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Plomo cerrado


Enviado por   •  9 de Marzo de 2014  •  2.336 Palabras (10 Páginas)  •  175 Visitas

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Plomo cerrado

El desequilibrio estratégico de la revolución bolivariana

Por: Luis Aponte | Miércoles, 20/10/2010 10:19 PM | Versión para imprimir

Con esta reflexión queremos hacer una contribución al debate con respecto a la situación actual de la revolución bolivariana. Los resultados electorales en las Parlamentarias 2010 nos acercan, para bien o para mal, a un importante punto de inflexión, siendo un deber de cada revolucionario hacer sus respectivos aportes al diagnóstico de la situación.

Como es generalmente aceptado, la producción petrolera y la distribución de su renta ha sido por más de cien años el centro de la lucha de clases en Venezuela, desde los años del gobierno de Cipriano Castro hasta nuestros días.

El modelo económico capitalista impuesto a Venezuela a través de la alianza anti-patriótica de la oligarquía criolla con el imperialismo yanqui, provocó entre otras consecuencias, la atrofia de la producción agrícola nacional. El país fue conducido a una extrema dependencia alimentaria bajo la famosa figura de la “agricultura de puertos”. El campesinado pobre fue forzado a abandonar masivamente la tierra, ora por hambre y desatención, ora por la expulsión compulsiva llevada a cabo por la clase terrateniente, imbricada con los factores del poder estatal. Inmensas extensiones de tierra arrebatada a sus legítimos dueños fueron sometidas a ineficientes métodos de producción o simplemente se mantuvieron ociosas.

Las ciudades de la región norte-costera se fueron copando de campesinos pobres y sin tierra que engrosaron los cordones de miseria que circundan a aquellas. Al saturarse los espacios dentro de las ciudades apareció el fenómeno suburbano, con igual o mayor grado de pobreza, miseria y exclusión.

En lo social surge un inmenso y crónico “ejército de reserva”: los llamados despectivamente “marginales” o “lumpen”. Generaciones completas que nunca llegan a vender su fuerza de trabajo en el mercado capitalista formal o sólo lo logran ocasionalmente. Masas que sobreviven de las migajas de la renta petrolera.

Con un capitalismo atrasado y dependiente, las grandes concentraciones de la clase obrera venezolana se vieron por décadas reducidas y aisladas en la industria petrolera y en otras industrias básicas extractivas, de posterior desarrollo. Allí donde los núcleos obreros alcanzaron cierto grado de organización masiva, la lucha sindical fue pasto de la influencia ideológica y política de la burguesía, dando origen y sostén a organizaciones cupulares, al estilo mafia, como la CTV. Era la renta petrolera jugando un papel contrario a los intereses del proletariado.

Bajo el impacto petrolero se invirtió la estructura poblacional venezolana pasando la población urbana y suburbana a ser mayoritaria con respecto a la rural. Las ciudades se constituyeron en centros cosmopolitas, y muy anarquizados, donde se concentraba la actividad gubernamental, comercial, de servicios y la raquítica producción fabril, amén de nicho de actividades delictivas de todo tipo. Allí, un segmento minoritario de la población contrastaba, en riqueza y opulencia, con una mayoría empobrecida y excluida, social, económica y políticamente.

En paralelo, el campo venezolano se encontraba postrado, sus pobladores pobres expropiados y explotados, y sus sectores medios sometidos a la dictadura de los oligopolios agroindustriales (asociados con el capital transnacional) y del sector oligárquico financiero. Bajo el esquema de la economía de enclave neo-colonial, el bloque oligárquico amenazaba constantemente con el empobrecimiento y desaparición de los sectores medios del campo. La “reforma agraria” puntofijista representó la guinda del gran pastel con que las clases dominantes celebraron la derrota del movimiento insurreccional de la década de los sesenta.

Quizás sea un atrevimiento nuestro, dado nuestros escasos conocimientos del materialismo dialéctico, caracterizar al fenómeno someramente descrito como la expresión particular de la contradicción fundamental de la sociedad venezolana.

Era evidente que a la largo del siglo XX el país había cambiado bajo el impacto de la producción petrolera y la forma de distribución de su renta. A pesar de los chucutas y siempre pro-imperialistas políticas de sustitución de importaciones, de reversión anticipada y con indemnización de la industria petrolera, de la Gran Venezuela sub-imperialista y, por último, de la aplicación de las recetas neo-liberales del FMI, este modelo hizo crisis terminal en la última década del siglo XX, dando paso a la Quinta República bolivariana, con el liderazgo indiscutible y carismático de Hugo Chávez.

Con la llegada del gobierno revolucionario en 1999, el asunto de la soberanía alimentaria es el primer y gran reto socio-productivo con que se enfrenta la novel revolución bolivariana. No obstante, la renta petrolera –necesaria para el apalancamiento de cualquier política revolucionaria- siguió fluyendo hacia los bolsillos de oligarcas y transnacionales. Es desde el año 2003, una vez rescatada PDVSA de manos de la oligarquía y del imperialismo, cuando se actúa firmemente sobre esta contradicción a través de la política llamada Siembra Petrolera. La renta petrolera empieza ahora a servir al propósito revolucionario del bloque social popular, otrora marginado.

