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Los orígenes, la vida y la carrera política de Augusto, el primer emperador de Roma

Ortiz266 de Noviembre de 2012

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I. Muchos hechos prueban que la familia de Octavio era antiguamente de las primeras Velitris . Una parte importante de la ciudad se llamaba desde mucho tiempo barrio Octavio, y se mostraba un altar consagrado por un Octavio.

II.Admitida esta familia en el senado por el rey Tarquino el Antiguo. El primero que obtuvo por sufragios del pueblo una magistratura fue C.Rufo, que siendo cuestor tuvo dos hijos, Cneo y Cayo.

Cneo y todos sus descendientes desempeñaron los cargos mas importantes del Estado, pero Cayo y los suyos, bien por suerte, bien por voluntad propia, permanecieron en el orden ecuestre hasta el padre Augusto, primer senador fue su padre M. Antonio, su bisabuelo fue un liberto, cordelero en el barrio de Turio y su abuelo cambista de moneda

III.Su padre C. Octavio gozó considerables bienes y de la estimulación publica, llego con facilidad a las magistraturas más elevadas, desempeñándolas noblemente. Venció a los bessos y a los tracios en una gran batalla, y trato tan bien a los aliados

IV. Nació Augusto bajo el consulado de M. Tulio Cicerón y de Antonio, el noveno día antes de las calendas de octubre, poco antes de salir el sol, en el barrio Palatino cerca de las Cabezas de Buey, sitio donde actualmente existe un templo, un joven patricio, C. Letorio, convicto de adulterio, alegó ante los senadores, para evitar la rigurosa pena impuesta a este delito, su edad, su origen y especialmente su calidad de propietario y en cierto modo guardián del suelo que había tocado Augusto al nacer, y habiendo pedido gracia en consideración a este dios, que era como su divinidad particular y doméstica, se consagró por decreto esa parte de la casa donde había nacido Augusto.

VI. Casa de campo perteneciente a sus antepasados, cerca de Vélitris, la habitación donde fue criado, que es muy pequeña y parece una cocina: las gentes de la comarca creen que nació allí. Deber religioso es no entrar en esta cámara sino por necesidad y con sumo respeto; porque, según antigua creencia, al que tiene la audacia de penetrar en ella asáltanle de repente secreto horror y miedo.

VII. En su infancia se le dió el nombre de Turino, en memoria del origen de sus mayores, o porque poco después de su nacimiento, su padre Octavio venció en territorio de Turino, Puedo asegurar con certeza que se llamó Turino, porque he descubierto una antigua estatuilla de bronce que le representa niño y cuya inscripción, en letras de hierro y casi borradas, expresa este nombre. Más adelante tomó el de César y al fin el de Augusto; uno en virtud del testamento de su tio paterno, y el otro a propuesta de Munacio Planeo; aunque algunos senadores querían que se le llamase Rómulo, por haber sido, en cierto modo, el segundo fundador de Roma; mas prevaleció el nombre de Augusto, porque era nuevo, y especialmente, porque era más respetable.

VIII. Tenía cuatro años cuando perdió a su padre; a los doce, pronunció delante de la asamblea el elogio fúnebre de su abuela Julia; a los dieciséis, tomó la toga civil, y aunque su edad le exceptuaba aún del servicio, recibió recompensas militares el día del triunfo de César por la guerra de Africa. Habiendo partido su tio pocos días después para España, apenas restablecido de una enfermedad grave, le siguió con pocos compañeros por caminos infestados de enemigos, le alcanzó a pesar de un naufragio, le prestó grandes servicios, e hizo que se admirara, además de su conducta durante el camino, la índole de su carácter.

X. La causa y principio de todas estas guerras fue la obligación que se impuso de vengar la muerte de su tío y sostener la validez de sus actos. Así, pues, desde que regresó de Apolonia decidió atacar a Bruto y Casio repentinamente, aprovechando que nada temían; mas viéndoles escapar de aquel peligro, que supieron prevenir, armóse contra ellos de la autoridad de la ley, y los acusó, aunque ausentes, como asesinos. Para asegurar mejor la ejecución de sus designios, quiso reemplazar un tribuno del pueblo, que acababa de morir, y se presentó como candidato, aunque era patricio y no fuese aún senador. Pero fracasando todos sus esfuerzos ante la oposición del cónsul M. Antonio, del que contaba hacer su principal apoyo, y que pretendía someterlo en todo al derecho común y las reglas establecidas, y aun esto poniendo a su connivencia exorbitante precio, se volvió al partido de los grandes, de quienes era detestado Antonio, porque tenía sitiado en Módena a Décimo Bruto y se esforzaba en arrojarle por medio de las armas de una provincia que le había dado César y en la que había sido confirmado por el Senado. Octavio trató de hacerlo asesinar; mas descubierta la trama, y temiendo a su vez por sí mismo, levantó para su defensa y la de la República, un ejército de veteranos, al que colmó de larguezas. Entonces recibió, con el título de propretor, el mando de este ejército y la orden de reunirse con los nuevos cónsules Hircio y Pansa. para llevar socorros a Décimo Bruto. En tres meses y dos batallas terminó esta guerra. Antonio escribe que en la primera huyó, pero es cosa cierta que en la segunda llenó a la vez los deberes de jefe y de soldado, y que, en lo más recio de la pelea, viendo gravemente herido al aquilifero de su legión, tomó el águila sobre el hombro, llevándola largo tiempo.

