas (si en una milpa hay matas dobladas, pero no se ve cómo se torcieron y además, aparentan una especie de curvas, se dice entonces que la gran serpiente pasó encima).

Se supone que en los árboles grandes, que se dejan al momento de tumbar el monte, viven los ruentes, que no son otra cosa que los espíritus elementales. Los hay de tierra, de viento y de agua. Ellos, dice la gente, cuando estás muy cansado y te vas a sentar bajo un árbol, son los que te revitalizan y hacen que tengas fuerza para seguir trabajando. También pueden ser malos, ya que cuando cortas todos los árboles viejos y ya no tienen casa, entonces te extravían: pierdes la noción de tiempo y espacio y apareces en otro lugar, lejos de donde recuerdas haber estado. Quizás muchos pueden pensar que esto lo tomamos de los duendes occidentales,  pero no es así. Me comenta un abuelito que los ruentes tenían nombre, pero que les prohibieron a sus abuelos, es decir, a sus ancestros, nombrarlos; así, su nombre se perdió y ahora tan sólo les dicen ruentes. 

También es en la milpa donde la presencia de tu sombra está más fuerte, es decir, ahí la puedes ver; tu sombra es la que te mantiene con energía, es la que en momentos de peligro te puede avisar para salvarte, y se puede manifestar en un animal, en un conejo, un coyote, una serpiente u otros (los famosos nahuales). Como la sombra es parte de ti, la puedes controlar. Cuando lo logras hacer, adquieres muchas de sus habilidades; por ejemplo, tus sentidos pueden agudizarse e incluso puedes ser vidente.

En la milpa es donde puedes estar más en contacto con ella. También en la milpa están más presentes los muertos; una semana antes de Xantolo (o Todos Santos), nosotros no trabajamos, porque los espíritus de los muertos ya están con nosotros, aunque no tenemos la fuerza para verlos… se dice que si vas a la milpa, los puedes ver. En una ocasión me contaron que había una persona que no creía en esto. Le decían que no fuera a trabajar en esa semana y él contestaba que si los demás no trabajan, era por flojos. Total, en una ocasión se fue a trabajar; se cuenta que ahí en su milpa se encontró a su compadre, quien le pidió que lo acompañara y se lo llevó a caminar. Ya cuando llegó a su casa, le dieron la noticia de que a su compadre lo estaban velando. Tenía tres días de haber muerto. Entonces el incrédulo dijo que no era posible, que él se lo acababa de encontrar. Así llegó el festejo de Xantolo y cuando estaban despidiendo a los muertos, él cayó enfermo y murió; su compadre lo llevó a caminar, regresó su cuerpo, pero ya no su sombra y cuando despidieron a los muertos, su compadre se lo llevó.

Con todo lo que he contado, creo que resulta claro que la milpa no sólo es el terreno que sembramos, mucho menos un objeto que se puede vender; es un espacio donde se aprende a relacionarse con los demás. Ahí es donde se ve qué es lo que a uno le toca hacer dentro de la comunidad. Y, lo más importante, ahí es donde conviven los vivos, los muertos, las sombras y las manifestaciones de las esencias elementales.

Todo lo dicho relata una parte de la educación que recibí en la niñez. Aunque para algunos este tipo de enseñanzas son propias de gente ignorante, en la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI) aprendemos que estos saberes son válidos y aceptados, a partir del principio de la interculturalidad. Les damos el valor que se merecen, lo cual permite a muchos estudiantes que anteriormente se sentían avergonzados por su origen, reforzar su identidad como miembros de pueblos originarios.

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