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Sintesis De El Origen Del Hombre De Charles R. Darwin


Enviado por   •  1 de Octubre de 2014  •  3.254 Palabras (14 Páginas)  •  366 Visitas

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El Orígen del Hombre.

La selección natural y la sexual.

Charles R. Darwin

Capítulo I. Pruebas de que el hombre desciende de una forma inferior.

Para poder afirmar que el hombre es el descendiente modificado de alguna preexistente, es menester averiguar antes sí varía o no en sí mismo, por poco que sea, en su conformación corporal y facultades mentales, y, caso de ser así, si las variaciones se transmiten a su prole con arreglo a las leyes que rigen para los animales inferiores, tales como la de la transmisión de los caracteres a la misma edad o sexo. Natural es preguntar, si el hombre como tantos otros animales, ha dado origen a variedades y razas tan distintas entre sí, que deban clasificar se como especies dudosas.

Una vez averiguado esto, deberíase dilucidar después la importante cuestión de si el hombre propende a multiplicarse con bastante rapidez para que resulten rigorosas luchas por la vida, cuyo resultado ha de ser la conservación en la especie de las variaciones ventajosas del cuerpo y del espíritu, y la consiguiente eliminación de las que son perjudiciales. Haciendo, por ahora, caso omiso de las consideraciones que proceden, pasemos a ver hasta qué punto presenta la conformación corporal del hombre vestigios más o menos claros de su descendencia de alguna forma inferior.

Conformación corporal del hombre. Sabido es de todos que el hombre está construido sobre el mismo tipo general o modelo que los demás mamíferos. Todos los huesos de su esqueleto son comparables a los huesos correspondientes de un mono, de un murciélago, o de una foca. Lo mismo se puede afirmar de sus músculos, nervios, vasos sanguíneos y vísceras internas. El cerebro, el más importante de todos los órganos, sigue la misma ley, como lo han probado Huxley y otros anatómicos.

El hombre puede adquirir de los animales inferiores, o comunicarles a su vez, enfermedades tales como la rabia, las viruelas, etc., hecho que prueba la gran similitud de sus tejidos, tanto en su composición como en su estructura elemental, con mucha más evidencia que la comparación hecha con el auxilio del microscopio, o del más minucioso análisis químico. Los monos están sujetos a muchas de nuestras enfermedades no contagiosas; Kengger, que ha observado durante mucho tiempo el Cebus Azaroe en su país natal, le ha visto padecer catarros, con sus ordinarios síntomas, que degeneraban en tisis cuando cuando se repetían con demasiada frecuencia. Estos monos sufren también apoplejías, inflamaciones y cataratas. Los remedios producen en ellos los mismos efectos que en el hombre.

En todos los mamíferos la marcha en conjunto de la importante función de la reproducción presenta las mayores similitudes, desde las primeras asiduidades del macho para con la hembra hasta el nacimiento y la cría del prole. Los monos nacen en un estado tan débil como nuestros propios hijos. El hombre difiere de la mujer por su estatura, su fuerza muscular, su vellosidad, etc., como también por su inteligencia, como sucede entre los dos sexos de muchos mamíferos. En una palabra, no puede darse mayor correspondencia que la que existe entre el hombre y los animales superiores, principalmente los monos antropomorfos, tanto en la conformación general y la estructura elemental de los tejidos, como en la composición química y la constitución.

Desarrollo del embrión. El hombre se desarrolla en un óvalo de cerca de dos centímetros de diámetro, que no difiere en ningún punto del que da origen a los demás animales. Con dificultad se puede distinguir el embrión humano mismo, en un período precoz, del de otros individuos del reino de los vertebrados. En este período las arterias terminan en las ramas arqueadas, como para llevar sangre a branquias que no existen en los vertebrados superiores, por más que las hendiduras laterales del cuello persistan marcando su posición anterior. Algo después cuando se han desarrollado las extremidades, como hace notar el célebre Bäer, “las patas de los lagartos y mamíferos, las alas y patas de las aves, como las manos y los pies del hombre, todos derivan de una misma forma fundamental”. Sólo, dice el profesor Huxley, en las últimas fases del desarrollo es cuando el nuevo ser humano presenta diferencias marcadas con el joven mono, mientras este último se aleja por su elevación del perro, tanto como el hombre se diferencia de él. Por extraordinaria que parezca esta aserción, está demostrada como verdadera”.

Rudimentos. No se podría encontrar un solo animal superior que no presentase alguna parte en un estado rudimentario, y en esta regla no se advierte excepción ninguna a favor del hombre. Deben distinguirse los órganos rudimentarios de los que sólo se ven en estado naciente. Los primeros son absolutamente inútiles, como las mamas de los cuadrúpedos machos, o los incisivos de los rumiantes, que no llegan a perforar la encía; o prestan tan ligeros servicios a sus posesores actuales que no podemos suponer de ningún modo que se hayan desarrollado en las condiciones que hoy existen. Los órganos, en este último estado, no pueden llamarse estrictamente rudimentarios, pero propenden a serlo. Los órganos rudimentarios son eminentemente variables; circunstancia que fácilmente se comprende ya que siendo inútiles o poco menos, no están sujetos a la acción de la selección natural. A menudo desaparecen por completo; con todo, cuando así sucede, pueden reaparecer por reversión, en ciertas ocasiones, hecho que merece una atención especial.

Los principales agentes que parecen suscitar el estado rudimentario en los órganos, son la falta de uso, que se ejerce generalmente durante la edad adulta, y la herencia en los periodos correspondientes de la vida.

En muchos puntos del cuerpo humano se han observado rudimentos de músculos diversos; los hay entre ellos que, existiendo regularmente en algunos animales inferiores, pueden volverse a encontrar accidentalmente en estado muy reducido en el hombre. Nadie ignora la aptitud que tienen muchos animales, y especialmente el caballo, para mover ciertas partes de la piel, por la contracción del panículo muscular.

Para comprender la existencia de los órganos rudimentarios, basta suponer que un progenitor de una época remota haya poseído los órganos en cuestión de una manera completa, y que, bajo la influencia de cambios en las costumbres vitales, se hayan reducido dichas partes considerablemente, bien sea por falta de uso, bien por la selección natural de los individuos menos embarazados con órganos ya superfluos, junto con los medios anteriormente indicados.

Así podemos darnos cuenta cómo el hombre y todos los demás vertebrados han sido construidos con arreglo

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