XI. Habiendo perecido en esta guerra Hircio y Pansa, el primero en la batalla, y poco después el segundo de una herida que recibió en ella, corrió el rumor de que Octavio los había hecho matar a los dos, esperando que la derrota de Antonio y la muerte de los dos cónsules le dejarían único dueño de los ejércitos victoriosos.

XII. Mas cuando supo que Antonio, después de su fuga, había sido recibido en el campamento de M. Lépido, y que los otros generales, con sus ejércitos, se unían al partido adverso, abandonó sin vacilar la causa de los grandes, alegando para justificar su mudanza, las quejas que tenía de los discursos y conducta de muchos de ellos; unos, decía, le habían tratado de niño, y otros habían sostenido que era necesario cubrirlo con flores y elevarlo hasta el cielo , con objeto de dispensarse del agradecimiento que se le debía, igualmente que a sus veteranos.

XIII. Hecha alianza con Antonio y Lépido, terminó también en dos batallas, aunque débil y enfermo, la guerra de Filipos: en la primera le tomaron su campamento, pero consiguió escapar con gran trabajo, ganando el ala que mandaba Antonio. No fue moderado en la victoria, y mandó a Roma la cabeza de Bruto, para que la arrojaran a los pies de la estatua de César, aumentando con sangrientos ultrajes los castigos que impuso a los prisioneros más ilustres cuando, llevaron a los demás cautivos cargados de cadenas delante de los vencedores, todos, y entre ellos M. Favonio, el émulo de Catón, saludaron respetuosamente a Antonio llamándole general, pero prodigaron a Augusto las más crueles injurias. En la repartición que siguió a la victoria, quedó encargado Antonio de poner en orden los asuntos de Oriente, y Octavio de llevar los Veteranos a Italia para establecerlos en los territorios municipales; pero sólo consiguió disgustar a la vez a los antiguos poseedores y a los veteranos, quejándose unos de que se les despojaba, y los otros, de que no se les recompensaba como tenían derecho a esperar por sus servicios.

XIV. L. Antonio, quiso promover disturbios, obligándole Octavio a huir a Perusa, reduciéndole por hambre, pero no sin correr él mismo grandes peligros antes y durante esta guerra.

XV. Tomada Perusa, fue cruel con sus habitantes, contestando a cuantos pedían gracia o trataban de justificarse, entre dos órdenes eligió trescientos de los rendidos, y que los hizo inmolar en los idus de marzo, como las víctimas de los sacrificios, delante del altar elevado a Julio César.

XVI. La guerra de Sicilia fue una de sus primeras empresas, pero la llevó despacio y la interrumpió muchas veces, tanto para reparar el daño causado a sus flotas aun en pleno estío, por continuas tempestades y doble naufragio, como para hacer la paz a instancias del pueblo, que veía interceptados los víveres, amenazándole el hambre. Cuando hizo reparar los buques y adiestró en la maniobra veinte mil esclavos, a quienes dió la libertad, creó el puerto Julio, cerca de Baias, abriendo al mar el lago Lucrino y el Averno; después de ejercitar sus tropas allí durante el invierno, batió a Pompeyo entre Milas y Nauloco, Después de haber hecho pasar un ejército a Sicilia, volvía hacia el continente para buscar el resto de sus tropas, cuando le atacaron de improviso Demochares y Apolofano, legados de Pompeyo, costándole mucho trabajo escapar con una sola nave.

XVII. Al fin rompió su alianza con M. Antonio, alianza siempre incierta y dudosa, mal conservada con frecuentes reconciliaciones; y para demostrar cuánto se separaba su rival de las costumbres de su patria. hizo abrir y leer, delante del pueblo reunido. el testamento que había dejado en Roma, en el que colocaba en el número de los herederos a los hijos que había tenido de Cleopatra. Sin embargo, después de hacerle declarar enemigo de la República, le mandó todos sus parientes y amigos, entre otros a C. Sosio y T. Domicio, cónsules entonces, dispensando también a los habitantes de Bolonia, que desde muy antiguo se contaban en la clientela de los Antonios, de formar bajo sus banderas, como toda Italia.

XVIII. Por esta época hizo abrir la tumba de Alejandro Magno y sacar su cuerpo; y después de contemplarlo, le puso en la cabeza una corona de oro y le cubrió de flores en muestra de homenaje; pero cuando se le preguntó si quería ver también

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