Todo ello hace de la política de Siembra Petrolera una línea estratégica revolucionaria, que no obstante los problemas o retardos en su implementación, ha arrojado resultados positivos, sobre todo en su aspecto cuantitativo. El éxito relativo de la política de Siembra Petrolera lo podemos palpar en la medida en que ha empezado a resolver, a favor de la revolución, la contradicción soberanía alimentaria-agricultura de puertos, derivación como hemos señalado del modelo capitalista dependiente venezolano. Sin haber alcanzado aún todos sus objetivos (cuantitativos y cualitativos), su influencia positiva es innegable. Sin ella, hace tiempo la revolución bolivariana hubiera entrada en crisis.

Ha surgido en el campo un bloque social que va desde la clase obrera rural, pasando por el campesinado pobre, pescadores, artesanos, los pequeños y medianos productores, sectores universitarios, hasta sectores empresariales agroindustriales de carácter no oligopólico. La política de Siembra Petrolera ha sentado las bases de esta alianza social, que lógicamente no es perfecta, pero constituye un modelo a seguir para el trabajo revolucionario en el ámbito urbano y suburbano. Es necesaria conservarla y fortalecerla a fin de dar el salto cualitativo que permita cerrar definitivamente todo un ciclo histórico.

Ejemplo del impacto positivo de la política de Siembra Petrolera, son los resultados en las recientes Parlamentarias 2010. Gracias al voto mayoritario alcanzado en los circuitos electorales predominantemente rurales, la revolución logra mantener una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Si bien es cierto que se produjo un retroceso nacional del voto revolucionario, este retroceso fue mucho menor en los circuitos rurales que en los circuitos urbanos o suburbanos. Para constatar esta realidad, basta echar un vistazo detallado a los resultados electorales tomando en cuenta la ubicación geo-social de cada centro electoral. De paso, este apoyo electoral ha sido consistente a lo largo de varios procesos.

Sin embargo, la potencialidad de la política de Siembra Petrolera podría ser mayor si se logra equilibrar con una política equivalente dirigida a lo urbano.

Como lo hemos venido asomando, para explicar parte de lo sucedido el 26S y en otros procesos electorales recientes, partimos del siguiente supuesto: el proceso de resolución de la contradicción campo-ciudad (contradicción creada por el capitalismo dependiente venezolano) ha sido acentuadamente abordado por la revolución en una de sus partes contrarias, es decir, en el campo. Esta manera de tratar esta contradicción (que tiene dos partes, que aunque opuestas están unidas) ha puesto de bulto un desequilibrio estratégico (campo-ciudad) que ahora amenaza a la misma revolución.

Con ello no queremos decir que la revolución no haya hecho nada en las ciudades, sino más bien que la incoherencia, descoordinación, desconexión, desorganización, ausencia de direccionalidad o división de la misma, falta de planificación, discontinuidad, falta claridad en los objetivos y metas, y un largo etcéteras de debilidades, han redundado en una ineficiencia y ineficacia revolucionaria en los grandes centros poblados, que no puede sino oxigenar al burocratismo como cultura heredada. Es la ausencia de una política revolucionaria “matriz” correctamente aplicada en las ciudades (análoga a la de Siembra Petrolera en el campo) la que genera estos males, y no al revés, como en forma por lo demás idealista plantean algunos camaradas, dándole a la burocracia venezolana igual estatus que la burocracia soviética, es decir, un rol de clase social neo-capitalista que no tiene o por lo menos nadie nos ha convencido científicamente de su existencia. Pero eso en tema de otro análisis.

Hoy, la principal debilidad de la revolución bolivariana (y la principal oportunidad para el enemigo) está representada en la ausencia de una política revolucionaria tendente a resolver la contradicción campo-ciudad, que trate con similar rigurosidad al otro aspecto de la contradicción (el urbano). La gestación de este gran desequilibrio, de no tratarse a tiempo y permitir al enemigo obrar a su antojo sobre él, podría, por ejemplo, repercutir en una derrota electoral similar a la sufrida por el sandinismo en 1990, o en una confrontación violenta entre dos bloques sociales con fuerzas muy parejas: uno con base en el campo y otro en las ciudades. Ninguno de estos escenarios es deseable bajo el supuesto de mantener el carácter pacífico de la revolución bolivariana, ajeno a todo pacto con la burguesía o desenfreno revolucionario.

En principio, podríamos reconocer en lo rural el aspecto principal de la contradicción campo-ciudad, lo cual lógicamente implica prioridad. Sin embargo, es tal el desequilibrio producido que hoy podríamos señalar que el desarrollo dialéctico de la contradicción campo-ciudad ha determinado que su aspecto principal sea ahora lo urbano y suburbano.

