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brayanparrab17 de Mayo de 2015
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Abel Y Caín En El Ser Histórico De La Nacion Costarricense
· Enviado por Maro16
· 19/07/2011
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ABEL Y CAÍN EN EL SER HISTÓRICO DE LA NACION COSTARRICENSE
ü Autor: Abelardo Bonilla Baldares (Costarricense)
ü Género Literario: Ensayo
• Escrito en prosa literaria.
• Su extensión es variable, aunque tiende a ser breve.
• Poca profundidad en el enfoque de los temas.
ü Yo discursivo:
Propone estudiar los rasgos de nuestra nacionalidad. Busca una idea general del costarricense. Su novedad consiste en que la explicación de los rasgos del costarricense han de rastrearse en la historias.
ü Tesis:
“la vida autentica de la nación consiste en vivir en un estado común”. Dentro del ser costarricense, encontramos un problema: Su individualidad. Así, el ensayo incita a reflexionar sobre los rasgos que identifican al costarricense: La indiferencia (que trae como consecuencia la insensibilidad y el choteo) y la envidia (que produce la tendencia a igualar a todos y la critica despiadada contra otros).
ü Registro del Habla:
Culto: Los existencialistas contemporáneos no encuentran relación posible, cordial y plena, entre el yo y el otro yo, en cuanto el yo es siempre sujeto y el centro del universo, lo que sitúa al hombre en soledad irrenunciable y hace teóricamente imposible toda autentica vida social.
Literario: (poético) en el fondo de las aguas no somos distintos a la mayoría de los humanos. En la superficie, por compensación y conformidad, ofrecemos la apariencia de los lagos serenos y atrayentes.
ü Eje estructural:
Primera parte: Formula eltema. Pretende demostrar la tesis siguiente: “Causas de la individualidad del costarricense”: ausencia de valores durante la colonia, individualismo por dureza del suelo y condiciones económicas; fuimos pastores y luego labradores.
Segunda parte: Remite al relato del génesis: Abel es un soñador, poco trabajador en el campo e individualista (este es el costarricense que se equipara con Abel, con el “yo”), Caín: Labrador, trabajador, responsable, conminado por la envidia (este es “el otro”)
Tercera parte: Enfoca la filosofía existencialista: analiza el problema del “yo” y del “otro” y de las relaciones interhumanas. Desde esta filosofía el “yo” se concibe como centro del universo y el “otro” como un objeto fuera de ese “yo”.
Cuarta parte: Analiza nuestros espectáculos: La política, el futbol y el enriquecimiento. Para el yo discursivo, funcionan como catarsis de la presión que sufre el sujeto en su aislamiento.
Quinta parte: Analiza aspectos positivos de la idea de Abel: conservar las conquistas democráticas y, por otra parte, el hecho de que el costarricense ha respetado sus derechos históricos. Para el yo discursivo, la mentalidad individualista “impide caer en el dominio inconsciente del estado absoluto”.
Sexta parte: El yo discursivo revisa las posibilidades de rectificación que tiene el costarricense ante sus errores: corregir los problemas de la educación, profundizar la religiosidad, buscar un lugar intermedio entre el individualismo y el colectivismo doctrinario.
Todas las ideas se unen en un mismo eje: El costarricense caracterizado como individualista. El primer apartado la tesis; el segundo apartado da las soluciones a los problemas planteados.
ü Estructura ternaria: El hablante ha construido la figura del costarricense como el resultado de la unión de dos arquetipos tradicionalmente opuestos. La presencia de tres elementos (Caín, Abel, el costarricense)
Esta estructura ternaria reaparece en relación con el manejo del tiempo:
1. El pasado surge como parte necesaria para explicar la identidad nacional.
2. Al presente se alude, en primer lugar, porque se habla de un problema de actualidad; en segundo lugar porque el hablante se sitúa en un punto medio de la historia costarricense, entre el pasado que se conoce y el futuro sobre el que se desea influir.
3. El futuro, en la posibilidad de efectuar cambios.
ABEL Y CAÍN EN EL SER HISTÓRICO COSTARRICENSE
Existe hoy en Costa Rica como en todos los países cultos, aunque en todos sea necesariamente preocupación de minoría, un interés creciente por conocer más profundamente el ser de la nación, que hasta ahora sólo nos ha sido dado en su exterioridad por los ensayos históricos y sociológicos. Priva la impresión, no siempre razonada pero intuitivamente certera, de que en el trasfondo de nuestra historia nacional, tal como ha sido trazada corrientemente, queda una penumbra de
grandes posibilidades hasta la cual no han penetrado los métodos usuales de investigación.
