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Mensaje Sin Destino


Enviado por   •  17 de Junio de 2015  •  982 Palabras (4 Páginas)  •  294 Visitas

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“Nosotros, lejos de perseguir fórmulas que nos pongan en el dominio de las fuerzas tradicionales, intentamos destruir de raíz el estilo de vida de la comunidad, cada vez que el azar nos permite influir en el destino social o cultural de nuestro pueblo. Sin mirar los balances favorables y los signos positivos de las épocas anteriores, buscamos hacer la tabla rasa para empezar una nueva construcción. Por ello, de cambio en cambio, de modificación en modificación, de sistema en sistema, de ensayo en ensayo, hemos llegado, en el afán de borrar el pasado, hasta frustrar nuestra genuina fisonomía nacional”. (Iragorry .Monte Ávila Editores Latinoamericana. Junio 1998. pp. 39 y 40.)

Para el autor, hemos asumido una historia litúrgica y fantástica; aquella historia de las proezas militares de nuestros libertadores; de las guerreras del siglo XIX; en fin, nuestra historia bélica , con cuyo rígido esplendor se ha creído compensar nuestras carencias sociales de pueblo y justamente, la historia de nuestro país no es únicamente la historia bélica, ni tampoco montoneras de caudillos que tienen el nombre revoluciones (Ramon Guillermo Aveledo -citando a Antonio Arraiz- documenta que entre 1830 y 1903 hubo 39 revoluciones en el país y 127 alzamientos): existe una historia civil; existe una historia de valores, costumbres, tradiciones, cultura.

Con un pensamiento patriótico, manifiesta que esta crisis de pueblo, es producida por la falta de sentido histórico del pueblo venezolano.

Empieza por constatar la quiebra de nuestra cultura. Observa que el país carece de responsabilidad. Señala que nos aqueja en demasía la presunción y por ello encuentra que somos una nación antihistórica, que nos hemos acostumbrado a tener una historia preferentemente bélica, repleta de la celebración de la efemérides y, como consecuencia de ello, nuestros escritores de historia se han referido muy pocas veces en sus obras a los valores de la historia civil, a los hechos constructivos de los tiempos de paz, nuestra gente no ha logrado asimilar su propia historia en forma tal que pueda hablarse de vivencias nacionales, uniformes y creadoras, que nos ayuden en la obra de incorporar a nuestro acervo fundamental nuevos valores de cultura, cuyos contenidos y formas, por corresponder a grupos históricamente disimiles del nuestro, puedan, por aquella razón, adulterar el genio nacional.

Lamentablemente andamos lejos de gozar la recia posición constructiva que nos ponga en posesión de aquellos instrumentos de educación cívica. Se rinde culto a los hombres que forjaron la nacionalidad independiente, pero con culto que se da la mano con lo sentimental más que con lo reflexivo. Poco hemos hecho, en cambio, para formar una teoría ejemplar de lo bolivariano; también nos valemos del Libertador para cubrir con los resplandores de su gloria lo opaco e insignificante de nuestra realidad cívica. Y como es padre de todos, cualquiera se cree con derecho a interpretar sus pensamientos, y aún de ponerlos al servicio de intereses extranjeros.

Explica la decisión que habían tomado los gobiernos anteriores en torno a evitar mensajes denigrantes sobre Simón Bolívar, sobre la base (quizá racional o no) del

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