ÁREAS CULTURALES SEGÚN MIGUEL ACOSTA SAIGNES
roger124141 de Noviembre de 2011
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ÁREAS CULTURALES SEGÚN MIGUEL ACOSTA SAIGNES
Debe entenderse por área cultural un ámbito geográfico habitado por pueblos aborígenes que presentan rasgos culturales homogéneos en un tiempo determinado. Según el etnólogo venezolano Miguel Acosta Saignes, para el año 1500 las áreas culturales de Venezuela eran 09:
1. Costa Caribe y CIparicotos: localizadas al norte, desde la península de Paria en el estado Sucre hasta Borburata, en el estado Carabobo. Los Ciparicotos se ubicaron en la costa noreste del Estado Falcón.
2. Arawacos occidentales: se extendían por los estados Cojedes, Portuguesa, Barinas, Apure, Falcón, Lara y Yaracuy.
3. Jirajara – Ayamán: comprendían parte de los estados Falcón, Lara y Yaracuy.
4. Recolectores y Pescadores Occidentales:localizada en la Goajira y a todo lo largo de las costas del Lago de Maracaibo.
5. Caribes Occidentales: ubicada en la parte sur y oeste de la depresión del Lago de Maracaibo.
6. Otomaca: en la confluencia del rio Orinoco y Apure.
7. Guayana Venezolana: en el estado Bolívar y Amazonas.
8. Recolectores, cazadores y pescadores de los llanos: en los estados Portuguesa, Guárico, Anzoátegui, Monagas y Delta Amacuro.
9. Timotocuicas: en los andes venezolanos: Táchira, Mérida y Trujillo.
LAS DIFERENTE POBLACIONES EXISTENTES EN EL TERRITORIO HOY LLAMADO VENEZUELA
Suramérica y el Caribe fueron y siguen siendo una civilización originaria. [1] Su formación estuvo determinada por la existencia de diversos procesos civilizatorios cuyos ámbitos geográficos y persistencia histórica se reflejan de cierta manera en las diversas regiones geohistóricas contemporáneas. A partir del siglo XVI estuvieron sujetas a la influencia del tiempo histórico mundial, esto es, la superestructura de la historia universal, pero la coyuntura de su desarrollo, desde remotos tiempos, ha estado determinada por el ritmo de los tiempos históricos de sus propias y diversas regiones geohistóricas.
A la par de los Andes Centrales, el noroeste, el sureste de Suramérica, la región amazónica central, el norte del Amazonas, el noroeste de Colombia, las Guayanas, Venezuela y el Caribe conformaron desde hace milenios una extensa macroregión geohistórica cuya pertinencia, permitiría entender el proceso civilizatorio que dio origen a esta Tierra de Gracia llamada Venezuela. [2]
Las poblaciones originales arawakas colonizaron una gran parte del vasto espacio geográfico suramericano y caribeño. Ciertos lingüistas sitúan el origen de las lenguas arawakas o maipure entre el Amazonas, el piedemonte oriental andino y las cuencas altas de los ríos Madeira y Ucayali, hace unos 4500 a 5000 años antes de ahora, la posible existencia de un segundo centro de origen en el occidente de Venezuela. Unos grupos humanos parecen haberse desplazado desde aquella región hasta el Bajo Orinoco, 3000 años antes de ahora, y otras a lo largo de la costa noroccidental de Suramérica llegando al noroeste de Venezuela alrededor de 3000 años antes de ahora.
