MANUSCRITOS ECONOMIA Y FILOSOFIA KARLMARX
MarlenAlejandra14 de Agosto de 2014
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MANUSCRITOS
ECONOMIA Y FILOSOFIA
KARLMARX
Primer Manuscrito
El Manuscrito n.º 1 consta de nueve folios (l8 hojas, 36 páginas) que fueron unidos por Marx
formando un cuaderno. Las páginas fueron divididas, antes de escribir en ellas, en tres columnas, por medio
de dos rayas verticales. Cada una de las columnas lleva, de izquierda a derecha, el siguiente título: Salario,
Beneficio del Capital, Renta de la tierra. Aparentemente Marx pensaba desarrollar paralelamente estos tres
temas con igual extensión. A partir de la página XXII Marx escribió sobre la totalidad de las páginas, sin
respetar la división en columnas; esta parte es la que, de acuerdo con el contenido, ha titulada: El trabajo
enajenado.
El Manuscrito se interrumpe en la página XXVII.
El prólogo fue escrito al final y está incluido en los folios correspondientes al Manuscrito tercero.
Prólogo
He anunciado ya en los Anales Franco-Alemanes la crítica de la ciencia del Estado y del Derecho bajo
forma de una crítica de la Filosofía hegeliana del Derecho. Al prepararla para la impresión se evidenció que la
mezcla de la crítica dirigida contra la especulación con la crítica de otras materias resultaba inadecuada,
entorpecía el desarrollo y dificultaba la comprensión. Además, la riqueza y diversidad de los asuntos a tratar sólo
hubiese podido ser comprendida en una sola obra de un modo totalmente aforístico, y a su vez tal exposición
aforística hubiera producido la apariencia de una sistematización arbitraria. Haré, pues, sucesivamente, en
folletos distintos e independientes, la crítica del derecho, de la moral, de la política, etc., y trataré, por último, de
exponer en un trabajo especial la conexión del todo, la relación de las distintas partes entre si, así como la crítica
de la elaboración especulativa de aquel material. Por esta razón en el presente escrito sólo se toca la conexión de
la Economía Política con el Estado, el Derecho, la Moral, la Vida civil, etc., en la medida en que la Economía
Política misma, ex profeso, toca estas cuestiones.
No tengo que asegurar al lector familiarizado con la Economía Política que mis resultados han sido
alcanzados mediante un análisis totalmente empírico, fundamentado en un concienzudo estudio crítico de la
Economía Política.
[Por el contrario, el ignorante crítico que trata de esconder su total ignorancia y pobreza de ideas
arrojando a la cabeza del crítico positivo la frase «frase utópica» o frases como «La crítica completamente pura,
completamente decisiva, completamente crítica», la «sociedad no sólo jurídica, sino social, totalmente social», la
«compacta masa masificada», los «portavoces que llevan la voz de la masa masificada», ha de suministrar
todavía la primera prueba de que, aparte de sus teológicas cuestiones de familia, también en las cuestiones
mundanales tiene algo que decir].
Es obvio que, además de los socialistas franceses e ingleses, también he utilizado trabajos de socialistas
alemanes. Los trabajos alemanes densos y originales en esta ciencia se reducen realmente (aparte de los escritos
de Weitling) al artículo de Hess publicado en los 21 pliegos y al «Bosquejo para la Crítica de la Economía
Política», de Engels, en los Anuarios Franco-Alemanes, en donde yo anuncié igualmente, de manera totalmente
general, los primeros elementos del presente trabajo.
Aparte de estos escritores que se han ocupado críticamente de la Economía Política, la crítica positiva
en general, y por tanto también la crítica positiva alemana de la Economía Política, tiene que agradecer su
verdadera fundamentación a los descubrimientos de Feuerbach, contra cuya «Filosofía del Futuro» y contra
cuyas «Tesis para la reforma de la Filosofía» en las Anécdotas (por más que se las utilice calladamente) la
mezquina envidia de los unos y la cólera real de los otros parecen haber tramado un auténtico complot del
silencio.
Sólo de Feuerbach arranca la crítica positiva, humanista naturalista. Cuanto memos ruidoso, tanto más
seguro, profundo, amplio y permanente es el efecto de los escritos feuerbachianos, los únicos, desde la Lógica y
la Fenomenología de Hegel, en los que se contenga una revolución teórica real.
