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Problemas De La Educación básica En México

ingpam10 de Febrero de 2015

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INTRODUCCIÓN

En la historia educativa y de las políticas educativas del país el currículum de educación básica ha tenido un papel de particular relevancia al ser el dique mediante el cual la política estatal y sus grandes orientaciones ideológicas se podían traducir al ámbito específico de la formación de los niños y adolescentes: el currículo ha reflejado la visión del mundo, los proyectos políticos y la lectura de la realidad social y cultural del país en varios momentos de su desenvolvimiento histórico. Asimismo, el currículum, a través de los planes y programas de estudio, ha reflejado la teoría del conocimiento en boga, la teoría educativa y la metodología didáctica considerada pertinente para lograr los objetivos educativos, mismos que se han expresado en los proyectos, iniciativas de ley, leyes, reglamentos, dictámenes e instrumentos relacionados con la educación pública del país (Meneses, 1998b; Latapí, 1998a). Los contenidos educativos —a los cuales siempre se asocian las metodologías de la enseñanza y la formación de maestros— fueron pieza clave para allanar el camino de las intervenciones estatales en el ámbito educativo. Desde que México se vuelve un país independiente, 1 el tema del currículum respondió primero a motivos políticos y después a razones pedagógicas. Por motivos políticos, cuando el poder del Estado-nación no se afianzaba —situación típica durante casi todo el siglo xix hasta el Porfiriato y, posteriormente, en los tiempos de la revolución de principios del siglo xx y hasta iniciada la década de los años cuarenta— lo que hacía de la educación y los proyectos curriculares un espacio de encuentro hegemónico, es decir, un vehículo para afianzar el proyecto político de los grupos de poder en turno (Bolaños, 1997; Meneses, 1998b). Por razones pedagógicas, una vez lograda la estabilidad política por efecto de la capacidad hegemónica de las asociaciones políticas.

1 Después de la Independencia de México, durante el periodo de 1821-1867, en la enseñanza “regía irremediablemente los bandazos políticos del país, ya en manos de los conservadores, ya de los liberales, al margen del mérito de los distintos planes de estudio o de las iniciativas valiosas de los diferentes regímenes”. Durante ese periodo los gobiernos en turno fueron incapaces de hacerse cargo de la enseñanza elemental en buena parte debido a la inestabilidad política del periodo. En los 45 años que duró este periodo, que Meneses denomina etapa de “preparación”, hubo 28 presidentes, dos emperadores y 78 secretarios de educación. El mismo autor señala que “…en este lapso se registraron 12 ensayos educativos, algunos de los cuales fueron de duración efímera, por lo que fue notable la ausencia de un plan orgánico de enseñanza” (Meneses, 1998b: 773).

En el Estado primero durante el Porfiriato 2 y después en la etapa de la unidad nacional pos cardenista se requería una propuesta sostenible de desarrollo e integración que al mismo tiempo que permitiera legitimar que el poder hiciera posible una ruta efectiva de acceso y distribución de la riqueza y de la cultura (De la Peña, 1998; Vaughan, 1982). En la historia educativa y curricular posrevolucionaria se observa una transición importante entre dos planos estratégicos de intervención curricular y pedagógica: el primero, que puede enunciarse como de definición ideológica, tendrá la finalidad de establecer sus pilares fundamentales: educación laica, gratuita y con orientación democrática y nacionalista; en tanto que el segundo, más de orientación cientificista, tendrá que ver con las razones de conocimiento en dos vetas centrales: una, la que deriva de las exigencias de la actualización de los campos científicos y disciplinarios, y otra, la que fundamenta pedagógicamente los saberes, habilidades e, inclusive, los valores que los niños, adolescentes y jóvenes debieran desarrollar (Latapí, 1998b; Barba, 1998; Limón, 2000). Sólo hasta que el país tuvo una estabilidad política razonable, empezó a disminuir la fuerza de los escenarios en los cuales eran claras las disputas por “el control de las conciencias” más que por la impartición del conocimiento (Padua, 1998). Las marcas de esta transición parecen proyectar en la evolución histórica de nuestro sistema educativo en los últimos 50 años y se sitúan en tres grandes momentos de reforma en la historia moderna de nuestro país: al inicio de la década de los años sesenta con la definición del Plan para el Mejoramiento y la Expansión de la Educación Primaria en México, conocido como el Plan de Once Años e impulsado por Jaime Torres Bodet en 1959, momento en el cual los enfoques curriculares iban a verse sometidos a una transformación importante (Meza, 1998; Caballero y Medrano, 1997); durante los años setenta, momento en el que la educación estaría al servicio de la reconstrucción de la legitimidad del régimen mediante distintos mecanismos de apertura democrática y desarrollo, a través de una reforma que buscaría conciliar la innovación con la vanguardia intelectual progresista (Meneses, 1998a; González, 1997)

