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Leyendas, Cuentos


Enviado por   •  26 de Abril de 2015  •  2.876 Palabras (12 Páginas)  •  227 Visitas

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Fábulas

1.El boyero, y el ternero perdido.

Un boyero que apacentaba un hato de bueyes perdió un ternero. Lo buscó, recorriendo los alrededores sin encontrarlo. Entonces prometió a Zeus sacrificarle un cabrito si descubría quien se lo había robado.

Entró de inmediato al bosque y vio a un león comiéndose al ternero. Levantó aterrado las manos al cielo gritando:

-¡Oh grandioso Zeus, antes te prometí inmolarte un cabrito si encontraba al ladrón; pero ahora te prometo sacrificar un toro si consigo no caer en las garras del ladrón!

Moraleja.

Cuando busques una solución, ten presente que al encontrarla, ésta a su vez puede convertirse en el siguiente problema.

2. Las ranas y el pozo seco.

Vivían dos ranas en un bello pantano, pero llegó el verano y se secó, por lo cual lo abandonaron para buscar otro con agua. Hallaron en su camino un profundo pozo repleto de agua, y al verlo, dijo una rana a la otra:

-Amiga, bajemos las dos a este pozo.

-Pero, y si también se secara el agua de este pozo, -repuso la compañera-, ¿ Cómo crees que subiremos entonces?

Moraleja.

Al tratar de emprender una acción, analiza primero las consecuencias de ella, pues pueden ser más catastróficas de lo que intentas huir.

3. El León y el Ratón.

El orgulloso león cayó en una trampa y quedó atrapado bajo la red del cazador. Un pequeño ratón prometió ayudarle, pero el león se burló del pequeño tamaño del ratón. Con paciencia y habilidad, ratón liberó al león mordiendo las cuerdas hasta romperlas, y demostrando a su amigo que todos somos importantes. Lee la fábula completa de El león y el ratón.

Moraleja.

No desprecies a los demás porque sus habilidades pueden sorprenderte.

Cuentos

El Almendro

Hace mucho tiempo, vivían en un hogar una cariñosa madre, un sacrificado padre y un niño que era la delicia de los dos. Como el chico era objeto de los mimos de sus padres, creció muy engreído. La madre murió víctima de una rara dolencia, y viéndose el padre solo y joven, se casó nuevamente.

El pobre niño sufrió mucho con la muerte de su madre, y mucho más por el mal trato que le daba su madrastra.

Esa situación se agravó cuando el matrimonio tuvo una niña, pues mientras la madrastra complacía todos los caprichos de su hija, al niño le privaba de todo.

Sin embargo, el niño tenía como compensación el cariño de su hermanita, quien compartía con su medio hermano todo lo que ella recibía.

Un día, estaba la madrastra guardando unas manzanas en un baúl, cuando el niño le dijo:

— Mamá, ¿me puedes dar una manzana?

— Ven —le replicó la mujer—; cógela tú mismo.

Como la mala señora vio propicia la ocasión para consumar su aciago deseo, dejó caer la tapa del baúl con tal fuerza, que mató al pobre niño. La pequeña se puso a llorar, pues quería mucho a su hermanito; pero su madre la hizo callar. Arrastró con dificultad el cadáver del niño y lo enterró al pie de un almendro cerca de la playa.

Cuando el marido volvió a casa e indagó por su hijo, su mujer le dijo que lo había mandado de compras a la ciudad y que tardaría en regresar. La niña, por su parte, no hacía otra cosa que llorar y llorar, arrodillada al pie del almendro.

Hasta que, un día, cuando las suaves brisas marinas silbaban su canción entre las ramas del almendro, voló de entre éstas un pajarito, el cual, dando vueltas, cantó:

— Mi madre me mató y por eso mi hermanita llora.

Volando, volando, llegó el pajarito un día a casa de un joyero, quien quedó fascinado al oír la canción del pajarito. Pidió a la avecilla que repitiera su canto, pero ésta puso como condición para repetirlo, que le obsequiara una cadenita de oro, cosa que el hombre le dio de buena gana.

Luego voló el pajarito hacia la tienda del zapatero, y ahí repitió su dulce canción. El hombre quedó prendado de lo que oyó; y la avecilla pidió le obsequiara un par de zapatitos rojos. El zapatero se los dio, y el ave volvió a cantar su dulce canción.

