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Revolucion Marcista


Enviado por   •  16 de Diciembre de 2013  •  1.406 Palabras (6 Páginas)  •  409 Visitas

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La primera revolución auténtica que surge en la vida republicana del Ecuador es, indudablemente, la de marzo de 1845. Por su contenido y proyecciones rebasaba los estrechos límites del simple cuartelazo o golpe de estado. Constituye el principio de la autonomía nacional. Extinguió la opresión del militarismo extranjero que, a lo largo de quince años, impuso su hegemonía de tipo caudillista y arbitrario provocando una crisis de valores en la colectividad, a más de comprometer seriamente el desenvolvimiento económico del país...» (Carlos de la Torre Reyes.- Piedrahita: Un Emigrado de su Tiempo, p. 106). Efectivamente, la Revolución Marcista, llamada también Nacionalista, fue la reacción que tuvo el pueblo guayaquileño contra los atropellos y abusos del Gral. Juan José Flores -en el poder desde 1828-, quien por medio de la «Carta de Esclavitud» de 1843 gobernaba al país con facultades casi dictatoriales y con la posibilidad de entronizarse en el Poder de manera indefinida. Esta circunstancia se agravó por el hecho de que el Ecuador empezó a vivir su primera gran crisis económica «debido a errores en la determinación del valor intrínseco de la moneda, que produjo una invasión de signos monetarios de baja ley, provenientes de países vecinos y la fuga de los nacionales de mayor valor intrínseco» (El Telégrafo.- Marzo 5 de 1993). Fue también el rechazo al militarismo extranjero que ejercía su poder e influencia en todo el territorio ecuatoriano; pues de los quince generales que tenía la República, sólo tres eran del país. Por último y para colmo de males, una ola de indignación se desató en todo el Ecuador cuando el gobierno decretó el cobro de un impuesto de 3 pesos y medio a todo varón comprendido entre los veintidós y cincuenta y cinco años de edad. A todo esto se sumaba una fuerte oposición a su gobierno que venía sintiéndose ya en las principales ciudades del país, obligándolo a actuar con mano dura para reprimir los intentos revolucionarios, misión de la que se encargaba el bravo Gral. Otamendi. Definitivamente, para que la nación pudiera tener conciencia de su dignidad, no había otro camino que poner fin a la influencia de un gobierno que se mantenía a base de complicadas y enmarañadas leyes y, por sobre todo, al poder efectivo y militar que representaba. Entonces Guayaquil buscó la solución por el único camino que le quedaba: Una revolución que cortara las complicaciones del nudo gordiano que ahogaba al país desde el mismo momento de su nacimiento. «El 5 de marzo de 1845 por la noche se reunió Ayarza con el General Elizalde y cinco o seis jefes de los antiguos chiguaguas, que creyeron llegada la ocasión de hacer revivir la causa que habían sostenido desde 1833 a 1835. Ayarza, dejando apostados a sus compañeros en un solar vecino, entró al cuartel de artillería, se apoderó de la guardia de acuerdo con el oficial que la mandaba, arrestó al comandante Barceló que le había reemplazado, se puso a la cabeza de la tropa e hizo entrar a los demás conjurados... Enseguida mandó Elizalde llamar a otros comprometidos y puso en libertad y armó a los presos de la cárcel que estaba contigua...» (Aguirre Abad.- Bosquejo Histórico de la República del Ecuador, p. 335). Así las cosas, el 6 de marzo de 1845 estalló en Guayaquil un movimiento revolucionario de características cívicas sin igual. Bajo la conducción militar de los generales Antonio Elizalde y Fernando Ayarza -a quienes secundaron otros militares- la juventud guayaquileña se levantó en armas y se tomó el Cuartel de Artillería, defendido valerosamente por el Gral. Tomás Carlos Wrigth. Ese mismo día, el gobernador Manuel Espantoso renunció a sus funciones y convocó en la Casa Consistorial a una Asamblea Popular que estuvo dirigida por José Joaquín Olmedo y Pablo Merino, la misma que, luego de conocer y analizar las denuncias en contra del gobierno floreano, lo desconoció y redactó un documento que fue llamado “Pronunciamiento Popular de Guayaquil”. Entre los militares que participaron, a más de los generales Elizalde y Ayarza, tuvieron lucida participación los coroneles Francisco y Juan Valverde, los comandantes Guillermo Franco, Manuel Merino, Ramón Valdez y Felipe Puga y el Cmdt. José María Vallejo, que perdió una pierna en el combate. Entre los civiles que se destacaron en esa jornada aparecen hombres valientes como Simón Vivero, Bolívar Villamil,

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