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Mesoamérica

yazminkgamez25 de Noviembre de 2013

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Mesoamérica.

Cultura, educación, religión, y gobierno.

Durante cerca de tres milenios, Mesoamérica estuvo formada por una zona nuclear superior y zonas marginales secundarias. En éstas no hubo escritura, ni ciudades planificadas, faltaban la gran escultura, los frescos murales, la organización política imperial y la religión elaborada. Sólo el mercado tarasco hacia el siglo XV constituyó una excepción, ya que obtuvo propios y principales rasgos nucleares, aunque se hallara enclavado en un área que hasta entonces había sido marginal.

Sin tratar de precisar fronteras tan elásticas como dudosas puede decirse que el área nuclear está limitada al noreste por la desembocadura del Pánuco. De allí se inclina hacia el suroeste para unirse al río Lerma y continuar hacia el Balsas medio, siguiendo su curso hasta el Pacífico. Incluye así el Estado de Guerrero, pero no el de Michoacán. Por el sur la frontera se inicia en la desembocadura del río Ulúa en el Caribe, y va hacia el sur incluyendo el lago Yoho a hasta llegar al río Lempa. Fuera ya de la República Mexicana, comprende Belice, Guatemala, el oeste de Honduras y El Salvador.

Por Mesoamérica marginal se entiende todo el resto del occidente de México, tal vez hasta el río Yaqui. La frontera desciende y recorre la Sierra Madre Occidental. Hacia la mitad del Estado de Durango, tuerce al este para alcanzar el río Pánuco. Al sur incluye algo menos de la mitad de Honduras y las islas de la Bahía, el resto de El Salvador y el costado pacífico de Nicaragua, hasta la Península de Nicoya en Costa Rica.

No siempre en el tiempo tuvo Mesoamérica la misma extensión y a lo largo de tres mil años sus fronteras variaron considerablemente, sobre todo en las zonas marginales. Este ámbito geográfico forma la súper área donde nace y se desarrolla la civilización mesoamericana, pero sólo podemos delimitar sus fronteras y caracterizarla mediante una serie de rasgos culturales que, o bien son exclusivos de ella, o bien comparte con otras áreas, pero que en ninguna aparecen agrupados como aquí ocurre. No todos, aun en Mesoamérica nuclear, se encuentran por todas las áreas si bien los que se señalarán a continuación son frecuentes o básicos a la mayor parte de ellas.

Por otro lado, hay rasgos sumamente antiguos que se iniciaron desde antes de la constitución de Mesoamérica aunque continuaron después, mientras que otros se van añadiendo con el tiempo. Los que señalan una cultura superior comienzan con la época olmeca y en las siguientes se les acumulan otros, o se modifican los antiguos.

Como no sería posible ni útil enumerar todos esos rasgos, habrá que señalar sólo aquellos más destacados o definibles así como algunos que se advierten todavía en el México actual.

La manutención se basó en la agricultura: maíz, frijol, calabaza, chile, cacao, muchos frutos y granos, como productos principales. La dieta se completa con algunos animales domésticos, perro cebado, patos, guajolotes y miel de abeja, aparte de productos naturales provenientes de la caza, la pesca y la recolección. La preparación de alimentos tiene refinamientos que deleitaban al paladar indígena. El maíz molido en el metate, cocido con ceniza y cal (nixtamal), logra las tortillas aún básicas en la dieta mexicana. Además hay tamales y varias otras formas de comerlo y aun beberlo. Característica es la chía, usada como bebida, y que también servía para dar lustre a las pinturas. Los hombres trabajaban el campo, siendo la coa el implemento general. Las técnicas agrícolas incluyen irrigación de varios tipos, uso de fertilizantes, chinampas, terrazas para cultivo, aprovechamiento de las riberas de los ríos y, a veces, siembran en pequeños agujeros excavados en la roca. También se plantaba maguey para obtener aguamiel y pulque, arrope y papel. Otros cultígenos de gran importancia son el algodón y el tabaco.

Los hombres vestían braguero de formas variadas y una manta o capa colgada del hombro. Desde el fin de la época olmeca había vestidos tejidos completos de una pieza. Llevaban sandalias, a veces con tacón. Las mujeres usaban falda enredada, y una especie de blusa. Había gran variedad de telas y de técnicas y decoraciones, bordadas, coloreadas a veces, entretejidas con pelo de conejo o plumas. Para la cabeza, innumerables formas de tocados, incluyendo los turbantes, eran apreciadas desde el preclásico inferior. Rostros y cuerpos frecuentemente iban pintados o tatuados. Se adornaban con orejeras, collares, bezotes, narigueras, pulseras, anillos, pectorales, ajorcas de barro, de piedra, de jade y más tarde de metal. Varias deformaciones corporales eran admiradas, como la de los dientes y la cabeza.

