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Cándido y la utopía: una mirada sobre Eldorado

nataliasalvarreyEnsayo8 de Mayo de 2018

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Cándido y  la utopía:

una mirada sobre Eldorado

La razón es para Voltaire, a diferencia de lo que será para Hegel, no lo que se impone por sí mismo, sino algo que el hombre debe por su propio esfuerzo conquistar.

(Ferrater Mora, Cuatro visiones de la historia universal, pág. 96)

 

Voltaire (…) protestaba no sólo como burgués y acaudalado señor que era, contra el plebeyo sentimentalismo, el entusiasmo vulgar y la falta de comprensión histórica de Rousseau, sino que se irritaba también, como burgués seco, escéptico y erudito de mentalidad realista, contra los abismos del irracionalismo que Rousseau había abierto y que amenazaban tragar todo el edificio de la Ilustración

                                                (Hauser, p. 88)

En un contexto de insipiencia del racionalismo, con los cambios en la visión universal que ofrece el hombre, se dan diferentes nodos que implican una concepción de la naturaleza del hombre, a partir de la cual se yerguen numerosas teorías. La ilustración marcó un quiebre en la concepción humana; hizo de la razón el centro por intermedio del cual se concebía al hombre, debilitando así la valoración de las explicaciones religiosas como la Divina Providencia.

El enciclopedismo tuvo el impulso de Didierot entre otros colaboradores, que a lo largo de los siglos se constituirían junto con Voltaire, Montesquieu y Rousseau en los personajes más reconocidos del “siglo de las luces”.

Voltaire dice, por ejemplo: “Cada hombre, en el fondo de su corazón, tiene derecho a creerse enteramente igual a los demás hombres”. Allí puede verse la base de la concepción francesa de “libertad, igualdad y fraternidad”. La creencia en la idea de “progreso” mediante la conquista individual, es un elemento influyente en el ideario de Voltaire.

 Por el otro lado, Rousseau afirma que “El hombre es bueno por naturaleza”, y que la vida social lo corrompe. Partiendo de una concepción distinta de “hombre”. Voltaire repara más en los aspectos racionales mientras que Rousseau  defiende una cosmovisión basada mayormente en los aspectos del mundo sensible. Así por ejemplo, vierte en su concepción de la educación una óptica que defiende la libertad, más que la moralidad rígida, defendida por Voltaire  

“asignad a los niños más libertad y menos imperio, dejadles hacer más por sí mismos y exigir menos de los demás” (Emilio, Rousseau).

        Si bien mediante  Hauser podemos ver  las diferencias entre Voltaire y Rousseau, (desnudando despreocupadamente los rasgos histórico-sociales que caracterizan el pensamiento del autor de Cándido) esta cita acaso ayude a comprender la posición que toma respecto de los hechos de su tiempo. Voltaire fue un defensor de la Ilustración en un contexto de ascensión de la burguesía. Tal vez así, situado, podamos comprender el motivo que lo lleva a ser tan severo con Leibniz,  ridiculizando una de las máximas expuestas en  Teodicea.

Gottfried Wilhelm Leibniz (1646 – 1716) fue un pensador alemán, considerado como “el último genio universal”, por su condición de científico, sus aportes en la matemática y la lógica, así como también en el campo de la filosofía, la jurisprudencia, la epistemología y la metafísica.

En su Teodicea Leibniz plantea la teoría de los mundos posibles; donde justificándose en la benevolencia de Dios, afirma la idea de que, de todos los mundos que Dios pudo haber creado, el que tenemos es el mejor de los mundos posibles. Esto constituye un intento de crear una explicación racionalista de la existencia de Dios. Voltaire, tal vez simplificando esta idea caricaturiza esta máxima en  su obra Cándido, principalmente en el protagonista principal y en el maestro Pangloss.

Por otra parte el concepto de moralidad, progreso y de superación de Voltaire, está estrechamente ligado a la concepción liberal de Locke. En esta dirección concibe el camino (individual o individualista) a través de la ciencia, la industria, el arte, por el cual el hombre tomará su propio destino.                 

Utopía

Para referirse a “Cándido”, es necesario reparar en el concepto de utopía, ya que los capítulos del “El Dorado” están caracterizados con rasgos propios del género utopía. A partir de éste se construirán en el capítulo relaciones dialógicas en al menos dos dimensiones: El concepto mismo de utopía; y el “mundo real” del que viene Cándido.

