Robert Owen
BREBER27 de Octubre de 2014
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El texto que sigue se publicó originalmente en Perspectivas: revista trimestral de educación
comparada (París, UNESCO: Oficina Internacional de Educación), vol. XXIV, nos 1-2, 1993,
págs. 279-297.
©UNESCO: Oficina Internacional de Educación, 1999
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ROBERT OWEN
(1771-1858)
Peter Gordon1
La contribución de Robert Owen al progreso de la teoría y de la práctica de la educación es
ampliamente reconocida en los manuales de historia de la educación. Pero esta contribución,
aun siendo uno de sus principales logros, dista de ser la única. Con su curiosidad y avidez
intelectual y su energía desbordante, Robert Owen exploró otros aspectos de la sociedad que,
a su juicio, eran dignos de atención y estudio. En este contexto se insertan sus proyectos para
establecer un modelo ilustrado de organización industrial, con objeto de atenuar muchos de los
problemas causados por la revolución industrial, sus experimentos de organización comunitaria
como base de una regeneración internacional y sus planes para organizar un movimiento
laboral británico, con un gran sindicato nacional unificado. Muchas de sus ideas fueron
adoptadas y transformadas por partidarios, los “owenistas”, que creían que la estructura
económica y social podía modificarse de conformidad con las leyes de la ciencia social.
Efectos de la revolución industrial
Robert Owen nació en 1771 en Newtown, Montgomeryshire, en el País de Gales. Su
educación fue muy modesta, a los siete años de edad era ya un alumno-maestro y dos años
después dejó definitivamente la escuela. Con su sentido de los negocios y su inteligencia, Owen
consiguió alcanzar rápidamente un puesto destacado en el mundo industrial. Tras unos años de
aprendizaje en una tienda de paños de Londres, a finales del decenio de 1780 se instaló en
Manchester y a los 18 años de edad se estableció por cuenta propia.
Owen llegaba a una ciudad que, al igual que otros muchos centros urbanos del norte de
Inglaterra, había sufrido grandes cambios con el advenimiento de la revolución industrial a
mediados del siglo XVIII. La invención de la máquina de vapor de Watt y de toda la
maquinaria de la industria del algodón, en particular el telar hidráulico de Richard Arkwright,
hicieron pasar a esta actividad del nivel artesanal a la escala industrial. La población de
Manchester se multiplicó por mil, pasando de 25.000 habitantes en la época en que nació
Owen a casi un cuarto de millón cincuenta años después. La demanda de mano de obra para
las fábricas de algodón era insaciable. El norte de Inglaterra, con su población dispersa, no
podía proporcionar una mano de obra suficiente. Los llamados Overseers of the Poor
(autoridades encargadas de los pobres), especialmente en Londres y en el sur, para aliviar el
peso cada vez mayor que suponía costear la subsistencia de los pobres con los impuestos
locales, ofrecían lotes de niños de los hospicios a las fábricas del norte. Estos aprendices eran
entregados a sus empleadores a partir de los siete años de edad, y vivían en “casas de aprendices”,
contiguas a la fábrica. Además de las condiciones de vida con frecuencia miserables que
tenían que soportar, trabajaban desde las 5 de la mañana hasta las 8 de la tarde, con pausas de
media hora para el desayuno y el almuerzo (Hammond & Harrimond, 1949).
En 1802 se aprobó la ley sobre la salud y la moral de los aprendices, con miras a proteger
a estos jóvenes. En ella se estipulaba, entre otras cosas, que el trabajo de los niños debía
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limitarse a doce horas al día y que debían recibir algún tipo de instrucción elemental. Sir Robert
Peel, el industrial que presentó el proyecto de ley, admitió posteriormente en la Cámara de los
Comunes que los empleadores y los magistrados eludían la aplicación de la ley: niños de siete
años de edad, y a veces incluso más jóvenes, trabajaban 13 ó 14 horas al día.
Influencias intelectuales
Owen participó en los debates de la Asociación de Instrucción y de Filosofía de Manchester y
presidió las reuniones organizadas por Joseph Lancaster sobre el sistema “lancasteriano” de
educación elemental a la que en una ocasión hizo un donativo de 1.000 libras. Junto con John
Dalton, creador de la teoría atómica, y otros, Owen fundó el Manchester College a comienzos
del decenio de 1790. En uno de los debates allí organizados tuvo un enfrentamiento con el
entonces joven Samuel Taylor Coleridge.
