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Cada Noche


Enviado por   •  22 de Octubre de 2013  •  715 Palabras (3 Páginas)  •  268 Visitas

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Una de tantas noches, decidió hablar, confesar sus sentimientos, no había más motivos para callar y ¿por qué hacerlo? Sabía lo que quería y existia la posibilidad de tenerlo, así que fue a buscar eso que tanto anhelaba. Sí, era un chico, podía ver el cielo en su mirada, sentir calma cuando todo era intranquilo.

Pronto la duda inundo sus pensamientos, ¿Será a caso que siente lo mismo? He sentido sus ojos observarme, como tratando de decir algo, pero, ¿Qué será?

No pasaba un día sin pensar en él, sin recordar cada detalle de su rostro, sin creer que en él estaba el tesoro más grande y valioso.

Él era perfecto. Tenía una sonrisa que llenaba el sitio donde se encontraba y unos ojos que eran capaces de derrumbar cualquier muro que instantaneamente apareciera.

Ella lo sabía, estaba segura que al verlo algo dentro se encendía, se llenaba de alegria, sonreía sin motivo alguno y su rostro se llenaba de una luz invisible a los ojos de cualquiera.

Amor, en efecto, esa era la palabra indicada para expresar lo que sentía cuando lo veía, no había otra explicación.

Pronto la duda inundo sus pensamientos, ¿a caso que siente lo mismo?. He sentido sus ojos observarme, como tratando de decir algo, pero, ¿qué?

Pasaba el tiempo, la incognita crecia y aún no decidia que hacer. Una noche cansada de tanto recorrer su habitación de lado a lado y de atormentarse a ella misma tomo la iniciativa e intento charlar con él.

Muerta del miedo, sin saber que respuesta esperar, que decir y que hacer por fin dijo:

- ¡Hola!

No hubo respuesta alguna. Intentó justificarlo

– Debe estar muy agobiado, quizas tenga mucha tarea- se dijo- Pero en el fondo sabía que algo estaba mal.

Pasadas las horas decidió intentar nuevamente y tuvo suerte, por fin leyó su mensaje.

Inundada de felicidad no supo que hacer, era tanta la emoción que su mente se bloqueo, su corazón palpitaba fuerte y rápidamente, parecía que nada podía ser mejor que el recibir un mensaje suyo, que aún siendo corto podía provocar en ella una ola de adrenalina que parecía quemarle hasta los huesos.

Los días avanzaban y un bello sentimiento se apoderaba de sus pensamientos, día y noche en su mente no había imágen alguna que no fuera su rostro, lo veía reflejado en la mirada de quien se cruzara en su camino.

Era su sonrisa un delirante pero bello martirio que la pereseguía por las calles, en pasillos, en su habítación, en cualquier parte.

Verlo y morderse los labios se convirtió hecho un hábito cotidiano, en ellos se escondían dos palabras que la vida podía cambiarle

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