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Mitologia Azteca


Enviado por   •  18 de Enero de 2012  •  2.135 Palabras (9 Páginas)  •  1.473 Visitas

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Mitología Azteca

La mitología más barroca de América del Norte es la azteca, dada la detallada descripción de los grandes dioses de su panteón (es claro que eran politeístas) o la gran variedad de divinidades menores, incluidas las importadas de otras culturas que fueron asimilando a la par que sus victorias territoriales. Una muchedumbre de dioses, desde los etéreos o invisibles a los de forma material, humana o animal, explica la existencia del mundo, su creación y la naturaleza de sus distintas manifestaciones. Los dioses aparecen entre los hombres; hombres vivos personifican a los dioses en la tierra, y los muertos se suman a uno u otro de los mundos sobrenaturales. El hombre mesoamericano no creía únicamente en sus dioses; sino que los esculpía y pintaba, los personificaba en sus ritos, los mantenía dándoles de comer con sus ofrendas, y los mataba en el sacrificio de sus representantes en la tierra, al mismo tiempo que los recreaba y reforzaba enviándoles los sacrificios destinados a sumarse al mundo de lo sobrenatural. En fin, los aztecas desarrollaron muchas ceremonias para relacionar al hombre con los dioses.

En principio, según el mito general de Mesoamérica, y en particular el azteca, la creación del Universo se origina en una pareja de dioses creadores que residían en un cielo superior o treceno cielo; uno se llamaba Tonacateuctli o señor de nuestra carne y, el otro Tonacacihuatl (mujer de nuestra carne) - o por Ometeuctli o señor dos-. Esta pareja tuvo cuatro hijos. (Recordemos que hay muchas fuentes dispersas desde las que reconstruimos la mitología azteca, así que pueden no concordar).El mayor se llamó Tlatlauhqui Tezcatlipoca, "humo de espejo colorado"; el segundo fue Yayauhqui Tezcatlipoca, "humo de espejo negro"; el tercero Quetzalcoatl "Serpiente Quetzal"; e cuarto o menor era Huitzilopochtli "Colibrí zurdo". A Tezcatlipoca el negro se le conoce como el patrón de los jóvenes guerreros (en otros lados se le llamaba Moyocoyani, todopoderoso, el que hace su voluntad sin pedir el consentimiento de nadie).

Pues bien, se dice que el origen del mundo se debe al sacrificio de un dios, ya sea Ometeotl, "dios doble", o Nanahuatzin, quien, en esa constante sacralización del sacrificio, se transforma, en concreto, se arroja al fuego, para dar el mundo a los mortales. Un mundo que también se construye, por voluntad de Ometeotl, a partir de su sacrificio, engendrando en su desaparición a los cuatro Tezcatlipocas. Con ellos se van sucediendo las cuatro edades. La primera, cuando el primer Tezcatlipoca se convierte en el Sol y hace nacer a la humanidad; pero ese mundo termina, por el enfrentamiento entre los cuatro Tezcatlipoca, con la destrucción del Universo por Quetzalcóatl, a través del diluvio, con una humanidad transformada en los peces que habitaron las aguas venidas del cielo. Luego se establece la edad de los gigantes, pero esta era termina con la caída del cielo. En la tercera edad, el fuego celestial arrasó la superficie del mundo; en la cuarta y última edad, el viento asola la superficie terrestre de nuevo y los humanos se transforman en simios. Tras esa cuarta edad, nacen de nuevo los hombres en una tierra renovada también, al tiempo que los dioses salen de nuestro mundo para irse al de los muertos y dejarnos que vivamos sin el peligro de sus rivalidades enfrentadas. Naturalmente, hay diversas versiones del mito de la creación, alguna de ellas con tres edades, en las que los hombres son de arcilla, de madera y de maíz y otra con cinco edades. Pero todas ellas coinciden en señalar que nuestro mundo ha conocido muchas mutaciones y que otras nos esperan en cada final del tiempo, bajo la mirada atenta del dios principal, Huitzilopochtl.

El mito Azteca, como todos los mitos de la América Central, giraba alrededor de la muerte; su religión exigía sacrificios de sangre y se movía alrededor de una pléyade de divinidades de la muerte y de otras muchas entidades menores y terribles. Sobre todas esas criaturas del tenebroso mito infernal regían, desde el círculo noveno, el más recóndito del universo oscuro de Chicnaujmichtla, los esposos Mictlantecuhli y Mictecacihualtl. El Universo estaba compuesto por una serie de planos paralelos, que iban desde los nueve, o trece, exteriores, en donde tenían su morada los dioses, hasta los de planetas y astros que se ven en el firmamento, pasando por los cielos de colores. Bajo el plano de nuestro mundo, debajo de ese disco que está en el centro mismo del Universo, rodeado de agua en toda su periferia, se sucedían los planos paralelos, que aquí sumaban nueve, terminando en ese infierno al que iban las almas de los seres anónimos. Allí llegaban tras un camino de cuatro años a través de muchas y duras pruebas aquellas ánimas que no habían sido elegidas por Huitzilopochtl, el gran dios supremo y divinidad del Sol, quien se preocupaba sólo de la muerte de sus elegidos, los guerreros, o por Tlaloc, el dios de las lluvias y el agua, a quien correspondían los que habían muerto por las aguas exteriores del cielo y de la tierra, por las tormentas y los rayos, y por causa de enfermedades relacionadas con las "aguas" interiores del cuerpo humano.

Nuestro mundo, como los cielos situados bajo los dioses, tiene cuatro colores que sitúan sus cuatro partes componentes: frente al negro del país de la muerte, situado al Norte, está el azul, que corresponde al país del Sur; y frente al Levante de color blanco, está el Poniente de color rojo.

Como es natural, el dios más importante del panteón azteca, Huitzilopochtl, era también el dios de la guerra, ya que éste era el oficio por excelencia de la casta superior, fuera de la pareja y rival actividad sacerdotal que le rendía culto a él, sin descuidar la rígida y completa administración de la vida pública y la ordenación de la privada. Huitzilopochtl, hijo de la virgen Coatlicue, y hermano de una única mujer y de los cuatrocientos del Sur, era la divinidad primera, a quien se atribuía la guía del pueblo azteca desde Aztlán, en el norte en el territorio conocido como la tierra de las grullas, hasta la orilla del lago Texcoco, en donde asentaron la capitalidad de su imperio. El dios supremo era, naturalmente, hijo de una virgen, como suele hacerse en todas las mitología con los dioses primeros, y se dice, para centrar la razón de esa virginidad, que Coatlicue viajó embarazada por obra del cielo,

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