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Enviado por   •  29 de Abril de 2015  •  1.953 Palabras (8 Páginas)  •  211 Visitas

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Popol Vuh

Es una recopilación de varias leyendas del Quiché, un Reino de la civilización Maya al sur de Guatemala; más que un sentido histórico tiene valor e importancia en el plano religioso.

Se desconoce la existencia de una versión original del Popol Vuh, según Delia Goetz: "Deberíamos suponer que sería un libro de pinturas con jeroglíficos que los sacerdotes interpretaban al pueblo para mantener vivo el conocimiento del origen de su raza y los misterios de su religión.". La primera versión escrita de la cual se tiene registro fue elaborada en lengua Quiche utilizando caracteres españoles a mediados del siglo dieciséis - algunos autores la ubican en la década comprendida entre 1550 y 1560. Dicha versión permaneció oculta hasta 1701, cuando los mayas quiché de la comunidad de Santo Tomás Chuilá (hoy Chichicaste nango, Guatemala) mostraron la recopilación de sus historias y mitología a un sacerdote dominico: Fray Francisco Ximénez.

Se desconoce el nombre del autor de esta primera versión pero Fray Francisco Ximénez, al notar la importancia del documento, decidió traducirlo asegurando la fidelidad del escrito. Su versión está estructurada en 2 columnas, en una estaba la versión quiché; y en la otra la traducción de Ximénez. La primera versión fue una traducción demasiado literal y resultó muy confusa y oscura. Luego escribió una segunda versión menos literal que incluyó en su "Historia de la Provincia de Santo Vicente de Chiapa y Guatemala" que terminó en 1722.

I. Creación referida

Los dioses crean el mundo, crean los valles y las montañas.

Los dioses crean a los animales, pero ya que no los alaban los condenan a comerse unos a otros.

II. Historias de Hunahpú e Ixbalanqué

Ixpiyacoc e Ixmukané engendran dos hermanos.

Hun Hunahpú e Ixbakiyalo engendran a los gemelos mono Hunbatz y Hunchouén.

Una rata habla con Hunahpú e Ixbalanqué y les cuenta la historia de sus ancestros.

III. Creación de los hombres de maíz

Los primeros cuatro hombres reales son creados: Balam Quitze, el segundo Balam Akab, el tercero Mahucutah y el cuarto Iqui Balam.

Las primeras cuatro mujeres son creadas.

Tribus descendientes. Hablan el mismo lenguaje y viajan a Tulan.

El lenguaje de las tribus se confunde y éstas se dispersan.

IV. Espera del amanecer y permanencia en Hacauitz

Surge Venus, seguida por el nacimiento del sol, causando gran alegría.

Las deidades que traían desde Tula se tornan de piedra (sólo escapa el duende Zaquicoxol).Los cuatro varones k’iche’ permanecen escondidos en la montaña.

Vestintica de Horacio Quiroga

Horacio Silvestre Quiroga Forteza (Salto, Uruguay, 31 de diciembre de 1878 – Buenos Aires, Argentina, febrero de 1937) fue un cuentista, dramaturgo y poeta uruguayo. Fue el maestro del cuento latinoamericano, de prosa vívida, naturalista y modernista. Sus relatos, que a menudo retratan a la naturaleza bajo rasgos temibles y horrorosos, y como enemiga del ser humano, le valieron ser comparado con el estadounidense Edgar Allan Poe.

Vivió en su país natal hasta la edad de 23 años, momento en el cual, luego de matar accidentalmente a su mejor amigo, decidió emigrar a Argentina, país donde vivió 35 años —hasta su muerte—, donde se casó dos veces, tuvo sus tres hijos, y en donde además desarrolló la mayor parte de su obra. Mostró una eterna pasión por el territorio de Misiones y su selva, adonde se asentó en dos oportunidades y cuyo entorno trasladó a la trama de muchos de sus escritos.

La vida de Quiroga, marcada por la tragedia, los accidentes y los suicidios, culminó por decisión propia, cuando bebió un vaso de cianuro en el Hospital de Clínicas de la ciudad de Buenos Aires a los 58 años de edad, tras enterarse de que padecía cáncer de próstata.

El almohadón de plumas

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.

Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.

No sé -le dijo a Jordán en

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