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ORIGEN DE LOS CALENDARIOS


Enviado por   •  7 de Marzo de 2015  •  1.983 Palabras (8 Páginas)  •  245 Visitas

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Un calendario es un sistema de medida del tiempo establecido por la sociedad para las necesidades de la vida civil, con la división por conveniencia del tiempo en ciertos intervalos como son los días, meses y años. Las divisiones de los calendarios se basan en los movimientos de la Tierra y su consecuencia, que son las apariciones regulares del Sol y la Luna.

La vida de la sociedad se ve influida enormemente por la rotación de la Tierra, que provoca la sucesión de los días y de las noches, siendo ambas en principio de diferente duración. Ya en la antigüedad, el hombre se dio cuenta de que a pesar de que los intervalos de luz y de oscuridad eran de diferente duración (según las estaciones del año), sin embargo la suma de dos intervalos consecutivos de luz y oscuridad daba prácticamente una constante (hoy sabemos que no es estrictamente constante debido a los fenómenos astronómicos contemplados en la ecuación de tiempo). Así surgió la división de tiempo básica en todos los calendarios: el día, entendido éste como la agrupación de un intervalo de oscuridad y otro de luz contiguos.

Según Aquilino Morcillo, la primera referencia literaria al día, noche, mes y año, proviene del poema Gilgamesh, escrito en caracteres cuneiformes y que narra las míticas aventuras de este príncipe de la ciudad sumeria de Uruk, que vivió sobre el año 2750 a. de C. La escritura la habían inventado los sumerios sobre el 3300 a. de C. Posteriormente, en la Biblia hay además referencias a la semana y a la hora, y conocemos que los babilonios ya dividían el arco en grados y minutos.

La observación astronómica, en la que los primitivos pueblos agrícolas eran maestros, tuvo una gran importancia, tal y como nos muestran las reliquias megalíticas supervivientes de esos pueblos, como las de Stonehenge en Inglaterra, empezado a construir hace 5000 años, las pirámides egipcias, mayas y aztecas o el intihuatana inca de Machu Pichu.

En primer lugar, hay que destacar la razón de ser de estas construcciones en su aplicación de calendarios, ya que un pueblo agrícola sin escritura necesitó conocer con exactitud la duración del año y de las estaciones, al objeto de prever labores tan vitales como la siembra y la recolección, lo cual no es difícil comprobando, al observar el Sol, que en los equinoccios el día tiene una duración igual a la noche en toda la Tierra (del 20 al 21 de marzo y del 22 al 23 de septiembre), mientras que en los solsticios, las duraciones del día son máximas respecto a las de la noche (21 al 22 de junio para el hemisferio norte), o mínimas (21 al 22 de diciembre). La duración exacta del día y de su noche podía observarse por la posición de las estrellas en el firmamento, pues dado un momento en el día en el que las estrellas ocupan cierta posición, al transcurrir exactamente un día sidéreo volverán a estar en el mismo lugar; y para conocer la duración del día, los sumerios empleaban ya en el 2025 a. de C. la sombra del gnomon, o barra clavada en el suelo.

Al observar la Luna, resulta fácil comprobar que cada 29 días y medio (en números redondos, cada 30 días), existe luna llena. A este período lo llamaron mes. Un año comprendía 12 períodos de lunas llenas o meses, por lo que su duración era de 360 días. Aunque en realidad era de algo más de 365 días, había cuatro días al año en los que reajustar el calendario, por lo que el error estaba siempre bajo control. El hecho de que los calendarios megalíticos prevean hasta la determinación exacta de la fecha de los eclipses, mucho más de lo necesario para determinar los ciclos estacionales agrícolas, es debido a que al ligar la religión y los dioses a los astros, los sacerdotes debían conocer cuándo se ocultaban o manifestaban a los mortales, y cuál era el superior.

El periodo de tiempo que tarda la Tierra en girar 360º sobre sí misma es lo que se conoce como día sidéreo, es el tiempo que se tarda en volver a ver una estrella atravesando el meridiano del lugar. Pero lo anterior no es aplicable al Sol, pues a lo largo de ese intervalo de tiempo, la Tierra se ha movido apreciablemente en su trayectoria alrededor del mismo, y éste tarda unos pocos minutos más que la duración del día sidéreo en volver a atravesar de nuevo el meridiano del lugar. Las estrellas están situadas a distancias enormemente mayores que el tamaño de la órbita de la Tierra, lo que hace que aparezcan prácticamente en la misma dirección desde cualquier punto de la órbita de ésta.

Se ha dividido (quizás de manera algo arbitraria) el día medio en 24 intervalos idénticos llamados horas. Estas a su vez se han dividido en 60 intervalos llamados minutos. A su vez éstos se dividen en 60 segundos. Esta división, que probablemente no es la mejor desde el punto de vista racional, se debe a la tradición histórica, y a pesar de los grandes esfuerzos realizados por la Revolución Francesa para implantar el sistema decimal y sustituir el sistema sexagesimal, actualmente todavía persiste éste último, utilizándose aun en todas las ramas de la ciencia.

La cuestión es el por qué los sumerios, que partían de un año de 360 días y un círculo de 360 grados, dividieron los días en 12 horas dobles (24), la hora en 60 minutos, y muchos siglos después, el minuto se dividió en 60 segundos, la respuesta exige remontarse a una época ágrafa en la que se contaba con los dedos, de la que surgen no sólo los sistemas decimales, sino los de base duodecimal y los de base sexagesimal.

Hoy en día, existen artículos que en occidente se compran por docenas, tales como los huevos o las ostras. Georges Ifrah, al observar a pueblos actuales que aún cuentan con las falanges de los dedos de una mano en Egipto, Siria, Irak, Afganistán,

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