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Los estudios sobre consumo cultural en México


Enviado por   •  18 de Marzo de 2013  •  Tesinas  •  7.145 Palabras (29 Páginas)  •  489 Visitas

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Los estudios sobre consumo cultural en México

Ana Rosas Mantecón *

El estudio del consumo cultural en México ha vivido un desarrollo vertiginoso en la última década, fundamentalmente porque ha sido estimulado desde disciplinas y ámbitos diversos y por una gama amplia de demandas, que abarcan desde la búsqueda de democratización de las políticas culturales hasta la mejor mercantilización de las industrias culturales. Mientras a principios de los años noventa del siglo XX era notoria la inexistencia de investigaciones sobre públicos, consumo y recepción de bienes culturales, a finales de la década —y coincidiendo con lo señalado por Guillermo Sunkel respecto a América Latina (Sunkel,1999) — éstas no sólo han adquirido centralidad en la agenda de los estudios sobre cultura y poder, sino que también han pasado a ser un ingrediente clave en los procesos de producción al interior de la industria cultural.

Nos encontramos así ante un área de muy reciente impulso, prolífica no tanto en la cantidad de investigaciones pero sí en la diversidad de vetas que se han explorado y en las metodologías puestas en práctica. Ciertamente su desarrollo reciente es notorio y puede ser explicado a la luz de una serie de transformaciones sociales y políticas. Sin embargo, intentaremos demostrar que su consolidación es aún poco previsible ya que, al mismo tiempo, subsisten varias de las dificultades que impidieron su aliento durante varias décadas.

Los ámbitos de generación de investigaciones en consumo cultural

Los impulsos para el desarrollo de las investigaciones sobre consumo cultural han provenido fundamentalmente de tres ámbitos: instituciones gubernamentales de cultura, espacios académicos e industrias culturales.

En su introducción a El consumo cultural en México, un texto que fue fundacional para esta área de estudios, se preguntaba Néstor García Canclini cómo era posible que en un país como México donde, al menos desde los gobiernos posrevolucionarios, se manifiesta una intensa preocupación por extender los vínculos del arte y la cultura hacia las masas, no se hicieran investigaciones sobre públicos, consumo y recepción de bienes culturales (García Canclini,1993). Consideramos que, fundamentalmente, porque el diseño e implementación de las políticas culturales se desenvolvió a lo largo del siglo en un contexto antidemocrático que consideraba innecesarias las evaluaciones sobre su relación con las necesidades y demandas de los públicos. Con contadas excepciones, las instituciones oficiales carecían de diagnósticos que les permitieran formular, evaluar y reorientar con claridad sus políticas. La orientación de los gustos, el origen de clase y el nivel educacional de quienes asisten o no asisten a los diferentes eventos culturales eran —y en alguna medida continúan siéndolo— esencialmente desconocidos para todos los agentes internos y externos a ellos, lo que ha llevado a Lucina Jiménez a considerar en su investigación sobre teatro, una de las primeras en ofrecer una perspectiva sistemática y documentada al respecto, que en lo que toca a públicos nos encontramos frente “al lado oscuro de la sala” (Jiménez,2000).

A consecuencia de lo anterior, en México no existe un ordenamiento sistemático y comparativo de las estadísticas culturales, ni algún organismo dedicado al estudio de este campo. Además, los esfuerzos por generar información diacrónica que permita analizar las transformaciones de los campos culturales no han tenido continuidad: tal es el caso de la encuesta anual del periódico Reforma sobre “El uso de los medios de comunicación en la ciudad de México”, realizada desde 1994 hasta 1999, y con algunas exploraciones en los últimos años en Guadalajara y Monterrey, la cual fue interrumpida sin ninguna explicación.

En este contexto, las primeras investigaciones sobre consumo cultural en museos realizadas en los años setenta y ochenta no tuvieron continuidad ni contagiaron inmediatamente a otras áreas de la cultura. Dentro de estas primeras investigaciones se encuentra la dirigida por Rita Eder sobre El público de arte en México: los espectadores de la exposición Hammer, la cual inauguró el estudio del público de arte en nuestro país (Sunkel,1999).

Pero la sociedad se había ido transformando y era imposible pensar que la efervescencia de las demandas sociales y políticas que pugnaban por una mayor democratización, notoria desde finales de los años sesenta, dejaran intocadas a las instituciones culturales. Ya en los noventa, la ciudad de México comenzó a elegir a sus gobernantes y se multiplicaron las asociaciones civiles que representaban a sectores antes marginados del sistema político, o que carecían de voz para reclamar. Las instituciones gubernamentales se vieron cuestionadas y comenzaron los sondeos sobre los destinatarios de sus acciones. Dos conjuntos de investigaciones, ambas coordinadas por Néstor García Canclini, ejemplifican el impulso que recibió la investigación académica frente a estas demandas institucionales y que definió una de las características de la investigación sobre consumo cultural en México: su estrecha vinculación con el tema de las políticas culturales. Partiendo que una política cultural democrática requiere superar las formulaciones dirigistas y vincular orientaciones globales con demandas reales de la población, los estudios de consumo se veían como necesarios tanto para la adecuada formulación de políticas culturales como para su evaluación.

Públicos de arte y política cultural. Un estudio del II Festival de la Ciudad de México (1991) fue realizado por Néstor García Canclini (también coordinador, como mencionamos), Julio Gullco, María Eugenia Módena, Eduardo Nivón, Mabel Piccini, Ana Rosas Mantecón y Graciela Schmilchuk. A partir de una solicitud de los organizadores del Festival, el gobierno del Distrito Federal, los autores nos preguntamos cómo diseñar políticas culturales para una megalópolis que en ese momento comenzaba a superar los quince millones de habitantes, formada por pobladores provenientes de muchas zonas de México, con tradiciones culturales, niveles económicos y educativos diversos. Se tomó el II Festival de la capital, un programa que durante un mes ofreció 300 espectáculos de teatro, danza, bailes populares, rock y música clásica, como ocasión para confrontar las ofertas culturales y sus dispositivos de comunicación con los modos de recepción y apropiación de públicos heterogéneos. El estudio correlacionado de las interacciones del Festival con los equipamientos culturales de la ciudad, con los gustos de los espectadores y con las maneras en que informaron de los espectáculos

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