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Roma

MigueLuqeeTesis14 de Mayo de 2013

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HISTORIA DE LOS REINOS HELENÍSTICOS Y EL Curso Grupo Curso académico

MUNDO ROMANO 1º B 2012-2013

BLOQUE 2. LA ROMA MONÁRQUICA

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1. La Italia prerromana: los etruscos

2. Los orígenes de Roma

3. La roma monárquica

4. Las reformas de Servio Tulio

1. La Italia prerromana: los etruscos

Antes de la conquista romana, la península Italiana estaba habitada por

poblaciones muy diversas: ligures, etruscos, galos, sabinos, samnitas, umbros, etc... La

conquista de la península italiana por parte de Roma supondrá la progresiva unificación

política, administrativa y lingüística de todos estos territorios. Tres núcleos geográficos

destacan especialmente: Etruria, el Lacio y la Magna Grecia.

Durante siglos se han propuesto diversas hipótesis sobre el origen de los

etruscos, un pueblo que, asentado al Norte del Tíber, en la actual región de la Toscana,

alcanzó un alto nivel de desarrollo cultural. Nunca constituyeron un estado único, sino que

sus ciudades gozaban de autonomía. Entre ellas destacan Caere, Veyes, Tarquinia,

Volsinia, Clusio, Volterra, Vetulonia o Vulci.

Ya la historiografía antigua (Heródoto y Dionisio de Halicarnaso) defendían o bien un

origen greco minorasiático o bien autóctono respectivamente, que la historiografía

moderna ha puesto en valor o bien destacando los aspectos orientalizantes de su cultura

arqueológica o bien los itálicos-vilanovianos. Detrás de este debate se esconde perfilar los

orígenes de Roma: elegir una u otra opción implicaba poner el énfasis en aspectos

propios o foráneos de la formación de la gran urbe latina; no se trataba, pues, tanto de

dilucidar el origen de los etruscos, como de perfilar la formación de Roma donde lo

etrusco tuvo un peso específico Con todo, hoy por hoy se pone el énfasis más en los

aspectos procesuales de las culturas, más que en los etnogenéticos; más importante es

cómo evolucionan en el tiempo y en el espacio las sociedades que los orígenes culturales

o étnicos.

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La sociedad etrusca era de tipo oligárquico, con la existencia de una clase

aristocrática o señorial, cuyo poder se asentaba en el control de la economía (agricultura,

ganadería, producción artesanal y minas, especialmente de hierro de la isla de Elba) a

través del grupo gentilicio. Esta élite dominaba sobre una población compuesta por

campesinos y artesanos. Será esta aristocracia la que lidere la transformación del mundo

etrusco en una sociedad urbana -fundamentalmente en las zonas costeras- al calor del

desarrollo de la actividad minera, metalúrgica, manufacturera y comercial y la

consecuente demanda exterior fenicia, cartaginesa y griegas a partir del s. VIII a.C., así

como la transformaciones hacia una agricultura intensiva de irrigación dedicada a la

acumulación excedentaria y la exportación. Una cultura urbana que tendrá su auge en el

siglo VI, donde las ciudades etruscas controlan buena parte del centro y norte de Italia,

con el acceso a las zonas minero-metalúrgicas y agrícolas más prósperas desde el Lacio

al valle del Po, el contacto directo entre los mares adriático y tirreno y las áreas mineros

centro-europeas. Las más importantes son: Populonia, Volterra, Tarquinia Veyes y Ceres.

El siglo VI a.C. es el periodo de auge del poder y la influencia de las ciudades etruscas,

llegando a alcanzar un gran protagonismo en la última fase de la monarquía romana.

Forman una liga de carácter político-religioso a partir del reconocimiento de una koiné y

una identidad cultural y religiosa común, la llamada dodecápolis, con el centreo cultual en

torno a Volterra. Dentro de ella, no obstante, se sucede la hegemonía de unas ciudades

sobre otras que,. por otro lado, gozaban de plena autonomía.

Las ciudades etruscas eran gobernadas originariamente por reyes (lucumones), que

unían al poder militar (simbolizado por las fasces que el lictor portaba delante del rey) un

papel destacado en el plano religioso. Un equivalente al Senado romano o asamblea de

los miembros más destacados de los grupos gentilicios-aristocráticos ejercían el poder

real, no sin conflicto con una institución monárquica per se inestable y que procuraba,

como en Roma, apoyarse en otros grupos ciudadanos. De hecho, en el siglo VI algunas

ciudades adoptan formas "republicanas" de gobierno con magistrados en vez de reyes

ejerciendo el poder militar y la representación religiosa. Los etruscos se manifiestan como

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una cultura intensamente religiosa, obsesionada por la vida de ultratumba, lo que los llevó

a la creación de impresionantes necrópolis, con suntuosas cámaras bajo túmulos, en las

que el difunto era rodeado por sus muebles y objetos personales.

