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Los Agravios De La Independencia


Enviado por   •  9 de Octubre de 2013  •  1.647 Palabras (7 Páginas)  •  2.208 Visitas

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“Los agravios de la Independencia”

Héctor Aguilar Camín

El Bicentenario, celebración de agravios

¿Cuál es su opinión sobre el Bicentenario?

Que lo estamos conmemorando mal, sin un proyecto común, incluyente, de lo que ha sido nuestro trayecto como nación. Es una fecha de extraordinaria fuerza simbólica, pero me parece que los gobiernos del PAN no han sabido cómo hacer las paces con la historia del país, que está muy marcada por los ejes establecidos durante la hegemonía del PRI.

México tiene una historia oficial con una fuerza extraordinaria, que es a la vez jacobina, llena de omisiones y mentiras. Establece, por ejemplo, que el año de nuestra Independencia es 1810, y eso es falso: el año en que México pacta y declara su Independencia es 1821. Olvida, por otra parte, que en las primeras décadas del siglo XX en el país hubo dos guerras civiles; sólo reconoce la que transcurre entre 1913 y 1917 y a la otra, la que va de 1926 a 1929, la llama despectivamente la Cristiada, como si esos campesinos que se rebelaron contra el estado revolucionario hubieran sido sólo un sucedáneo de la voluntad de los obispos.

Por otra parte, tenemos este Bicentenario en medio de la discordia política, con los pelos parados de punta, con la violencia, con falta de metas comunes entre el gobierno y la oposición. Tenemos pluralidad e intereses particulares, pero no metas nacionales. La gran celebración que estamos haciendo, es la celebración de nuestras carencias, de nuestros agravios, de nuestros miedos. Lo dije recientemente en un artículo, esto es como si uno celebrara su cumpleaños porque piensa que su vida ha sido perfecta, y no más bien para darse un respiro en la imperfección de la vida.

¿Qué le impide al PAN avenirse con nuestra historia?

El Partido Acción Nacional nació en contra del presidente más consagrado por la historia oficial: Lázaro Cárdenas. Y fue parte de la gran coalición de 1940 que condicionó que Cárdenas no pudiera dejar en el poder al candidato más radical que era Francisco J. Mújica, sino al conciliador Manuel Ávila Camacho, cuya primera frase célebre como presidente fue: “Yo soy creyente”.

Con esta historia oficial, el PAN nunca ha podido congeniar como gobierno porque como movimiento político nació en gran medida para combatir a sus dueños.

Como consecuencia, el gobierno de Vicente Fox se desinteresó del tema del Bicentenario; en el fondo era una celebración que le resultaba ajena o que apelaba sólo a una parte de su nacionalismo, de su visión histórica del país. Nombró jefe de las celebraciones del Bicentenario a un hombre que tiene la paz hecha absolutamente con la historia oficial de México: Cuauhtémoc Cárdenas, y de ahí para acá todo han sido bandazos, titubeos, cambios, equívocos.

¿Fueron mejores las celebraciones del Centenario de la Independencia?

El Porfiriato celebró extraordinariamente el Centenario. Sería interesante ver de cuánto fue la inversión entonces del gobierno de Díaz en obra pública, en kioskos, plazas, hospitales, publicaciones, y hacer la comparación con lo que se ha hecho ahora, ver la proporción, digamos, país contra país. En 1910, México era un país de 15 millones de habitantes; tenemos ahora un país ocho veces mayor. Es otro país. Esta es una de las cosas elementales que debió haberse pensado para el Bicentenario, la increíble transformación de México.

Estamos en un país con una potencialidad increíble, que se ha modernizado a un ritmo extraordinario; y si bien no ha dado el salto a la prosperidad, sí lo ha dado hacia la constitución de una nación de una gran resistencia, de una gran identidad, de una gran diversidad y de una gran riqueza. Pero esto nos parece poco, todo nos parece poco porque estamos de mal humor, porque tenemos un litigio muy serio con México. A los periodistas, a los intelectuales no nos gusta este país, nunca nos ha gustado, hemos construido una épica de la crítica que se aproxima mucho a la derogación, cuando no a la quejumbre, y la verdad es que nos fuimos para el otro lado: pecamos de optimismo oficial, de ceguera ante los problemas durante la hegemonía del PRI, y ahora pecamos de estrabismo crónico para ver nuestras cosas: siempre las vemos feas, incompletas.

Ante este panorama, ¿cuál sería la labor de los intelectuales?

Los intelectuales tenemos que pensar en nuestro país con seriedad, tenemos que hacer nuestra tarea con mayor humildad y rigor. Por lo demás, no sé si todavía existen los intelectuales como existieron en otro tiempo, cuando tenían un peso en la vida pública; tengo la impresión de que ese peso se ha desplazado mucho hacia los medios.

Pero sí existe una relación de los intelectuales con el poder…

Es una relación muy deformada, en la manera como se le ve y en la importancia que se le otorga. El intelectual que realmente pretenda tener una influencia en el gobierno, lo que debería hacer es meterse a la administración pública, lo otro es un asunto mediático, de imágenes, porque

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