Históricamente, el manejo de la contradicción campo-ciudad ha sido un factor determinante en procesos revolucionarios victoriosos, y también fracasados. Este asunto se planteó con fuerza durante la revolución rusa, la revolución china y la revolución vietnamita, por citar sólo casos emblemáticos. Fue muy mal tratado por las fuerzas revolucionarias en Camboya (lo que provocó su estrepitosa caída, desmoralización y desprestigio internacional). Mientras la tierra siga siendo un medio de producción fundamental para la humanidad, la contradicción campo-ciudad –y todo el entramado de lucha de clases que lo envuelve- seguirá siendo también un tema fundamental.

Tratar acertadamente el aspecto urbano de la contradicción campo-ciudad implica zambullirse y desentrañar el entramado de las contradicciones internas de las ciudades, que dada su mayoría poblacional, constituye una tarea de primer orden.

En las ciudades venezolanas impera con fuerza el modelo económico consumista e improductivo del capitalismo rentista. Sus dispositivos ideológicos gozan de alta penetración incluso entre los sectores populares. Algunas instancias de sus gobiernos locales están controladas por la contrarrevolución, lo que les da acceso a importantes recursos del poder estatal. En las principales ciudades se ubican geopolíticamente los reductos y cuarteles generales del poder oligarca representado en las rectorías de universidades públicas “autónomas”, en la alta jerarquía eclesiástica, los principales medios de comunicación pitiyanquis y las bases sociales “escuálidas” más recalcitrantes, trasculturizadas y llenas de mucho odio y temor a la revolución y al socialismo. La delincuencia, con el narcotráfico a la cabeza, ha decretado un virtual toque de queda en algunos barrios populares urbanos, imponen a segmentos de la juventud popular su cultura de violencia y consumo (de la mano del capitalismo), y hasta en algunos casos llegan a “administran justicia”.

El avance electoral de la contrarrevolución entre los sectores de la clase media en sus estratos bajos urbanos e incluso entre el sector popular, unida a la intermitente abstención que afecta mucho más a la revolución que a la contrarrevolución, denota una situación potencialmente peligrosa (la abstención más alta se produce entre la juventud de los sectores populares urbanos). El relativo éxito de la revolución en el campo ha puesto de bulto un desequilibrio estratégico (campo-ciudad) que tiende a profundizarse. No puede impunemente la revolución resolver uno sólo de sus aspectos (el rural) sin tomar en cuenta o malinterpretando las conexiones existentes entre ambos aspectos de la misma contradicción (la unidad de los contrarios).

Es menester elaborar una política audaz y de profundidad de objetivos que tenga como meta la incorporación activa a la revolución de las clases y sectores sociales urbanos y suburbanos, en estrecha alianza con el bloque social del campo. Muchos de los componentes de esta eventual política están en curso y sólo requieren un adecuado ensamblaje, una organicidad y direccionalidad dentro de una política más general, lo cual pasa por la comprensión política de la tarea y el combate a los elementos ideológicos que puedan desviarla. Otros componentes de esta necesaria política habrán de ser diseñados partiendo, lógicamente, de nuestras concretas realidades Las 3R al cuadrado, poder popular, pueblo legislador, implican radicalizar la participación y el protagonismo del bloque social objetivamente en colisión con el imperialismo y su modelo de capitalismo globalizado.

Pero, obras son amores. Se requiere transformar las bases materiales de vida de millones de venezolanos y venezolanas de las ciudades y zonas suburbanas, transformación que sirva de soporte para una nueva ética, una re-culturización y una re-ideologización, y por ende, una “re-polarización democrática”. Que esta estrategia se traduzca en una política que englobe los distintos frentes, ese es el reto.

Lo cierto es que “en Venezuela no existen cuatro millones de oligarcas”. Pero dada la complejidad del asunto, el análisis debe ser riguroso y científico. Cuando hablamos de bloques sociales nos referimos a clases y sectores sociales objetivamente enfrentados con el capital monopolista imperial y sus lacayos, por un lado, y a clases y sectores sociales aliados con el imperialismo. Nos negamos a hablar de “multitudes” amorfas, puesto que hacerlo así implicaría pasar por alto el método marxista al desconocer la esencia clasista de las contradicciones, es decir, la universalidad de la contradicción.

Es pues responsabilidad de la dirección revolucionaria, en todas sus corrientes e instancias, contribuir a la resolución del problema, con creatividad y espíritu unitario de lucha, alejados de toda solución dogmática-burocrático-administrativa como el simple “corte de cabezas”, que asemeja más a un vulgar “quítate tú pa’ ponerme yo”, que a un necesario refrescamiento estratégico, donde lo ideológico tiene mucho que ver. Recordemos al camarada Mao quien nos decía que el que piense que los problemas ideológicos y políticos se corrigen sólo con medidas administrativas, está tremendamente equivocado.

Sentimos que la Escuela Superior de Política del PSUV, la convocatoria a la formación de Polo Patriótico y que el Comandante-Presidente se ponga personalmente al frente del problema de la vivienda, son acciones que están en esa dirección. Pero falta mucho más. Pongámonos a estudiar y a trabajar para dar nuestra contribución.

PATRIA SOCIALISTA O MUERTE, VENCEREMOS

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