Los estudios de posgrado en México
ADRIANSILLOIPN6 de Octubre de 2012
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MARCO REFERENCIAL
2.1 Los estudios de posgrado en México.
2.1.1 Origen y antecedentes.
Los estudios de posgrado han resultado del incremento progresivo de la ciencia. Han sido un modo de transmitir y crear conocimientos en una forma organizada después que se ha obtenido una licenciatura que conduce a una práctica profesional. En México, una vez que el estudioso ha obtenido el título de licenciado y con su cedula profesional correspondiente, ha logrado el reconocimiento o la validez de sus estudios, para poder ejercer en la sociedad una profesión o transmitirla a los demás por la docencia. Después vienen estudios complementarios, especificantés o creativos a los cuales se conoce con el nombre de posgrado que significa después del grado, o más allá del grado.
El posgrado en México corresponde al máximo nivel de estudios que una persona puede aspirar a realizar en nuestras IES. Este nivel tiene una mayor distinción, porque el profesorado y el alumnado que lo conforman, participan en el desarrollo de programas tendientes a profundizar académicamente la formación de profesionales, pues deben aplicar sus conocimientos a la docencia y a la investigación.
Partiendo de un concepto muy general de cultura, como: “el conjunto de conocimientos y creaciones que el hombre ha desarrollado y aprendido sobre el planeta; lo que incluye ciencia, arte y humanidades” (Flores, 1982, p.43); los sistemas de licenciatura constituyen mecanismos de transmisión de la cultura, y los de posgrado, en cambio, corresponden a una clase de medios de proyección más amplia que abarca tanto la transmisión como la creación misma de esta. Este nivel de estudios comprende cursos de especialización, maestría y doctorado, conformando el llamado “cuarto nivel” educativo para diferenciarlo del “tercer nivel”, el “nivel de posgrado” (García, 1982, p. 75).
La necesidad de educación de posgrado surgió en la Europa medieval del requerimiento de preparar profesores universitarios. En las universidades clásicas europeas se otorgaban maestrías o doctorados, como estudios más o menos equivalentes; la finalidad era formar maestros o “doctos” en disciplinas (Resendíz, et al; 1987, pp. 3-7). En América Latina este tipo de estudios aparece en la década de los sesenta, tardíamente en comparación con los países de Europa Occidental y Estados Unidos (Fuenzalida, 1993, p. 69).
La universidad mexicana, como muchas otras latinoamericanas, responde a la universidad colonial, tomando como modelo la de Salamanca, en la cual la investigación científica no era parte de su quehacer, ya que su esfuerzo respondía a las ideas y necesidades de su época; la profundización del conocimiento, la erudición y la formación de profesionales útiles a la sociedad de aquel tiempo, características reafirmadas por el modelo napoleónico de la Universidad Francesa del siglo XIX.
Así, en México la enseñanza en la licenciatura se basa en el modelo europeo que surgió para cubrir las necesidades de la producción derivadas de la revolución industrial que requería profesionistas (básicamente ingeniero) que resolvieran problemas concretos de una forma de producción que se modificaba muy lentamente. El México independiente heredo de la Real y Pontificia Universidad, antecedente remoto de la UNAM, unos cuantos colegios que, con escasos y variados recursos, proporcionaban enseñanza especializada, los cuales eran sin duda, una semilla del posgrado actual (Garritz, 1984, p. 70).
El antecedente para la maestría y el doctorado fue el bachillerato de la Escuela de Altos Estudios fundada en 1910 que, de alguna manera, retomaba la idea de las universidades clásicas europeas; esta se convirtió, 1924, en la Facultad de Filosofía y Facultad DE Ciencias de la UNAM. Uno de sus objetivos fundamentales era el de formar profesores para las normales y la enseñanza media, así como para la investigación y “la alta docencia”. De esta forma, la necesidad de formar nuevos maestros para el sistema profesional universitario forzó a que se estructuraran programas post-licenciatura fundamentalmente creados para nutrir de docentes al pregrado.