Con base a los conocimientos que poseemos en la actualidad, no se puede establecer con certitud la pertenencia de aquellas antiguas poblaciones larenses a la familia lingüística arawaka, pero sí sabemos que para el siglo XVI de la era cristiana el noroeste de Venezuela estaba habitado por pueblos hablantes de lenguas arawakas. [3] Los antiguos pueblos arawakos contribuyeron a iniciar y consolidar el proceso civilizatorio venezolano expresado, particulamente, en una formación social aldeana sedentaria con base en la cual comenzó a tomar configuración el presente territorio de la nación venezolana. Las regiones subandinas del actual estado Lara, ocupadas desde 10.000 años antes del presente por bandas de recolectores cazadores, fueron el asiento -hacia 3000 años antes de ahora- de antiguas poblaciones agroalfareras como la de Camay, vinculadas a la Cultura Valdivia de la costa ecuatoriana, las cuales parecen haber operado la domesticación secundaria de razas locales de maíz, propiciando así el surgimiento de una forma de vida sedentaria fundamentada en el cultivo del maíz, de la auyama, posiblemente de la yuca amarga y de diversos frutales como la papaya o lechosa. De igual manera, parecen haber originado cultivos como el algodón cuyas fibras se empleaban para fabricar tejidos y telas diversas. La decoración de las vasijas de barro sugiere que conocían también diversas técnicas para la manufactura de cestería, similares a las que se infieren de la decoración de las vasijas manufacturadas por las antiguas poblaciones valdivianas de la costa del Ecuador. [4]
Durante el último milenio antes de Cristo, diversos grupos humanos desprendidos de las antiguas poblaciones agro-alfareras del estado Lara, colonizaron la cuenca del lago de Maracaibo, estableciendo una red de aldeas sedentarias que se prolongaba hacia las planicies del territorio de la Guajira y el noreste de Colombia. Para comienzos de la era cristiana ya se había constituido en el noroeste de Venezuela lo que podríamos considerar un oekumene arawako. El núcleo de dicha formación social se hallaba localizado en los valles subandinos del estado Lara, donde se estaba produciendo para aquella época la consolidación de una sociedad política, social y culturalmente jerarquizada. La organización económica se apoyaba en una agricultura intensificada mediante la utilización de sistemas de regadío y cultivo en terrazas artificiales, lo que permitía obtener una importante producción exceden-taria. En el norte del lago de Maracaibo existía una gran variedad de etnias arawakas o kaketías que incluían desde grupos de pescadores-recolectores especializados que explotaban las salinas que se formaban naturalmente, hasta cultivadores con cerámica que habitaban el actual litoral de la Guajira venezolana y los valles fluviales de la Guajira colombiana. [5]
A partir de inicios de la era cristiana, la antigua sociedad igualitaria larense comenzó a devenir desigual, al separarse la comunidad original en linajes endógamos. Éstos eran segmentaciones de la sociedad original, individuos que se reconocían como descendientes de un antepasado mítico o tótem, quienes preservaban su identidad grupal mediante las uniones entre los miembros del mismo linaje. Ello contribuía no solamente a la preservación del patrimonio comunal, sino también de las relaciones de dominación política que ejercían sobre las personas del común. En estas antiguas sociedades jerárquicas larenses se produjo un proceso de acumulación de fuerza de trabajo, particularmente artesanos que trabajaban las conchas de moluscos marinos y terrestres, así como el hueso para producir una compleja industria de pectorales alados, cuentas de collar, pendientes, pulseras, cubre sexos, tapa ojos, etc., que eran utilizados como parafernalia funeraria. De igual manera, rasgo que ya había aparecido desde siglos anteriores, se producía gran cantidad de cerámica funeraria que se utilizaba también para acompañar los enterramientos humanos. A diferencia de las antiguas aldeas igualitarias, donde los muertos se enterraban al interior de las viviendas, comienzan a aparecer grandes necrópolis donde se enterraban centenares de difuntos acompañados de complejas ofrendas votivas. Ello funcionaba como un medio para el consumo no reproductivo de gran cantidad de bienes creados artesanal-mente. De esta manera, no solamente se mantenían los grupos de artesanos en permanente producción, sino que se reforzaba la capacidad de poder y dominación que tenían los linajes sobre el resto de la población, potenciándose el carácter de la desigualdad social. Estas características se hacen patentes en la forma de organización social jerarquizada de la etnia kaketía, stock arawako, que componía -en el siglo XVI- el Señorío de Manaure. Dicha formación sociopolítica, que se extendía desde el mar Caribe hasta los llanos de Apure, era gobernada por un Señor o Diao que se consideraba tenía poderes civiles, militares y religiosos, así como control sobre los fenómenos naturales. Por debajo de la autoridad principal, existía un sistema de jefes regionales y locales que gobernaban diferentes regiones y polis que formaban la jerarquía social y política que ejercía el poder dentro del Señorío Kaketío del occidente de Venezuela. [6]
Vecinos al señorío arawako, los pueblos conocidos como timote habitaban la cordillera andina desde por lo menos los siglos VIII y X de la era cristiana. Culturalmente, tenían muchas afinidades con las antiguas poblaciones arawakas que habitaban los valles subandinos del estado Lara, incluyendo la utilización del regadío y el cultivo en terrazas. A diferencia de aquellos, sus poblados estaban constituidos por casas fabricadas con piedras, levantadas sobre terrazas o terraplenes artificiales como era también común en las etnias indígenas del norte de Colombia. Los pueblos timote tuvieron un desarrollo jerárquico político-religioso muy elevado. El gobierno de las aldeas estaba en manos de unmohan o sacerdote que ejecutaba funciones religiosas y administrativas, existiendo asimismo templos construidos en madera donde residían deidades relacionadas con la agricultura. Anualmente, los aldeanos hacían peregrinaciones a dichos templos para ofrecer tributos a las divinidades y solicitar consejo a los mohanes sobre el éxito de sus cosechas. Tanto los timote andinos como los kaketío de Lara y Falcón mantenían relaciones de intercambio con sus parientes del norte del lago de Maracaibo, quienes, a su vez, servían como intermediarios comerciales con las etnias tairona. En el sur del lago, ríos como el Zulia y el Catatumbo
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