Y, vuela que vuela, llevando en una patita la cadena de oro y, en la otra, los zapatitos, llegó donde el molinero, el que quedó seducido al oír las dulces melodías del pajarito.

— ¡Repíteme tu canción, pajarito! —le pidió el hombre.

— Lo haré si me das la piedra del molino.

El molinero complació a la avecilla, y ésta, después de cantar, voló rumbo a la casa de la madrastra, llevando prodigiosamente los objetos que había pedido. Estaban sentados a la mesa del comedor, el padre, la madrastra y la hermanita, quien seguía llorando inconsolablemente.

— Mi madre me mató y, desde entonces, mi hermanita llora.

La madrastra se tapó los oídos para no escuchar la acusadora canción del pajarito, que se había posado en las ramas del almendro. La avecilla dejó caer la cadenita de oro en el cuello de su padre; los zapatitos rojos junto a la niña, quien se los puso muy contenta, y... ¡pum!, arrojó la piedra del molino sobre la madrastra, que murió aplastada por el peso.

Debajo de la piedra comenzó a gemir un niño; el padre corrió a voltear la piedra y debajo de ella surgió, sonriendo con dulzura, el hijo muerto. El padre, la niña y el niño resucitado, se confundieron en un estrecho y tierno abrazo...

Pedrito

Pedrito era el último hijo de un pobre padre que tenía tantos hijos, que los dedos de las manos y de los pies no eran suficientes para contarlos. Le había nacido un nuevo hijo y no tuvo más remedio que salir a buscar a alguien que aceptara ser su padrino. Como caminaba sumergido en hondas preocupaciones, sin darse cuenta extravió el camino. Cuando se vio en dificultades para volver al hogar, se le apareció un hombrecillo que apenas se levantaba unas cuartas sobre el suelo.

— ¿Qué buscas, buen hombre? —le preguntó el enano.

—Ando en busca de un padrino para mi último hijo. Tengo tantos, que nadie queda en el pueblo para hacerlo padrino.

—Yo oficiaré de padrino de tu hijo —le consoló el hombrecillo—; pero con la condición de que cuando tu hijo tenga siete años, siete meses y siete días, me lo darás para hacer de él un hombre de bien.

El afligido padre accedió de buen grado, pues pensó que, con tantos hijos, no les afectaría mucho a él y a su mujer el que se llevasen uno de ellos. El niño fue bautizado con el nombre de Pedro y el padrino fue grande en obsequios: le compró ropa y juguetes. Fue pasando el tiempo sin sentir, y cuando ya los padres de Pedrito tenían la esperanza que el padrino se hubiese olvidado del pacto, exactamente a los siete años, siete meses y siete días, apareció el hombrecillo, quien vino a llevarse a su ahijado.

Luego de las llorosas despedidas, partieron de la casa el padrino, el padre y Pedrito. Al llegar la noche, llegaron al sitio donde había tenido lugar el primer encuentro con el hombrecillo. En cuanto se detuvieron, abrióse una trampa, dejando abierto un camino subterráneo.

El hombrecillo se despidió de su compadre y Pedrito de su padre; y padrino y ahijado desaparecieron por el oculto sendero. Avanzando por él, llegaron al décimo quinto día a un país donde la hierba era de oro, las flores tenían estambres de diamantes y los caballos tenían pelambre de plata.

Avanzando días interminables, llegaron, por fin, a las puertas de un castillo cuyas piedras tenían incrustaciones de diamantes. El hombrecillo golpeó con su varita de oro las puertas del castillo y estas se abrieron de par en par, como tácita invitación a que entrasen. Entonces, el hombrecillo dio una ágil voltereta en el aire, y al caer nuevamente al suelo, se transformó en una bellísima princesa que sonrió dulcemente a Pedro, pues ya no era Pedrito, quien quedó enmudecido de asombro.

— Escúchame, simpático joven —le habló la princesa—. Yo sufrí el hechizo de un perverso mago, para que vagase como un hombrecillo insignificante, hasta que encontrase una persona que tuviese siete años, siete meses y siete días justos. Te he encontrado a ti y si me aceptas por esposa, todo este palacio y este reino serán tuyos.

Pedro aceptó gustoso ser esposo de tan bella mujer. Se casaron en brillantes bodas y luego, en lujoso coche tirado por seis blancos caballos, fueron en busca de los padres y hermanos de Pedro.