La tardía aparición de los estudios de posgrado en México puede ser entendida desde la perspectiva utilizada por E. Fuenzalida, quien estudia el posgrado en 4 países latinoamericanos (Brasil, Colombia, Chile y México) utilizando un enfoque sociológico que destaca la importancia del contexto económico-social global y sus transformaciones para explicar la suerte de este nivel de estudios en la región. Ubica a las políticas de promoción de los estudios de posgrado en el marco de los intentos de “reintegración nacional”, ante el avance del proceso de “integración transnacional y desintegración nacional”. Explica que la década de los sesenta, que por muchos es vista como la década del “desarrollismo”, es en realidad un tiempo en el que los países latinoamericanos entran en un complejo proceso de cambio estructural, que puede caracterizarse, por un lado, como de integración transnacional y desintegración nacional, y por el otro, de intentos de reintegración nacional. Este complejo proceso va alterando poco a poco la estructura social de estos países, dando origen a un segmento transnacionalizado de su población, el cual comparte niveles de ingreso y estilos de vida con los habitantes de los países desarrollados: empresarios, profesionales, altos ejecutivos de empresas, escalones superiores de funcionarios públicos y empleados, y hasta obreros especializados de las empresas de alta productividad. Y al mismo tiempo, se va conformando una nasa de personas que, sin tener acceso a un trabajo estable en el sector dinámico de la economía, se ve forzada a subsistir en la economía informal. La nueva estratificación social crea nuevos frentes de conflicto social.
Este proceso económico y social es acompañado por un proceso cultural y educativo que, por un lado, legitimiza al nuevo orden social que emerge y, por otro, hace posible su reproducción. Los medios de comunicación y las instituciones educativas, que elaboran y distribuyen imágenes y lenguaje apropiados para desempeñarse en la nueva sociedad, tienen una amplia participación en este proceso.
No obstante la velocidad y el alcance de este proceso, la desintegración de la sociedad y de la cultura preexistente no es aceptada pasivamente por todos los miembros de la comunidad nacional, y pronto emergen movimientos sociales y políticos que cuestionan la dirección del cambio y hacen propuestas alternativas para el futuro de sus sociedades. Cuando estos movimientos consiguen llegar al poder político, encabezan intentos de reintegración nacional, de cara al doble proceso de integración transnacional/desintegración nacional (Fuenzalida, 1993, pp. 62-79).
De esta manera, el tardío surgimiento de los posgrados en este contexto económico social, se debe al hecho de que México había sido atraído hacia el nuevo centro transnacional de la economía mundial ya desde mediados de la década de los cincuenta, y estaba avanzando rápidamente por la ruta de la integración transnacional y la desintegración nacional. La formación del personal de alto nivel que se requería para liderear el proceso de cambio estructural ocurría en los centros de excelencia de los países desarrollados, a través de los programas de becas, y no en las universidades nacionales, que se habían quedado rezagadas en el avance científico y tecnológico. Varios autores comparten dicha argumentación: “Hasta fines de la década de los sesenta hubo una gran dependencia de las universidades extranjeras para la formación de científicos y profesionales de alto nivel. Los posgrados nacionales eran escasos y poco significativos” (Arredondo, 1989, p. 60). “Mientras el patrón de industrialización de México –acertado o no, e inevitable o no como etapa de desarrollo- fue la importación de toda la tecnología en que se basaría la producción de bienes de consumo para sustituir los importados, difícilmente se podría justificar que el sector productivo demandara posgraduados, y de hecho no lo hizo durante casi todo el lapso de vigencia plena de tal modelo entre 1940 y 1970. En ese periodo de industrialización con dependencia tecnológica, apenas si fue posible que algunos especialistas, con posgrados obtenidos en instituciones extranjeras, realizaran la labor pionera de fundar y mantener operando centros de investigación sostenidos por el Estado, generalmente pequeños y mayoritariamente integrados por instituciones de educación superior” (Resendiz, 1987, p. 5).
La preocupación por el carácter de la incorporación de América Latina a la nueva economía transnacionalizada, como simple importadora de valores culturales y proveedora de materias primas, es lo que lleva a los sectores mas esclarecidos del mundo de la investigación y la enseñanza superior a plantear una estrategia de desarrollo nacional basado en la ciencia y en la tecnología. En esta estrategia desempeñaba un rol central la formación de investigadores y de ingenieros especializados en el propio país.
En México, la creación de los posgrados aparece como parte de una ambiciosa política de desarrollo nacional, en la que la investigación científica y el desarrollo tecnológico son cruciales para su éxito. Se trata de crear las condiciones para una participación activa en la nueva economía transnacionalizada. Esto explica el lugar privilegiado que se otorga a los estudios doctorales dentro de los de posgrado; lo cual es fundamental para una política de desarrollo nacional basado en la ciencia y la tecnología. La especialización de los profesionales, e incluso los estudios más avanzados a nivel de maestría, tenían claramente
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