No es fácil determinar las fuentes de la filosofía intelectual de Owen. En su temprana
juventud perdió la fe cristiana y llegó a la conclusión, después de estudiar la historia de la
humanidad, de que el hombre es “el resultado necesario de su organización y de las
condiciones en que le sitúan la naturaleza y la sociedad”. Fue miembro activo del Consejo de
Salud de Manchester, creado por su amigo el Dr. Thomas Percival en 1796, ocupándose en
particular de la mejora de la salud y de las condiciones sanitarias de la población de aquella
ciudad industrializada (M. Cole, 1971). Influido por Percival, Owen estudió a los filósofos
franceses de la Ilustración, como Voltalre, Diderot, Condorcet y Rousseau. Su encuentro
posterior con William Godwin reforzó sus ideas. Aún más importante fue su traslado a
Escocia. En su autobiografía, Owen menciona sus relaciones amistosas con muchos profesores
de las universidades escocesas de Edimburgo y Glasgow, uno de los cuales, George Jardine,
amigo de Helvétius y de d'Alembert, trataba de relacionar el estudio de la filosofía “con los
negocios de la vida activa”, y alentaba a sus alumnos a participar en la organización de sus
propios cursos (Stewart y McCann, 1967). En un plano más general, la tradición universitaria
escocesa se beneficiaba en aquella época del renacimiento intelectual de la filosofía moral que
se produjo durante la segunda mitad del siglo XVIII con los escritos de David Hume, Adam
Smith y Patrick Colquhoun. La fusión de las ideas de la Ilustración francesa y del Renacimiento
escocés, junto con sus propias experiencias en Manchester, sentaron las bases de las teorías
educativas de Owen.
Una nueva visión de la sociedad
Después de vivir ocho años en Manchester, donde se hizo rico y acumuló gran experiencia, en
1799 Owen se encargó de la gestión de la “desgraciadísima sociedad” de New Lanark, a orillas
del río Clyde, que poseía las hilaturas más grandes de Escocia. Las fábricas eran propiedad de
David Dale, un convencido presbiteriano y miembro del partido tory. Owen, que tenía 27 años
de edad, no sólo adquirió las fábricas junto con sus asociados comerciales, sino que además se
casó con una de las hijas de Dale. Owen estaba decidido a implantar un régimen más humano
que facilitase un cambio en el carácter y la dignidad de los trabajadores de la fábrica. Recibido
en un principio con la natural suspicacia, tanto por ser empleador como por no ser escocés,
pronto superó estas dificultades. Como afirmaría más tarde con respecto a su experiencia de
Manchester: “Trataba de un modo tan natural a la gente que conocía que pronto gané su
confianza, lo que me permitió aprovechar únicamente sus cualidades. Con frecuencia me
sorprendió mucho descubrir la facilidad con que conseguía mis objetivos, en comparación con
otros que habían recibido una educación muy superior a la mía... Este poder sobre los demás,
del que yo no era consciente, produjo tales efectos sobre los trabajadores de la fábrica en los
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seis primeros meses de mi gestión que acabé ejerciendo sobre ellos la más absoluta influencia, y
nadie podía comparárseles en Manchester ni en sus alrededores en cuanto a orden y disciplina;
asimismo, su regularidad y sobriedad hacían de ellos un ejemplo inimitable” (R. Owen, 1858).
Owen quería hacer de New Lanark una comunidad bien gobernada, organizada según sus
ideales. Dale había desbrozado el camino para su futuro yerno, prestando atención al estado
físico de los hijos de los pobres en sus fábricas y organizando un modesto sistema de educación
infantil. Owen deseaba llevar a cabo un experimento de vida social. Ningún niño de menos de
diez años fue empleado en las fábricas; se suprimió el aprendizaje de los hijos de los pobres y
las condiciones en la fábrica mejoraron considerablemente. La consecuencia de todo ello fue el
éxito comercial. Aunque su propia empresa había dado resultados satisfactorios, Owen
comprendió que la autocracia benévola sólo podía mejorar el problema subyacente del malestar
social, pero no resolverlo. A este respecto escribió: “En mi calidad de empleador y director de
manufactura en Lancashire y Lanarkshire, hice todo lo que pude para aliviar los males de mis
empleados; y sin embargo, a pesar de todo lo que hice, con nuestro sistema totalmente
irracional de creación de riqueza, de formación del carácter y de organización
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