Fueron llevados a vivir en el palacio y, como es fácil comprender, comenzaron a vivir una vida cómoda, lejos de los apremios de la pobreza en que habían vivido por tener numerosa familia.

Un payaso en apuros

Había una vez un payaso muy gracioso que vivía en la gran carpa del Circo Círculis. Un circo lleno de ilusión y alegría que Sonri, el payaso, lograba alegrar constantemente, con canciones, música, acrobacias de los malabaristas, y como no, sus propios números, en los que la risa salía por las lonas del circo y llegaba a todas las casas de los niños que no habían podido ir a verlo.

Un día muy lluvioso, Sonri apenas tenía público que le hiciese actuar con tanta ilusión como otras veces, y se le ocurrió cambiar la actuación y hacer que se convertía en un mono. De esa manera, se aseguraba las risas de los niños, y él no se cansaba tanto para los demás días de circo que no iba a llover.

Cuento el payaso del circo del sol

Cuál fue su sorpresa cuando al ponerse unas orejas de cartón marrón y enormes en la cabeza, pincharse un rabo largo con una chincheta en la espalda, e imitar el sonido de los monos, ningún niño de los pocos que había, se rió.

Sonri pensó: - “Tendré que cambiar de estrategia, ahora me convertiré en pingüino”. – Y así lo hizo.

Con la improvisación del pingüino obtuvo el mismo resultado que con el mono, así que Sonri se vino abajo, y sintió que tenía un auténtico problema. Se echó a llorar con la cara entre las manos, y de repente: - “¡Ja, ja, ja, ja!”.

Los niños estaban riéndose porque un payaso estaba llorando, ¡inaudito!.

La función acababa de empezar y la lluvia había cesado, y Sonri vio como de pronto empezaron a llegar niños de la calle, que comentaban que al oír la risa tan contagiosa de los que estaban dentro, pensaron que no se lo podían perder, ¡por mucho que lloviera!.

Así fue como el circo se llenó de niños y de risas, y Sonri el payaso, se dio cuenta de que los niños son tan agradecidos, que para que él no llorase, ellos se reían más que nunca.

Nunca jamás Sonri el payaso se vio en apuros, y siempre tuvo éxito en todas sus funciones, ya que expresaba sus propias emociones, sin improvisar ninguna.

¡OLIVIA CAMBIA DE LOOK!

Empezaba la época del frío y las lluvias, y Olivia quería sentirse diferente. Había pasado una temporada bastante tristona y alicaída, y ahora que se planteaba las razones de ese estado, no sabía muy bien cómo actuar para que lo que hiciera, surtiera efecto.

Olivia era una chica joven de 29 años, era morena con el pelo negro y muy largo. Sus ojos de color verde estaban escondidos detrás de unas gafas de pasta muy antiguas que su madre había usado de joven. El gesto que siempre tenía en la cara era de derrota.

Ningún día se peinaba y apenas se vestía adecuada a su profesión. Era enfermera en el hospital más grande de su ciudad, y como llevaba el uniforme pensaba que no era importante peinarse, ni arreglarse para ir al trabajo.

Sus compañeros de trabajo estaban cansados de decirle que detrás de aquellas gafas había una chica preciosa, pero ella no les creía. Olivia sabía que era buena persona, y con eso le valía para seguir viviendo.

Un buen día, fue al trabajo como de costumbre y siguió la rutina habitual, aunque lo que fue diferente era el pensamiento de cambio que le rondaba en su cabeza, y esto coincidió con la entrada en el hospital de un chico joven de 31 años que de cabizbajo que iba andando por la calle se había topado con un muro y se había hecho una brecha en la frente.

Cuando entró preocupado por su brecha, se dirigió enseguida a Olivia, que estaba en la puerta descansando un rato. Olivia lo llevó a la sala de curas, y cuando descubrió a ese chico que apenas había hablado, se miraron a los ojos y saltaron chispas entre ellos.

Una vez curada la herida, Olivia le pidió los datos a Adolfo, así se llamaba, y volvieron a mirarse con admiración el uno al otro. A partir de ese día, Olivia comenzó a cambiar su aspecto, lo primero que hizo fue peinarse bien, y cuidar su vestuario. Adolfo le habia hecho ver que aunque el carácter de una persona fuera apocado y algo tristón, se podía cambiar con modificaciones externas.

