Sociedad y Educación en el México actual.
yanelherreraResumen6 de Junio de 2018
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Universidad Pedagógica Nacional.
Unidad 231.
“Adolfo Ruíz Cortines, El administrador”.
Docente: Eduardo Villarreal Rosado.
Asignatura: Sociedad y Educación en el México actual.
Alumna: Yanel Amairany Herrera Padilla.
Especialidad: Lic. Psicología Educativa.
Grupo: A Turno: Matutino Semestre: 2.
Chetumal, Quintana Roo 11 de Marzo del 2018.
“Adolfo Ruíz Cortines, El administrador”.
-La ley del péndulo-
“El primero de diciembre de 1952, día en que cada seis años se verifica el cambio de poderes, la perenne sonrisa de Miguel Alemán desapareció de su rostro”. (Krauze, 1999)
Ya era costumbre que el presidente entrante recibiera del que se encontraba por salir, la banda presidencial, tomara la protesta de rigor y pronunciara su discurso de apertura.
En el caso de Obregón a Calles, de Cárdenas a Ávila Camacho, de Ávila Camacho a Alemán, la ceremonia había sido siempre una forma cordial, el presidente entrante resaltaba todo lo bueno que había hecho el que se encontraba de salida y delineaba su programa de gobierno. Pero esta ocasión el nuevo presidente no cumplió con esa parte, una .vez puesta la banda presidencial, comenzó un discurso que por su tono era ya una forma de modificar el triunfo del movimiento alemanista, cuya conclusión no dejó lugar a dudas.
Señalando de forma repetida y admonitoriamente a Alemán con el dedo, citó palabras graves:
«... no permitiré que se quebranten los principios revolucionarios ni las leyes que nos rigen... seré inflexible con los servidores públicos que se aparten de la honradez y de la decencia». Algunos testimonios coinciden en que Alemán «odió» desde ese momento «al viejo». (Krauze, 1999)
En su gabinete, Ruiz Cortines integró a personas experimentadas, ajenas casi todas al ex presidente, mayores que Alemán, aunque no tan grandes como el propio Ruiz Cortines.
A lo largo de la campaña de Ruíz Cortines, corrían toda clase de chistes en torno a su edad. Lo cierto es que no era tan viejo pues tenía sesenta y dos años, pero comparado con Alemán, que no había cumplido aún los cincuenta, si tenía el aspecto de un anciano.
Con los amigos, sobre todo entre sus compañeros de dominó en su natal Veracruz, Ruiz Cortines fue algo severo. Siguió practicando con ellos su juego favorito, pero les negó puestos, dinero y prebendas, y, llegado el caso, les obligó a hacer verdaderos sacrificios. A uno de los más cercanos, su consejero José Rodríguez Clavería, le dio como condición, para poder trabajar en el gobierno, que vendiera las acciones que poseía en varias empresas.
En ese aspecto Ruíz Cortines sabía diferenciar lo que era la amistad y lo que era el trabajo, o más bien el poder que poseía.
“Más allá de su calculada excentricidad, enviaba un mensaje claro a los burócratas y al público: Ruiz Cortines era el presidente y no toleraría la deshonestidad y el despilfarro”. (Krauze, 1999)
Al poco tiempo, pasó de los actos simbólicos a los prácticos. Ordenó la suspensión de todos los pagos a los contratistas del gobierno con el objetivo de revisar el estado de cada proyecto político.
Mientras algunos miembros de la prensa se lanzaban sobre el ex presidente Alemán con una ira que jamás demostraron mientras éste se encontraba en funciones, Ruiz Cortines creaba su proyecto de gobierno.
“No se trataba de corregir el rumbo impuesto por su antecesor, sino de «consolidarlo» en un marco de «honestidad, decencia y moralidad»”. (Krauze, 1999)
A sabiendas ya de los treinta y cinco millones de dólares que el régimen de Alemán había girado contra el presupuesto de ingresos del año de 1953, Ruíz Cortines señaló la existencia de varias obras públicas inauguradas pero inconclusas.
En su primer informe de gobierno, hecho el primero de septiembre de 1953, dio a conocer que México aún era un país que se encontraba pobre, como también aportó muchos datos incómodos.
