Circulo De Mohr
gflinares25 de Abril de 2014
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El Parque del Olivar, aquí en Lima, consiste de 23 hectáreas con 1500 árboles de olivo, muchos son centenarios. Recorrerlo inspira respeto hacia ellos por su capacidad de prevalecer pese a las amenazas del entorno. Pueden soportar temperaturas bajas de 10 grados bajo cero. También inspira reflexionar sobre nuestra capacidad para trascender al paso del tiempo con los conocimientos, habilidades y actitudes actuales, tema de esta columna que le agradezco leer.
Cordialmente, desde Perú,
¡Aprendes o te desprendes!
La ignorancia es una de las peores condenas que se puede sufrir como país, empresa, familia o persona. Esta lleva al estancamiento, la marginación y la obsolescencia. ¿Pero, cuál es el camino que impide llegar a esos abismos? Primero, tomar conciencia de que nos hemos refugiado en un estado de letargo y de confort, luego, reaccionar con fuerza para entrar de lleno en una nueva etapa de aprendizaje que permita romper el mito del límite superior y las barreras autoimpuestas.
Llamaremos "modo confort" a ese estado de tranquilidad que se disfruta cuando todo parece ir bien. Los conocimientos y capacidades permiten disfrutar la estabilidad, el reconocimiento y hasta frutos financieros. Nos sentimos tan competentes en eso, que saturamos nuestro tiempo en hacer lo mismo y sin cesar, esperando con euforia recibir recompensas de diversa índole. ¿Total, para qué detenerse y preocuparse si todo marcha con el viento a favor? Incluso, ignoramos advertencias externas sobre descuidos y riesgos personales en otros campos al actuar así.
Mientras tanto, el tiempo sigue su implacable marcha, la modernización acelera su paso y nuevas generaciones de personas dan la impresión que desde su nacimiento vienen mejor preparadas, con instrumentos diferentes y tecnología incorporada como parte de su naturaleza humana. Cuanto más interactuamos con los jóvenes, los avisos de pertenecer a la "vieja escuela" se incrementan. Lo complejo para nosotros es sencillo para ellas. La brecha aparece sin previo aviso y la amenaza del rezago deja de serlo para convertirse en una realidad.
La encrucijada está allí, al frente, esperando reacciones, y solo hay dos: aprender o desprenderse. Si no hay transformaciones la desconexión con el entorno, el futuro y las oportunidades parece asegurada. Las personas u organizaciones pueden soslayar, postergar o alucinar, pero el destino ya está marcado: la desaparición o pérdida de vigencia esperan a la vuelta de la esquina. Queda entonces una opción inteligente: entrar de nuevo al mundo del aprendizaje y renovarse.
Esta segunda alternativa implica despojarse de conocimientos obsoletos y experimentar vulnerabilidad, desadaptación e inseguridad. Sin humildad y coraje no se avanza muy lejos en esta ruta. Aceptar ayuda y reconocer barreras propias no es algo que agrade a muchos, pero conviene a todos. Incluye renunciar a lo que otrora era placentero, cómodo y predecible. Eso sí, la recompensa es gigante, porque lo mejor del pasado se combina con lo positivo del presente. Es un rejuvenecimiento acelerado y un pasaporte a la vigencia futura.
La disposición de aprender se une a la disciplina del cambio personal o de la empresa para gozar de "un segundo aire". La añoranza por el pasado se convierte ahora en una esperanza por el devenir. Los reconocimientos principales ya no llegarán desde afuera sino de las voces internas, íntimas, y acompañadas por una conciencia en paz al seguir vigentes.
Quien aprende jamás se desprende. Permanece en estado de conexión con la realidad, agregando valor para mejorarla; siendo protagonista y no víctima en un mundo que no espera a nadie, pues es empujado a velocidad espeluznante por cada persona que hizo del aprendizaje su brújula de vida. ¿Lo es para usted?
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