De esa manera Olivia se convirtió en una chica morena de ojos verdes con la mirada despejada y muchas ganas de ser feliz, y cuando volvió a encontrarse con Adolfo, estuvieron juntos para siempre, y el sentimiento que a ambos les invadía era el de felicidad y bienestar.

El Principe

Cuenta la leyenda que había en un castillo un joven príncipe que era muy holgazán, solo quería jugar, sus padres los reyes intentaron de todo para convencerlo en hacerse cargo de sus responsabilidades pero este joven berrinchudo no hacía caso, una de las noches que se hartó de estar escuchando sermones, pidió y pidió ser mayor para así poder hacer lo que él quisiera.

A la mañana siguiente se levantó y despertó como un adulto, pero se encontró una bobina de oro, se acercó para inspeccionarla detenidamente y esta le hablo, le dijo que la cuidara bien porque a medida que pase el tiempo el hilo que representaba la vida de él se ira soltando.

El joven príncipe tuvo tanta curiosidad de cómo serían sus hijos y su esposa y como serian ellos al crecer y así poco a poco fue tirando del hilo hasta que se observó en el espejo y se vio viejo y rápidamente intento enrollar el hilo, pero el tiempo que le quedaba ya era casi exclusivo para su muerte; la bobina entonces se dispuso a hablarle nuevamente diciéndole que había gastado su vida queriendo ser grande y que el tiempo que haló no los podrá recuperar y deberá sufrir el castigo.

El ahora rey entro en pánico, grito de manera terrible y murió, habiendo gastado su vida en hacer nada.

La dama tapada

La dama tapada se aparecía en horas cercanas a la media noche a muchas personasLa dama tapada Según las historias relatadas acerca de estos acontecimientos, una joven se desaparecía siempre elegante de aquella época.

Algo muy particular en ella era que llevaba su rostro tapado con velo el cual no permitía que las victimas la reconocieran, a todos los que de su hogar no querían saber pasada la noche se les aparecía.

“cuídate Gabriel” ten cuidado con la dama de negro, grito juan sin hacer caso e incluso burlándose de la advertencia Gabriel se dirigió a su domicilio y sin darse cuenta se encontraba en el sector que se suponía que era el punto de encuentro con la dama de negro a las 12 de la noche, doblo la esquina y su sorpresa fue tan grande al ver que a esas horas…

Leyenda del picaflor

Esto pasó hace mucho tiempo cuando el mundo eran tan nuevo que las personas aún todavía no lo habitaban, en cambio los ríos, las montañas, las flores, no había ni peces ni iguanas ni sapos.Leyenda del picaflor. Había muchos pájaros pero no como los conocemos, aunque ya tenían alas para volar eran de un único color, marrones como la tierra.

“Nuestras plumas no son coloridas”

Muy seguido los pajaritos se quejaban porque no tenían las alas de colores así como las flores hasta que un día decidieron ir hacia el cielo y pedirle al señor sol que le pintara sus plumitas de colores así como las flores.No todos los pajaritos formaron parte del viaje, los horneros se quedaron en la tierra para trabajar y las calandrias para cantar.Los días pasaron y pasaron y no volvían, llego la noche y tampoco llegaron ¿Qué había sucedido? Cuando los pajaritos ya se estaban acercando el sol exclamo y dijo:

“no deben de acercarse mucho a mi porque se van a quemar entonces les dijo a las nubes que lo cubrieran y que hicieran llover porque si no los pajaritos se quemarían cuando se acercaran”

Leyenda del colocolo

El colocolo es un animal que chupa la saliva a la gente que duerme con la boca abierta, el colocolo nace del huevo la gallina después la serpiente se lo lleva y lo empolla, cuando nace le enseña a chupar la saliva.

Esto le sucedió a un campesino cuando se fue a vivir a Talca a una casa muy grande. Una viejita conocida le advirtió que no se fuera a vivir ahí porque estaba el colocolo, el campesino no hizo caso de ello y decidió habitar la casa. Ahí estaba el colocolo, esperando el momento para chuparles la saliva, una noche mientras dormían todos, el colocolo salió, se acercó a la cama donde dormía el campesino y empezó a chuparle la saliva. Al amanecer su esposa lo va a aver pero el esta muy débil y delgado, grita para pedir ayuda.

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