En oposición a los teólogos críticos de nuestro tiempo, he considerado absolutamente indispensable el
capítulo final del presente escrito, la discusión de la Dialéctica hegeliana y de la Filosofía hegeliana en general,
pues tal trabajo no ha sido nunca realizado, lo cual constituye una inevitable falta de sinceridad, pues incluso el
teólogo crítico continúa siendo teólogo y, por tanto, o bien debe partir de determinados presupuestos de la
Filosofía como de una autoridad, o bien, si en el proceso de la crítica y merced a descubrimientos ajenos nacen
en él dudas sobre los presupuestos filosóficos, los abandona cobarde e injustificadamente, prescinde de ellos,
se limita a expresar su servidumbre con respecto a ellos y el disgusto por esta servidumbre en forma negativa y
carente de conciencia, y sofística [sólo lo expresa en forma negativa y carente de conciencia, en parte repitiendo
continuamente la seguridad sobre la pureza de su propia crítica en parte, a fin de alejar tanto los ojos del
observador como los suyos propios del necesario ajustamiento de cuentas entre la crítica y su cuna -la dialéctica
hegeliana y la Filosofía alemana en general-, de esta indispensable elevación de la moderna crítica sobre su
propia limitación y tosquedad, tratando de crear la apariencia de que la crítica sólo tiene que habérselas con una
forma limitada de la crítica fuera de ella -concretamente con la crítica del siglo XVIII- y Con la limitación de la
masa. Finalmente, cuando se hacen descubrimientos -como los feuerbachianos- sobre la esencia de sus propios
presupuestos filosóficos, el teólogo crítico, o bien finge haberlos realizado él y lo finge lanzando los resultados
de estos descubrimientos, sin poderlos elaborar, como consignas contra los escritores que están aún presos de
la Filosofía, o bien saben crearse la conciencia de su superioridad sobre esos descubrimientos, no colocando o
tratando colocar en su justa relación los elementos de la dialéctica hegeliana, que echa aún de menos en aquella
crítica de la misma, que aún no han sido críticamente ofrecidos a su goce sino haciéndolos valer
misteriosamente, en el modo que le es propio, de forma escondida, maliciosa y escéptica, contra aquella crítica de
la dialéctica hegeliana. Así, tal vez, la categoría de la prueba mediadora contra la categoría de la verdad positiva
que arranca de si misma, la... etc. El teólogo crítico encuentra, efectivamente, perfectamente natural que del lado
de la Filosofía esté todo por hacer, para que a pueda charlar sobre la pureza, sobre el carácter decisivo de la
crítica perfectamente crítica, y se considera como el verdadero superador de la Filosofía cuando siente que falta
en Feuerbach un momento de Hegel, pues por más que practique el fetichismo espiritualista de la
«autoconciencia» y del «espíritu», el crítico no pasa del sentimiento de la conciencia.
Considerada con exactitud, la crítica teológica -bien que, en el comienzo, fuese un momento real del
progreso- no es, en última instancia, otra cosa que la consecuencia y culminación llevadas hasta la caricatura
teológica de la vieja trascendencia filosófica y, concretamente, hegeliana. En otra ocasión mostraré en detalle
esta Némesis histórica, esta interesante justicia de la Historia que destina a la Teología, que fue en otro tiempo el
lado podrido de la Filosofía, a exponer también ahora la disolución negativa de la Filosofía, es decir, su proceso
de putrefacción.
[En qué medida, por el contrario, hacen necesaria los descubrimientos de Feuerbach sobre la esencia de
la Filosofía una discusión critica con la dialéctica filosófica (al menos para servirles de prueba) se verá en mi
exposición].
Primer Manuscrito
Salario
(I) El salario está determinado por la lucha abierta entre capitalista y obrero. Necesariamente triunfa el
capitalista. El capitalista puede vivir más tiempo sin el obrero que éste sin el capitalista. La unión entre los
capitalistas es habitual y eficaz; la de los obreros está prohibida y tiene funestas consecuencias para ellos.
Además el terrateniente y el capitalista pueden agregar a sus rentas beneficios industriales, el obrero no puede
agregar a su ingreso industrial ni rentas de las tierras ni intereses del capital. Por eso es tan grande la
competencia entre los obreros. Luego sólo para el obrero es la separación entre capital, tierra y trabajo una
separación necesaria y nociva. El capital y la tierra no necesitan permanecer en esa abstracción, pero sí el trabajo
del obrero.
Para el obrero es, pues, mortal la separación de capital, renta de la tierra y trabajo.
El nivel mínimo de salario, y el único necesario, es lo requerido para mantener al obrero durante el
trabajo. y para que él pueda alimentar una familia y no se extinga la raza de los obreros.
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