2 En el clímax político que corresponde al Porfiriato, aun cuando se observa una mayor estabilidad política y, en consecuencia, una más fuerte y estable orientación educativa reflejada en la fuerza del positivismo, lo cierto es que fue evidente la segmentación y la exclusión generalizada por esa orientación educativa. En opinión de Meneses (1998b), el Porfiriato no ofreció educación a la clase rural, que era la inmensa mayoría ni preparó en artes y oficios a un número adecuado de ciudadanos; el interés y el gusto por el conocimiento sólo se cultivaba con éxito para los citadinos, no se propiciaba tampoco la habilidad de pensar críticamente que además era anatema para un gobierno dictatorial, tampoco ponía en contacto a los educandos con los logros culturales y morales de la humanidad, pues el currículo científico monopolizaba el tiempo y energía de los estudiantes.

Después de la Revolución de 1910, México vivió otro periodo relevante caracterizado por la inestabilidad política derivada de la lucha por el control del Estado. A la sazón, el debate por la educación y por la definición de un proyecto hegemónico planteó diversas iniciativas educativas, en las cuales los contenidos educativos jugaron un papel de primera importancia (Vaughan, 1982; Schmelkes, 1998).La reforma educativa de la década de 1990, que marca un hito fundamental de cambio y transformación debido a que reflejaría la nueva estrategia modernizadora del país con un claro énfasis hacia la integración global, especialmente hacia América del Norte, el replanteamiento de las alianzas políticas básicas posrevolucionarias y la definición de un nuevo papel del Estado en el desarrollo nacional (Arnaut, 1998; Miranda, 1992; Gajardo, 2001; Gómez, 2000). La reforma comenzada en los años noventa constituye el eje detonador de los cambios curriculares recientes, pues sentó las bases para formar las competencias básicas de la población con la finalidad de ofrecer los nuevos saberes y habilidades para la productividad, la competitividad internacional y la formación de una nueva ciudadanía democrática (Braslavsky, 1999). Éste es, sin lugar a dudas, el hilo conductor de las reformas que México sigue debatiendo en la actualidad y es necesario llevar acabo su continuidad, así como sus principales tensiones políticas y técnicas que conllevan.

JUSTIFICACIÓN

Este trabajo tiene la finalidad de presentar las características más relevantes de la reforma curricular de la educación básica en los últimos 20 años, buscando establecer las tendencias fundamentales de los proyectos curriculares, los contextos en los que se insertan y que definen los marcos de reforma educativa, así como las principales tensiones y dificultades. Para cumplir con ese propósito, el presente documento se divide en tres grandes apartados. En el primero de ellos se plantean las características más importantes de la reforma curricular durante la década de los noventa. En el segundo apartado se describen los rasgos sobresalientes de las reformas curriculares que se implementaron por primera vez en el siglo XXI, en los dos periodos gubernamentales que han tenido cabida durante este periodo. El tercer apartado se dedica a la presentación del caso de la reforma de la educación secundaria, pues expresa un importante botón de muestra de las dos caras de los procesos de reforma la de la intervención racional y la de la negociación política que ponen de manifiesto las tensiones del cambio educativo en México.

MARCO TEÓRICO

A partir de la década de los noventa se impulsó una serie de transformaciones en la educación básica y normal: (Martínez y Blanco) tratan acerca de la descentralización y la redistribución de la responsabilidad educativa entre el gobierno federal y los estados; se amplió la educación obligatoria de seis a 12 grados (agregando a la primaria primero la secundaria y después el preescolar); se renovaron los planes y programas de estudio y se actualizaron los libros de texto de educación básica; se reformó el currículum de la formación inicial de maestros, y se ha ido configurando un sistema nacional de formación continua de maestros. Asimismo, se han mejorado, aunque con altibajos, los ingresos de los maestros y se implantó una serie de programas que han modificado las condiciones de trabajo del magisterio, como el de Carrera Magisterial y el examen de ingreso al servicio docente. Comenzaron a ejecutarse varios programas educativos nacionales que buscan mejorar la calidad y equidad del sistema educativo.

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