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Reciclaje

saraexpo9 de Enero de 2014

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CAPÍTULO 3

EL RECICLAJE: ¿SOSTENIBLE?

RECICLAJE

La sociedad cada día toma más en serio los temas del medio ambiente y la conservación de los recursos. Esto es claramente apreciable en las numerosas campañas de reciclaje iniciadas en las empresas, oficinas, centros comerciales, centros de educación y, en general, en todo aquel lugar donde se generan desechos sólidos. El reciclaje se ha convertido para muchos en sinónimo de eficiencia y protección ambiental, incluso no se concibe un desarrollo sostenible sin él. A manera de ejemplo, tomaremos el reciclaje para advertir que las herramientas no son los conceptos, el desarrollo sostenible no es reciclar aunque a veces reciclar puede ayudar o no a que lo alcancemos. No se trata aquí de decir que reciclar no sirve, claro que sirve y es útil, pero como toda herramienta tiene un momento de aplicación y una eficiencia para que cumpla con su objetivo: ahorrar recursos.

Sabemos que los desechos sólidos –o lo que comúnmente llamamos basura– son materias primas, que una vez van a los sistemas de disposición final (botaderos, basureros o rellenos sanitarios) se degradarán o no, pero lo que sí es seguro es que no volverán a ser utilizados. El camino para obtener materias primas, madera, agua, pulpa de papel, petróleo y minerales, entre otros, para luego hacer productos y botarlos después de usados, nos conduce en una sola vía: el encarecimiento de las materias primas por su escasez, y el aumento de los impactos ambientales derivados de su obtención. Cada día la población crece, pero éste no es el problema, sino su crecimiento asociado a un estilo de vida consumista, insaciable, que necesita cada vez de más productos (materia y energía) para satisfacer a individuos que ven su modelo de felicidad en acumular bienes y consumir más servicios. Esto lleva a la sociedad a demandar más y más recursos al planeta impidiendo la renovación de aquéllos que pueden renovarse, como los bosques y el agua, y el agotamiento de aquellos que, como los minerales, una vez extraídos no “rebrotan” espontáneamente. Éste es el claro ejemplo de una sociedad y sus empresas, que siguen un modelo consumista y del desperdicio insostenible, tanto económico y social como ambiental. (ver figura 11)

Es aquí donde el reciclaje buscaría recuperar materiales ya usados para reutilizarlos en la fabricación de nuevos productos y así de alguna forma reducir la demanda de recursos al planeta. Estas iniciativas ambientales, con base en una herramienta como el reciclaje, tienen una base conceptual fuerte: el planeta tiene recursos limitados y no hay que desperdiciarlos. Pero este concepto ha sucumbido a la popularidad de la herramienta misma. Es decir, el reciclaje se ha convertido en una cruzada ambiental, que si bien procura detener el derroche de recursos naturales, puede llevar a una crisis ambiental peor a la que indujo a su uso. Suena raro decir que el reciclaje pueda ser negativo, pero como siempre ocurre, el activismo se vuelve más importante que la intención. En Colombia se habla incluso de la “cultura del reciclaje”. (Boada, 2001b)

El reciclaje es un estado intermedio de las sociedades que derrochan recursos y contaminan el medio ambiente y aquéllas que ahorran y procuran la eficiencia. Como estado intermedio es transitorio y su promoción ciega; como iniciativa única, se convierte en una barrera de la evolución social hacia el ahorro y la eficiencia. El sustento de la industria del reciclaje son los desechos, ellos son su materia prima, y necesita de ellos a gran escala para mantenerse competitiva, y su muerte sería el día que nosotros no los produjéramos, es decir, el día que alcanzáramos el cien por ciento hipotético de eficiencia en el uso de recursos (Kuhndt, 2002).

La mejor forma de ilustrarlo es con un ejemplo. Todas las mañanas muchos de nosotros consumimos cereales instantáneos que se mezclan con leche. Este cereal viene en dos empaques, una caja de cartón impresa a “todo color” y una bolsa plástica. Aunque el fabricante, queriendo parecer ambientalista o ecológico, dice que el empaque está hecho de cartón cien por ciento reciclable, la verdad es que terminará en la caneca y nadie hará el complicado proceso que hace de un reciclable un reciclado. Pero supongamos que decidimos recuperar la pulpa de papel contenida en la caja de los cereales para hacer más papel o utilizarlo en otro empaque, esto generaría una cadena de este tipo:

• La caja deberá ser recogida, lo que implica un sistema de recolección, que requiere equipos, sistemas de transporte, energía (combustibles) y mano de obra, generando una serie de costos adicionales y de impactos ambientales asociados.