Los sacerdotes etruscos (aruspices) descifraban la voluntad divina que se expresaba

a través del hígado de las víctimas de los sacrificios —aruspicina—. Su prestigio en el arte

de la adivinación se mantuvo bajo el dominio romano.

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2. Los orígenes de Roma

El estudio sobre los orígenes de Roma está presidido por dos tipos de fuentes,

cuyas informaciones no siempre coinciden: las leyendas transmitidas por la tradición

literaria y la información arqueológica.

Las tradiciones legendarias

Son dos los principales grupos de leyendas que se refieren a los orígenes de

Roma, teniendo por protagonistas, respectivamente, al troyano Eneas, como colonizador

del Lacio; y a Rómulo, como fundador de la ciudad de Roma.

- En la primera de las tradiciones legendarias, el troyano Eneas, hijo Anquises y

de la diosa Afrodita, huyendo de la ruina de Troya con su padre, su hijo Ascanio (o Iulo)

y un grupo de seguidores troyanos, alcanza la desembocadura del Tíber. Allí se une a

Lavinia, hija de un rey local, Latino, y funda la ciudad de Lavinium, mientras que su hijo

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Ascanio, andando el tiempo, fundará la ciudad de Alba Longa. Este núcleo legendario

tiene un fuerte trasfondo griego.

- El segundo bloque de leyendas gira en torno a Rómulo y Remo. En Alba Longa se

sucede una dinastía de 12 reyes, el último de los cuales, Numitor, es destronado por

Amulio. Para que Numitor perdiera toda esperanza de tener descendencia, se hizo

ingresar a su hija Rea Silvia en la institución de las vírgenes Vestales. El dios Marte

posee a Rea Silvia y de esta unión nacen los gemelos, Rómulo y Remo.

En el relato de Tito Livio (fines del s. I a.C.), los gemelos son arrojados, por orden

de Amulio, al Tíber, junto a la higuera Ruminal, pero son devueltos por la corriente del río

a la orilla. Amamantados por una loba en la cueva Lupercal, en la colina del Palatino, son

recogidos y criados por un matrimonio de pastores. Ya adultos, marchan a Alba Longa y,

tras reponer en el trono a su abuelo, la abandonan para ir a fundar la nueva ciudad de

Roma.

Según el relato legendario, Rómulo y Remo se proponen fundar una nueva ciudad

en el mismo lugar en el que fueron encontrados por la loba. A la hora de consultar a los

dioses sobre quién debía fundar y dirigir la nueva ciudad, Rómulo lo hace desde el

Palatino, y Remo desde el Aventino. Rómulo, considerándose el elegido por los dioses

según los augurios, traza el pomerium de la nueva ciudad, su contorno sagrado e

inviolable, con un arado. Remo salta sobre el surco, violando su sacralidad, lo que

provoca su muerte a manos de Rómulo.

Este bloque mítico es de origen y elaboración itálica, aunque resulta difícil precisar

la fecha de su elaboración y configuración. Los eruditos griegos y romanos,

posteriormente, calcularon que la fundación de la ciudad por Rómulo había tenido lugar

en una fecha que se corresponde con el 753 a.C.

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Los datos arqueológicos

El desarrollo inicial de Roma debe mucho a su ubicación central en la Península,

en lugar de confluencia del comercio de las ciudades etruscas y de las colonias griegas

del sur. Su auge se inscribe en el de la región de la que forma parte: el Lacio, una llanura

que ofrecía excelentes condiciones para la explotación agrícola y ganadera, abierta al mar

y punto de confluencia de varias vías terrestres, factores que propiciaron su rápido

desarrollo económico.

Desde fines del II milenio a.C. se documentan signos de ocupación en el área

comprendida entre las colinas del Aventino, Palatino y Campidoglio, el Foro y el Tíber.

Desde comienzos del I milenio a.C. parece conformarse, en la ribera del Tíber, en la zona

de lo que posteriormente sería el Foro Boario, un área empórica frecuentada tanto por

griegos de Eubea como por fenicios, comerciando con la comunidad local bajo la

protección religiosa de la figura de Hércules. Las clave es, pues, la inserción del Lacio

dentro del comercio greco-etrusco a partir del 700 a.C. lo que obliga a la ocupación de

espacios comunes en torno a los Foros Boario y Romano como lugares de contacto entre

las comunidades de las colinas y los nuevos grupos de comerciantes y artesanos de

diversa procedencia que es lo que esconde, por otro lado, el origen mixto de las leyendas

que denotan fenómenos de sinecismo

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