“El 42 por ciento de los mexicanos eran analfabetos, diecinueve millones de campesinos vivían al margen del progreso, el 60 por ciento de la población percibía apenas la quinta parte del ingreso nacional, en los últimos diez años la población había aumentado en seis millones de personas, buena parte de las cuales no encontraba más salida que cruzar la frontera como «espaldas mojadas»”. (Krauze, 1999)
Para conjurar la crisis de México, en el año de 1946 Daniel Cosío Villegas había pedido la salida de los hombres y una restauración de los principios políticos, sociales, nacionalistas y educativos de la Revolución, que él consideraba ya abandonados. Por su parte, Frank Tannenbaum predicaba la rectificación del modelo industrializador y una vuelta a los principios agrarios que representaba Cárdenas en sus momentos. Y el mismo presidente Ruiz Cortines sabía que no podía convenir con las visiones de aquellos dos profetas.
Ruiz Cortines políticamente formaba parte de la Revolución Institucional y no pensaba en la Revolución como un ciclo cerrado o en crisis, menos aún como un programa agotado o muerto sino todo lo contrario, a su criterio, la Revolución se encontraba tan viva y vigente como en 1910, pero necesitaba, en efecto, una vasta depuración de sus hombres.
“Nada había en su plan sexenal que significara una rectificación hacia las políticas sociales de los años veinte y treinta, o contradijera los fines propuestos por Alemán. Sólo los hombres y las formas habían fallado”. (Krauze, 1999)
El primer hombre en fallar (en términos morales), era el mismo Alemán. Tal vez Ruiz Cortines hubiese tenido la oportunidad de actuar en contra de él, o de ejercer una mayor presión legal e inclusive penal sobre sus amigos. Pero prefirió no hacerlo, y con base a esa decisión inauguró una nueva norma del sistema político mexicano en el cual decía que los ex presidentes se encontrarían jurídicamente intocables.
“Lo que no podía asegurarse era la buena imagen del ex presidente en la opinión pública y la prensa. Con Ruiz Cortines la prensa se sintió libre para servir como válvula de escape a los agravios morales del ciudadano común”. (Krauze, 1999)
-Custodiando el tesoro-
Adolfo no era un hombre de estudios, pero sí de números. Hijo del aquel entonces fallecido Adolfo Ruiz Tejeda, debía sus pocos años de estudio en la escuela Amiga y el Instituto Veracruzano bajo el cuidado de su madre, doña María Cortines, un tío materno que fue como un padre adoptivo, don Gabriel Gotera, y a un recatado cura jesuita de nombre Jerónimo Díaz, quién le enseñó el esmero formal del lenguaje.
Incitado a trabajar, dejó la escuela siendo muy joven y aprendió a conciencia la teneduría de libros. Si había un lugar en México donde aquel oficio era útil, ese lugar era Veracruz, el puerto comercial por excelencia. Y a los quince años, Adolfo ingresó como ayudante de contador en la empresa del español Julián Aragón.
A partir de la caída de Madero, se relacionó con el ingeniero Alfredo Robles Domínguez, quién había sido el mediador entre Madero y Zapata, bajo cuyas órdenes entró por la vía civil a la Revolución. Sin embargo, en 1937, su estrella política comenzó a crecer en Veracruz, y, más tarde, en 1952, cuando resultó candidato a la presidencia, surgieron versiones comprometedoras.
“Se afirmaba que Ruiz Cortines había permanecido en Veracruz, y que en 1914 trabajó en la Aduana, al servicio de las tropas norteamericanas. La firma de un tal Adolfo Ruiz C. entre los pagadores que sirvieron a las fuerzas de ocupación provocaría ataques terribles contra su homónimo a lo largo de su vida política”. (Krauze, 1999)
En 1915, cuando Venustiano Carranza estableció su gobierno en el puerto de Veracruz, Adolfo Ruiz Cortines entró como oficial en las filas constitucionalistas a cargo del general Jacinto B. Treviño y marchó a combatir a las tropas villistas en la batalla del Ébano, en San Luis Potosí.
A la edad de veinticinco años, obtuvo tifo y se casó con su primera mujer quién llevaba por nombre Lucía Carrillo. Este matrimonio amplió la relación de Adolfo con Treviño, quién encontraba casado con la hermana mayor de Lucía.
Entre 1915 y 1920, sus jefes sucesivos fueron el propio Robles Domínguez, Heriberto Jara y Jacinto B. Treviño y la función principal que desempeñaba era la de pagador del ejército con grado de capitán segundo.
A inicios de los años treinta, Ruiz Cortines consolidó su prestigio en una Convención Nacional de Migración y con la publicación de varios artículos técnicos en la revista Crisol, órgano de expresión del Bloque de Obreros Intelectuales (BOI), que fue fundado en 1922 por el sonorense Juan de Dios Bojórquez.
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