Tomás Moro en 1516 publicó su Utopía, una obra que ofrece la organización de una sociedad ideal, justa, sin necesidades materiales. Utopía es una isla de la cual toma nombre la obra de Moro y constituye con ella un género literario homónimo.

El término utopía  según lo define la R.A.E.  

(Del gr. οὐ, no, y τόπος, lugar: lugar que no existe). 

1. f. Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación. 

 

Tomando en cuenta esta definición de la Real Academia Española, podemos afirmar que la esencia del término está en el planteo de un proyecto ideal y se constituye por oposición a la idea misma de “realidad”. Si pensamos en un texto literario, ya sea del género utopía o la visión de “El Dorado” que nos ocupa, existe cierta problemática; por un lado implica una construcción por oposición a un concepto de “realidad”. Toda construcción de un sistema utópico implica la construcción a partir de categorías opuestas que dialógicamente se determinan a sí mismas, considerando lo real y lo no real, lo existente y lo no existente. Si pensáramos, por ejemplo, en un lugar donde reine la justicia, debe tenerse claro el concepto de injusticia a partir del cual se establece una separación entre lo justo y lo injusto.  Por otro lado se construye lo ideal, a partir de esta relación dialógica ya mencionada, en un tiempo y un espacio no determinados, que implican la participación activa del lector en la interpretación de esta construcción. 

Por lo tanto los conceptos de realidad y utopía están constantemente en la tensión de la interpretación ideológica a la hora de establecer el orden del mundo, e influyen en su determinación tanto la visión del autor  en tanto creador, selector de palabras y elementos; y la  visión del lector como interpretador. Es necesario tener en cuenta este hecho, para no descuidar el punto de vista ideológico que enmarca el mensaje.

Paul Ricoeur distingue tres categorías en el desarrollo de la acción dentro de un relato:

Mímesis I : Marco de la acción que hace posible el desarrollo de ciertos hechos. Condiciones, contexto que reviste a los hechos narrados.

Mímesis II : La elaboración misma, la óptica con la cual una narración es abordada. La visión que ofrece del mundo ficticio

Mímesis III : Relación dialógica entre el mundo del texto y el mundo del receptor. Tensión de lo ficticio y lo real.

 

La Utopía es un tipo particular de mundo posible, configurado a través de hechos (los referentes del texto-Mímesis II) en el espacio lógico (Mímesis I) para crear el mundo posible o contrafactual (mímesis III) que implica una reconfiguración del mundo de referencia. La Historia, incorporada en forma de relatos dentro de la mímesis, es el elemento central que le otorga verosimilitud a este tipo de mundo posible.     

                                            (Del Percio, 172)

 

La Utopía permite formular proyecciones que nos mueven a pensar en la posibilidad de la superación del estado de las cosas, de la superación de las dificultades que tiene la humanidad en un tiempo y momento dados. Al mismo tiempo, para que la utopía sea tal, según se avanza en la consecución de logros que se planteaban otrora utópicos, se amplía en la misma medida el horizonte de expectativa, se extiende la utopía un grado más. Es muy ilustrativa la cita que Eduardo Galeano hiciera en varias oportunidades a las palabras del cineasta argentino Fernando Birri: “La utopía está en el horizonte; yo sé muy que nunca la alcanzaré, que si yo camino diez pasos, ella se alejará diez pasos; cuanto más la busque, menos la encontraré, porque ella se va alejando a medida que yo me acerco… la utopía sirve para eso, para caminar”. 

A la utopía se le opone la distopía, que se ha convertido en otra forma de pensar y escribir, de crear e imaginar desde diversos puntos de vista las cuestiones de la existencia humana. La sociedad distópica sería un estado indeseable, catastrófico, asfixiante, que ofrece otra visión, acaso de espaldas al horizonte al que refería Birri. 

Eldorado

Eldorado, como toda utopía, se encuentra en un lugar escondido o aislado, que dificulta el acceso. Esto no solo representa la dificultad que implica la superación de la humanidad, que “deberá escalar varias montañas rocosas” para superar su estado sino que marca el contraste de dos mundos opuestos. El mundo de Cándido, el mundo de los hombres comunes y el mundo opuesto representado en la utopía. Curiosamente la visión caótica del mundo incluye tanto al “viejo mundo” como América, “nuevo  mundo”. Ambos mundos son representados como barbáricos.

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