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Mitologia De La Revolucion


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2012  •  1.583 Palabras (7 Páginas)  •  335 Visitas

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Arnaldo Córdova.

La mitología de la Revolución Mexicana.

2002

La mitología de la Revolución Mexicana.

En cierta ocasión al dar inicio una conferencia que impartió en la antigua Escuela (hoy facultad) de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, don Jesús Silva Herzog afirmó: "Los mexicanos tenemos dos deidades: Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe y Nuestra Señora la Revolución Mexicana". En el México de hoy, no cabe duda, se trata de nuestros dos principales tradiciones populares que son, en todo y por todo, también asuntos históricos. ¿Qué es un mito? Difícilmente habrá un acuerdo total entre dos estudiosos en torno a lo que el mito es. Pero muchos coinciden en que se trata, en primer término, de una forma de memoria colectiva, un registro del pasado en el que se plasma un evento real o imaginario o héroes (también reales o imaginarios) o divinidades que marcan el inicio de una identidad espiritual de una comunidad, un pueblo o una nación; algo o alguien que dan sentido y voluntad de vivir a sus integrantes.

Georges Sorel lo identificaba , precisamente, como una voluntad colectiva de creer y de querer que forma el verdadero contenido de la conciencia histórica de un pueblo. La historia, como una concatenación de hechos reales y particulares, es una cosa; la historia como conciencia, una muy otra. Ésta es la que forja el mito. Pero el mito no es mera fantasía ni invención extra lógica. También es un hecho real, forma parte de la vida cotidiana espiritual de los hombres y la informa y le da cohesión. En todo caso, la historia genera de inmediato el mito y lo hace suyo para poder explicarse a sí misma y darse un sentido y un significado a nivel popular. La Revolución Mexicana generó sus mitos en los momentos mismos en que estaba ocurriendo: sus hechos políticos y militares, sus dirigentes, sus organizaciones y primeras instituciones, sus lemas, ideas y programas, entraron de inmediato en la conciencia popular del mito y ésta lo siguió recreando e, incluso, dándole nuevos contenidos y formas de expresión, aún después de que la gran lucha armada había terminado y se había convertido en historia. Flores Magón, Madero, Zapata, Villa, Obregón, Carranza, Blanco, Alvarado, Diéguez, Cananea, Río Blanco, Ciudad Juárez, Torreón, Zacatecas, Celaya, el Programa de 1906, el Plan de San Luis, el Plan de Ayala, la Ley del 6 de enero de 1915, la Constitución de 1917, el agrarismo, la justicia social, el ejido inspirado en la colectivización soviética, todos se convirtieron en historia, a través de ellos se hizo la historia; pero la conciencia popular, entre la masas cada vez más y mejor organizadas, se volvieron mitos, algo que rebasó lo que fueron en su momento y re redimensionó permanentemente: el valor, el heroísmo y las hazañas de los hombres (Zapata, que aún cabalga en su caballo blanco por las montañas de Morelos; Villa, que al atacar Columbus consumó la "primera" invasión mexicana a territorio estadounidense; Obregón, el gran vencedor de Villa en Celaya); la bondad de las leyes y la majestad de los principios; las gestas del pueblo trabajador; la esperanza siempre ardiente de un futuro justo; el orgullo de sentirse parte de todo eso y de sentirlo propio, en lo más recóndito de la intimidad del ser personal y colectivo.

El mito es como esos cristales triangulares de aumento chinos, en cuyos vértices, sobre un cabello se graba, con unos cuántos de trazos microscópicos, lo que en la base opuesta se puede observar como un paisaje maravilloso, un conjunto multiforme de riqueza de formas que la fantasía vuelve todavía más esplendoroso. Así fue durante decenios el mito de la Revolución Mexicana en la conciencia de las masas. Nunca fue igual a sí mismo, porque la historia continúa y siempre tiene algo que agregar. Así, el mito se renueva constantemente. El ideal de la reforma agraria, por ejemplo durante el decenio de la revolución, fue la pequeña propiedad y no el ejido. Después de 1922 lo fue el ejido, como una unidad de producción. Durante ese mismo decenio la clase obrera casi no se hizo presente, excepto en la gran huelga general de los electricistas en 1916, que Carranza sometió a sangre y fuego. Ya en los primero años veinte comenzó a ser la fuerza política más importante en el movimiento de masas. Entonces estas comenzaron a forjar su propia mitología. Los grandes compromisos de la Revolución, en la ardua tarea de edificar el nuevo Estado nacional, se fueron aplazando por casi cuatro lustros. Las masas esperaban y las cosas seguían igual que antes. A los antiguos dominadores habían sucedido los nuevos y las causas de la gran insurgencia revolucionaria estaban todavía en pie. En la década de los treinta surgió el cardenismo, primero como promesa y después

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