El propósito de este ensayo es aportar una contribución a ese interés creciente, desde una posición -una actitud más bien nueva-, contribución que juzgamos más fértil y de más ricas posibilidades, por el punto de vista desde el cual enfocamos el problema histórico, siempre que esta introducción al tema tenga la fortuna de madurar y concretarse posteriormente en estudios más vastos y de mayor rigor.
Expondremos brevemente el punto de partida y el método de nuestro empeño.
La nación es, en primer lugar, un hecho vital y, en consecuencia, histórico. Es, además, un fenómeno social, político y económico. Estos tres últimos aspectos -lo externo y cambiante han sido hasta ahora las rutas principales del historiador, que olvida, en su preocupación documental, el plano profundo de la vida o lo capta únicamente y de modo fragmentario en las biografías o en períodos aislados de la existenciade los pueblos.
La historia, tratada en esta forma, nos da imágenes de superficie, inertes, como las que proporciona la placa fotográfica corriente y muy diversas sin duda a las que podría proporcionar -es una metáfora que no carece de probabilidades- una pantalla de fluoroscopía que nos revelara la interioridad viva del ser histórico.
La comprensión y vivencia del hecho nacional no se obtendrán nunca desde el punto de vista de los aspectos externos, porque éstos son únicamente manifestaciones parciales de una realidad más profunda: la vida auténtica de la nación costarricense, para la cual, como para todas las sociedades humanas, vivir es la necesidad inexorable de determinación, en un estado común y hacia un destino común.
¿Existe esta condición colectiva en Costa Rica? Es evidente que en nuestra nacionalidad faltan muchos nexos de tipo social. No es solamente el predominio del individualismo lo que nos caracteriza. No existe un dogma nacional. No hay intención ni propósitos comunes y los valores, inexistentes o muy esfumados, no han llegado todavía a imprimir su dinamismo en la marcha de la nación. Es indispensable explorar y fijar las causas de esta realidad.
Durante los tres siglos del coloniaje, que constituyeron nuestro período de formación nacional, no se consiguió formar una ciudad. Es este un hecho fundamental y determinante en nuestro ser histórico. Cartago, el mayor núcleo de población y sede de los gobernadores, no fue una ciudad. Su magnitud física y humana era mínima; su acción directora y centralizadora se debía exclusivamente a que era el principal asiento de la raza blanca; carecía de medios de trabajo y sus gentes buscaron en los siglos XVII y XVIII la expansión rural y la disgregación, primero hacia el Atlántico y después hacia las regiones occidentales. Y no para fundar nuevos núcleos de convivencia sino para aislarse en sus haciendas. Varias fundaciones iniciales desaparecieron y fue dura y en gran parte estéril la lucha de las autoridades por congregar a los colonos en los primeros centros de población: Villa Vieja, Villa Nueva de la Boca del Monte y Villa Hermosa, hitos que señalaron la formación de nuestra democracia rural y que consolidaron la herencia individualista española.
En los orígenes del individualismo español, además de la mezcla original de razas, se ha apuntado como causa principal la de la dureza y aridez del suelo peninsular, que impide el crecimiento de la población y obliga al hombre a un esfuerzo personal exagerado que no haya compensación en el rendimiento. Esta circunstancia, por la pobreza y las condiciones económicas generales, fue aún más grave en Costa Rica y sus hombres por la ausencia de la ciudad y de sus medios de cultura desarrollaron a través de varias generaciones una individualidad fuerte y agreste, externa o de continente, sin el contenido espiritual de la personalidad. El español, pueblo de acción, desvió hacia la guerra el exceso de energía. El costarricense, mínimo en número, pobre y aislado, se concentró en la tierra y en la intimidad huraña del yo, de un yo en lucha como lo veremos más adelante.
Por la naturaleza del suelo y porque la ganadería fue la primera actividad de los colonos españoles, fue el nuestro originalmente un pueblo de pastores, que se vio impelido más tarde a serlo de labradores, mas no por vocación, sino porque la esclavitud de los indios y de los negros le presentaba la posibilidad de progresar con poco esfuerzo. La democracia rural y el patriarcalismo no fueron nunca construcciones de la razón ni decantación de un proceso histórico, sino raíz vital de un modo de ser íntimo del costarricense. Este es el punto de partida hacia una vivencia de nuestro ser histórico. Villa Vieja, Villa Nueva de la Boca del Monte y Villa Hermosa, nombres
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