• Las tintas de la caja deberán ser removidas en un proceso industrial basado en el uso de agua y solventes químicos. De no hacerlo, la calidad de la pulpa la haría inservible para la producción de nuevo papel. En este caso, las tintas serían un desecho industrial que contaminaría el agua y, como todo proceso industrial, requeriría infraestructura, energía, maquinaria y mano de obra. La complejidad del proceso depende del material a reciclar.

El análisis se estas dos actividades nos llevaría a que la recuperación de materiales genera una cadena productiva de costos que deben ser recuperados en el precio de venta del material reciclado, el cual debe ser competitivo, en este caso, con el precio de la pulpa de papel tomada a partir de un árbol. Los gobiernos son atraídos por la potencialidad de generar empleo en la cadena del reciclaje, lo cual los lleva a subsidiarlo con el fin de fomentar esta práctica. Naciones como Alemania y Japón se han dado cuenta que el reciclaje es un estado transitorio y que también contamina y requiere energía como el proceso original. Es decir, aunque recuperamos materiales, la sociedad deberá aumentar su capacidad de generación, transmisión y distribución de energía (termoeléctricas, hidroeléctricas y otras, con los impactos ambientales que éstas conllevan) para abastecer esta nueva industria y sus procesos, que demandan más energía y materias primas. La termodinámica nos lo había advertido: puedo reciclar materia pero no energía. Además, psicológicamente ocurre un aumento del consumo de empaques, en este caso, debido a que la gente tranquiliza su conciencia ecológica mediante el uso de materiales reciclables; o en una oficina no importa ya controlar el uso de papel porque existe un sistema de reciclaje. El problema no está si en las llamadas “comidas rápidas”, por ejemplo, se hace uso intensivo de papel, sea recliclable o no, sino en que estamos usando papel en exceso. El reciclaje es un paso adelante para aquellas sociedades y empresas que comienzan a recuperar materiales en lugar de simplemente desecharlos y perder los recursos en ellos invertidos (figura 12).

¿TIENE SENTIDO ECONÓMICO EL RECICLAJE?

El reciclaje tiene sentido empresarial si es rentable, lo cual lo determinan los costos del mismo. Socialmente se puede tomar la decisión de hacerlo y los ciudadanos asumen los déficit de esta industria destinando impuestos para ello; en consecuencia, el reciclaje dependería de la solvencia del Estado, el cual ha demostrado no ser muy eficiente en el manejo de sus empresas. Pero empresarialmente existen muchas dificultades a la hora de los costos. El reciclaje como tecnología “al final del tubo” trata de resolver el problema del desecho generado, pero ese desecho puede estar fabricado de tal manera que el sólo desarmarlo en sus componentes tendría unos costos altos. Tomemos el ejemplo de un bolígrafo desechable de aquellos transparentes: en él hay más de tres tipos de plástico (la tapa, el cuerpo y la parte plástica de la mina de tinta), y pueden haber dos tipos de metal. Es decir, habría cinco procesos de reciclaje diferentes, uno por cada material. Desarmar este bolígrafo es altamente costoso y los montos de materiales que se obtienen por unidad son muy bajos para hacer una industria rentable, pues se necesitarían millones de estos productos para montar los procesos de reciclaje, y habría que tener en cuenta la mano de obra requerida para desarmarlos, y la del proceso mismo. Es decir, los bolígrafos desechables, como muchos otros productos, no se reciclan simplemente porque nunca fueron diseñados para ello. El reciclaje, para ser una herramienta útil y de costos razonables, debe ir acompañado de otras dos herramientas de prevención: “Diseño para el medio ambiente” (DFE por su sigla en inglés) y “Diseño para desensamblaje” (DFD por su sigla en inglés). Es aquí donde los diseñadores de productos tienen una gran labor preventiva (Van Weenen, 1994). El reciclaje, tal cual lo percibimos y lo tratamos de aplicar, es una herramienta incompleta y fuera de contexto ambiental, social y económico. Tratar de reciclar materiales de productos que nunca fueron diseñados para ello es cambiarles su función a la fuerza y por consiguiente será costoso y no disminuirá los impactos asociados al proceso.

RECICLAR, REUSAR Y REDUCIR, LAS TRES R PARA LA CONSERVACIÓN DEL PLANETA

Las sociedades actuales se preocupan cada día más por los problemas ambientales,

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