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Mesoamerica


Enviado por   •  17 de Octubre de 2013  •  2.404 Palabras (10 Páginas)  •  184 Visitas

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Poder del Dinero.

"La igualdad de la riqueza debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro, ni ninguno tan pobre que se vea necesitado de venderse”. (Rousseau.)

La concentración de enormes riquezas y de dinero en pocas manos, da lugar al surgimiento de un Poder a escala universal.

El dinero fácil y abundante para especular destruye así la producción real, agrava la depredación ecológica, condena a la miseria a millones de personas... facilita el tráfico de influencias, la evasión fiscal, el tráfico de drogas y de armas... Aquí y allá surgen voces que alertan de los peligros que la economía especulativa, facilitada ahora por las transacciones electrónicas, puede representar para la economía real y para el Estado de derecho un enorme riesgo.

Dicho Poder controla la economía, fundamentalmente el crédito –los bancos- que es como decir la “sangre de que vive toda la economía”.

Que el referido Poder es ejercido en muchos casos en forma arbitraria, tiránica o dictatorial (sin sujeción a ninguna norma moral, al contrario, crea la moral que conviene a su existencia).

Que, a su vez, el mencionado poder del dinero ha originado:

1.- La lucha por la hegemonía económica mundial, es decir, entre los grupos o entre las pocas manos que concentran la riqueza.

2.-El servilismo o dependencia de los poderes públicos o del Estado a los intereses de los grupos económicos, que no es otra cosa que el dominio que ejercen los grupos que concentran la riqueza sobre el o los Estados. En esta observación, también, hay una coincidencia casual, con otra similar que hiciera Carlos Marx en l841: “...es la contradicción entre la política y el poder del dinero, en general. Mientras que la primera predomina idealmente sobre el segundo, en la practica se convierte en sierva suya”.

La gran diferencia radica en que ni Marx ni el marxismo, a pesar de la gran cantidad de obras que publicaron a escala mundial, se ocuparon de expresar esta subordinación perversa de los “poderes políticos” al poder del dinero y, mucho menos, de la “usura nacional o internacional”.

3.- La lucha por el predominio entre los diferentes estados, consecuencia obvia de los aspectos mencionados, facilita que una vez dominados los Estados, sean utilizados por los grupos económico-financieros como meros instrumentos en su lucha por la hegemonía mundial.

4.- La dictadura económica. También consecuencia de la naturaleza del poder que siempre tiende a la unidad, a la exclusividad, al monopolio. En el caso de la economía, esa tendencia es más agresiva, dado que el acceso a ese poder procede de la propiedad personal aun que se trate de sociedades anónimas, siempre hay alguien que tiene más que otro y de la inmediata disposición que se puede hacer de los bienes poseídos, sin intermediación de otras voluntades ni limitaciones morales, que no sean el lucro, la necesidad práctica y el interés egoísta.

Ahora bien, debe deducirse que la existencia del “imperialismo internacional del dinero” no está atada ni se identifica con ningún Estado, Potencia o Poder Nacional en particular. Por lo tanto, se lo debe entender, como un poder y una entidad distinta al de las naciones, ajeno a la estructura de un Estado en particular, dado que su esencia radica en la extraordinaria concentración de riquezas y de dinero, y no en los factores o elementos tradicionalmente constitutivos de un Estado (territorio, población, fuerzas armadas, jurisdicción judicial, moneda, etc.). Es decir, se trata de un poder que no tiene bandera. Queda explícitamente aclarado, cuando Pio XI expresa que ese imperialismo tiene su asentamiento “...donde el bien, allí la patria”.

Lo expresado, no quiere decir que el poder del dinero no opere a través de estados nacionales o potencias. Precisamente, la denuncia respecto al “servilismo de los poderes públicos” o a la esclavitud de un estado o potencia subordinado a los intereses de los grupos, nos advierte sobre la existencia de estados dominados o simplemente usurpados por el poder del dinero, los cuales ejercen una función meramente instrumental, de simple medio.

No distinguir esta diferencia entre el poder del dinero y el poder de los estados o potencias al servicio del primero, es no entender o, lo que es peor, no querer entender lo que ha sido una de las características del siglo XX, en lo que hace a la naturaleza, a la conformación y a la lucha por el poder hegemónico a escala mundial. En otras palabras, es este estadio de la civilización que refleja que estamos asistiendo, más que a una lucha de las naciones entre sí, a una lucha entre grupos económico-financieros que utilizan y dominan a las naciones para obtener el predominio mundial, y la extraordinaria concentración de riquezas en muy pocas manos, hecho que no reconoce antecedentes similares en la Historia Universal.

La falta de percepción de esta diferencia es un grave error, ya sea por ignorancia o ingenuidad, porque anula todo intento y esfuerzo de independencia y liberación del poder del dinero, debido a que se ataca a un enemigo equivocado, se malgastan esfuerzos en empresas inútiles y se entretiene a los pueblos con enemistades y oposiciones dialécticas falsas. Es que, normalmente, ha sido el mismo poder del dinero el que promovió y promueve dicha confusión para su beneficio, en una forma que se asemejaría, en términos religiosos, a lo que se dice respecto a la suprema habilidad del diablo: “hacer creer que no existe”.

John Kenneth Galbraith, considera que dado que el poder interviene en forma tan total en una gran parte de la economía, ya no pueden los economistas distinguir entre la ciencia económica y la política, excepto por razones de conveniencia o de una evasión intelectual más deliberada. Cuando la corporación moderna adquiere poder sobre los mercados, poder en la comunidad, poder sobre el Estado, poder sobre las creencias, se convierte en un instrumento político, diferente del Estado mismo en su forma y su grado, pero no en esencia. Sostener lo contrario -negar el carácter político de la corporación moderna- no implica sólo un escape de la realidad, sino un disfraz de la misma. Las víctimas de ese disfraz son aquellos a quienes instruimos en el error. Los beneficiarios son las instituciones cuyo poder disfrazamos en la forma dicha. Que no quepa duda: la economía, tal como ahora se enseña, se convierte, aunque sea inconscientemente, en parte de un arreglo por el cual se impide que el ciudadano o el

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