Los alfareros produjeron millares de objetos de cerámica con técnicas y decoraciones variadísimas lo que ha resultado el mejor índice para que el arqueólogo distinga los períodos cronológicos. De cestería se tejían petates, canastas, etc., mientras de madera se fabricaba gran cantidad de objetos de los que han sobrevivido tambores altos y con lengüetas, estatuas, canoas y remos, adornos, escudos y armas, mangos de cuchillo, etc., todo ello con frecuencia finamente tallado. El aprovechamiento de la obsidiana tuvo enorme distribución en América, pero la pulida, a veces con técnicas refinadísimas, es exclusiva de Mesoamérica. El tallador de jade y otras piedras logró las piezas extraordinarias que admiramos en los museos, así como espejos de pirita, y una increíble cantidad de cuentas y otros adornos.

Si la arquitectura logró espaciosas casas que incluían hornos subterráneos y temazcales de piedra, rara vez llegaron a la magnificencia de los monumentos religiosos. Fueron característicos varios estilos estéticos que incluyen rasgos exclusivos de Mesoamérica. Particularmente son notables los basamentos piramidales construidos a base de talud y tablero, cuya aparición en el altiplano ya se mencionó y las cada vez más complicadas fachadas de admirable armonía del área maya con techo angular, aunque el arco no llega a completarse. Vastas superficies recubiertas de estuco son también exclusivas de la súper área. Pero si la arquitectura es espectacular y exclusiva, la planificación de ciudades o de conjuntos monumentales llega a alturas sin rival en América. Canchas para el juego de pelota se encuentran fuera de Mesoamérica, pero sólo aquí las hay con anillos de piedra y ninguna de las foráneas puede comparárseles en amplitud y esplendor. De varias ciudades se abrían calzadas de piedra que las conectaban con otras ciudades o pueblos. Puentes colgantes cruzaban ríos y barrancas.

La escultura fue sobre todo un adorno o complemento de la arquitectura, en fachadas, escaleras o el interior de los santuarios, formando parte el conjunto. Con frecuencia representaba alguna deidad allí venerada. Sólo las pequeñas esculturas de piedra pueden considerarse como obras aisladas. La pintura mural, por definición, cae en el mismo rubro. Utilizada en muchas áreas, aunque en profusión y calidades muy variables, decoraba los muros interiores de casas, templos, y algunas veces recubría hasta los exteriores de los edificios, lo que debió haber representado un continuo esfuerzo de conservación. En ambas artes, nuevamente Mesoamérica destacó muy por encima de sus vecinos.

La familia natural era el núcleo de la organización social agrupada en clanes del tipo llamado calpulli. Este combinaba la descendencia física - es decir que sólo pertenecían a él los nacidos dentro de él - con la propiedad comunal de la tierra. Tal vez desde La Venta, y seguramente desde Teotihuacán, la organización tribal había sido dominada por una organización estatal, muy probablemente de tipo imperial. Sostenida por considerable número de empleados públicos, suministraba las funciones necesarias al estado. La aristocracia imperial, prácticamente liberada de las reglas del calpulli, puesto que sus miembros poseían tierras individuales, estaba gobernada por los jefes políticos, militares y religiosos y los más poderosos comerciantes. Tenían esclavos y los llamados mayeques, teóricamente libres pero pertenecientes, más que asociados, a las tierras de los señores. Se trata, por tanto, de una sociedad clasista, aunque estaba abierta la posibilidad de subir de rango por medio del esfuerzo personal. En Tenochtitlan, el emperador era la cabeza de la pirámide humana; jefe supremo o sea “Tlacatecuhtli”, a la vez que sumo sacerdote de Huitzilopochtli, el dios tribal. Los destinos de México estaban, ya desde entonces, en manos de un solo hombre, el eterno pero cambiante señor de los toltecas. Los privilegios de la nobleza, sobre todo los de la familia imperial, eran en parte compartidos por los sacerdotes superiores, los militares y los pochtecas. Estos últimos combinaban los papeles de grandes mercaderes, embajadores, a veces espías, mientras la mano militar acompañaba sus excursiones hasta remotas tierras. Los mercados donde se traficaba intensamente estaban subdivididos según las especialidades y, todavía ahora se conserva en muchos lados la costumbre de verificarlos en días fijos de cada semana.

Este comercio a larga distancia estaba protegido militarmente. Se conoce poco su estrategia, pero se sabe que seguían usando el viejo lanza dardos, aunque desde la época tolteca el arco y la flecha se habían convertido en el arma suprema. También empleaban el macuahuitl, especie de espada de madera con cuchillos de obsidiana incrustados a ambos lados, y unas picas con puntas de metal. Para protegerse eficazmente, los aztecas usaban un peto forrado de algodón y llevaban escudos conocidos desde tiempos muy antiguos. Los que tienen dos manijas son exclusivos de Mesoamérica. En la época final se multiplicó la erección

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