Filosofia

La ciudad son los ideales de modernidad.

Se define la modernidad como el surgimiento del hombre como sujeto de conocimiento, con un lugar central en la historia, con pretensiones de universalidad y en tal sentido todo lo distinto entra en categorías de anormalidad, de locura, faltas de “civilización” o irracionales. De allí que este sujeto se presente con pretensiones civilizatorias, ya no es Dios el que tiene las certezas y toma sentido la famosa frase de Descartes “Pienso, luego existo” donde hace de la duda un método: la única certeza que tengo es que existo, si Dios existe es porque yo lo pienso.

Surge la idea de que el mundo existe y entonces este hombre decide conquistarlo, desde un lugar de poder incuestionado, desde una idea de historia donde occidente es el centro, invade América, funda ciudades.

Sin duda el hombre, ese ser social que puede prometer, ha fundado la “ciudad”, esa imagen cinematográfica que lo aleja de sí, entonces comienza lo que llamamos capitalismo, cuando la conquista y saqueo de América Latina se realiza sin piedad, porque es este hombre europeo, blanco, adulto, racional quien puede dominar este mundo inferior, sin razón que necesita el progresismo civilizatorio y el disciplinamiento.

Esta conquista destinada a la acumulación de capital comercial dará lugar al surgimiento del mundo industrial, estableciendo así un nuevo sistema de producción y es el hombre quien hace, constituye y construye la historia. Al parecer esta experiencia europea de superioridad obliga a “desarrollar, someter” a los pueblos americanos y será una exigencia moralista, obviamente esto se debe hacer con violencia si fuera necesario, así lo interpreta el europeo moderno: como un acto inevitable. Al oponerse a este proceso “civilizatorio” los pueblos inmaduros y atrasados tienen la culpa. Esta visión de inocencia de la modernidad y alteridad del otro permite ver la otra cara: el mundo periférico, el indio sacrificado, el negro esclavizado, la mujer oprimida, de esta manera todos víctimas de un acto irracional, contrario a la idea de razón de la modernidad.

En esta “ciudad” fundada se ha generado vida y multiplicado el trabajo, como empleado esclavizado a la eterna rutina, tal como lo muestra el largometraje de 1936, dirigido, escrito y protagonizado por Charles Chaplin “Tiempos Modernos” que constituye un retrato de critica social de las condiciones desesperadas de empleo que la clase obrera debe soportar por la eficiencia de la industrialización y la producción en cadena.

En esta “ciudad”, seguro entre sus muros el hombre espera, con respecto a esto podemos observar en las imágenes del cortometraje “Tiempos Posmodernos”, realizado por Ramiro Cobas en el año 2005, que mientras espera, la conciencia lo conmueve, pero no tiene respuestas. La “ciudad” concentradora se hipertrofia, y no sólo agoniza sino que también decae su habitabilidad. El hombre vuelve a estar solo y la ciudad idealizada es su objetivo. Sin embargo, nada lo sacia excepto el consumo. No se trata de vivir, sino de sobrevivir para consumir y el hombre se consume así mismo.

En esta sociedad posmoderna se reducen las relaciones autoritarias y se acrecienta lo privado, se privilegia lo diverso. La seducción construye nuestro mundo, cada hombre se hace responsable de su propia vida y se vuelca así mismo en búsqueda de verdad y bienestar: el ideal moderno de autonomía individual.

Marc Auge mide la sobremodernidad a partir de tres excesos: información (parcial y tendenciosa que pronto es olvidada), imágenes todo el tiempo, individualización pasiva distinta y distante.

Lipovetsky es claro: los sujetos experimentan en “ellas” un vacío emocional que lleva a prácticas por inercia, sin adherencia y sin sentido (nihilismo) y a lo que Marx llamaría alienación.

Como resultado

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