ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

EL RATONCITO PEREZ.

AnabelVencesResumen3 de Abril de 2014

14.910 Palabras (60 Páginas)395 Visitas

Página 1 de 60

EL RATONCITO PEREZ

Había una vez un ratoncito llamado Pepito Pérez, era un pequeño ratoncito que vivía con su familia en un agujero de la pared de un edificio de la ciudad.

El agujero no era muy grande pero era muy cómodo, y allí no faltaba la comida. Vivían junto a una panadería, por las noches él y su padre iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer. Un día Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Y como ratón curioso que era trepó y trepó por las cañerías hasta llegar a la primera planta. Allí vió un montón de aparatos, sillones, flores, cuadros..., parecía que alguien se iba a instalar allí.

Al día siguiente Pepito volvió a subir a ver qué era todo aquello, y descubrió algo que le gustó muchísimo. En el piso de arriba habían puesto una clínica dental. A partir de entonces todos los días subía a mirar todo lo que hacía el doctor José Mª. Miraba y aprendía, volvía a mirar y apuntaba todo lo que podía en una pequeña libreta de cartón. Después practicaba con su familia lo que sabía. A su madre le limpió muy bien los dientes, a su hermanita le curó un dolor de muelas con un poquito de medicina.

Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso. Venían ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo con una bolsita llena de comida para él, ratones de ciudad con sombrero y bastón, ratones pequeños, grandes, gordos, flacos... Todos querían que el ratoncito Pérez les arreglara la boca.

Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos con un problema más grande. No tenían dientes y querían comer turrón, nueces, almendras, y todo lo que no podían comer desde que eran jóvenes. El ratoncito Pérez pensó y pensó cómo podía ayudar a estos ratones que confiaban en él. Y, como casi siempre que tenía una duda, subió a la clínica dental a mirar. Allí vió cómo el doctor José Mª le ponía unos dientes estupendos a un anciano. Esos dientes no eran de personas, los hacían en una gran fábrica para los dentistas. Pero esos dientes, eran enormes y no le servían a él para nada.

Entonces, cuando ya se iba a ir a su casa sin encontrar la solución, apareció en la clínica un niño con su mamá. El niño quería que el doctor le quitara un diente de leche para que le saliera rápido el diente fuerte y grande. El doctor se lo quitó y se lo dió de recuerdo. El ratoncito Pérez encontró la solución: "Iré a la casa de ese niño y le compraré el diente", pensó. Lo siguió por toda la ciudad y cuando por fin llegó a la casa, se encontró con un enorme gato y no pudo entrar. El ratoncito Pérez se esperó a que todos se durmieran y entonces entró a la habitación del niño. El niño se había dormido mirando y mirando su diente, y lo había puesto debajo de su almohada. Al pobre ratoncito Pérez le costó mucho encontrar el diente, pero al fin lo encontró y le dejó al niño un bonito regalo.

A la mañana siguiente el niño vió el regalo y se puso contentísimo y se lo contó a todos sus amigos del colegio. Y a partir de ese día, todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de la almohada. Y el ratoncito Pérez los recoge y les deja a cambio un bonito regalo.

RICITOS DE ORO

En un bosque florido y frondoso vivían tres ositos, un papá, una mamá y el pequeño osito. Un día, tras hacer todas las camas, limpiar la casa y hacer la sopa para la cena, los tres ositos fueron a pasear por el bosque para que el pequeño osito pudiera jugar y respirar aire puro. De repente, apareció una niña muy bien vestida llamada Ricitos de Oro. Cuando vio la casita de los tres ositos, se asomó a la ventana y le pareció muy curioso lo ordenada y coqueta que tenían la casa. A Ricitos de Oro se le olvidaron los modales que su mamá le había inculcado y decidió entrar en la casita de los tres ositos. "¡Oh! ¡Qué casita más bonita! ¡Qué limpia y ordenada tienen la casa la gente que vive aquí!". Mientras iba observando todo lo que había en la casa comenzó a sentir hambre, ya que le vino un olor muy sabroso a sopa . "¡Mmm...! ¡Qué hambre me ha entrado! Voy a ver que tendrán para cenar." Fue hacia la mesa y vio que había tres tazones. Un tazón pequeño, uno más grande y otro más y más grande que los otros dos anteriores. Ricitos de Oro siguió sin acordarse de los modales que su mamá le había enseñado y en vez de esperar a que los tres ositos volvieran a la casita y le invitaran a tomar un poco de la sopa que habían preparado, se lanzó directamente a probarla. Comenzó por el tazón más grande, pero al probarlo, la sopa estaba demasiado caliente. Entonces pasó al tazón mediano y al probarlo, la sopa estaba demasiado fría, pasándose a probar el tazón más pequeño que estaba como a ella le gustaba. "Está en su punto", dijo la niña. Cuando acabó la sopa se subió a la silla más grandota pero estaba demasiado dura y se pasó a la otra silla más mediana comprobando que estaba demasiado blanda, y entonces decidió sentarse en la silla más pequeña que estaba ni muy dura ni muy blanda; era comodísima. Pero la sillita estaba acostumbrada al peso tan ligero del osito y poco a poco el asiento fue cediendo y se rompió. Cuando Ricitos de Oro se levantó del suelo, subió a la habitación de los tres ositos y comenzó a probar las tres camas. Probó la cama grande pero estaba demasiado alta. Después probó la cama mediana pero estaba demasiado baja y por fin probó la cama pequeña que era tan mullidita y cómoda que se quedó totalmente dormida. Mientras Ricitos de Oro dormía profundamente, llegaron los tres ositos a la casa y nada más entrar el oso grande vio cómo su cuchara estaba dentro del tazón y dijo con su gran voz: "¡Alguien ha probado mi sopa!". Y mamá oso también vio su cuchara dentro del tazón y dijo: "¡Alguien ha probado también mi sopa!". Y el osito pequeño dijo con voz apesadumbrada: "¡Alguien se ha tomado mi sopa y se la ha comido toda entera!". Después pasaron al salón y dijo papá oso: "¡Alguien se ha sentado en mi silla!". Y mamá oso dijo: "¡Alguien se ha sentado también en mi silla!". Y el pequeño osito dijo con su voz aflautada: "¡Alguien se ha sentado en mi sillita y además me la ha roto!". Al ver que allí no había nadie, subieron a la habitación para ver si el ladrón de su comida se encontraba todavía en el interior de la casa. Al entrar en la habitación, papá oso dijo: "¡Alguien se ha acostado en mi cama!". Y mamá eso exclamó: "¡Alguien se ha acostado en mi cama también!". Y el osito pequeño dijo: "¡Alguien se ha acostado en ella...!". Ricitos de Oro, mientras dormía creía que la voz fuerte que había escuchado y que era papá oso, había sido un trueno, y que la voz de mamá oso había sido una voz que la hablaba en sueños pero la voz aflautada del osito la despertó. De un salto se sentó en la cama mientras los osos la observaban, y saltó hacia el otro lado saliendo por la ventana corriendo sin parar un solo instante, tanto, tanto que no daban los pies en el suelo. Desde ese momento, Ricitos de Oro nunca volvió a entrar en casa de nadie ajeno sin pedir permiso primero.

.

POCAHONTAS

Hija del jefe Powhatan, era una joven aventurera y de Espíritu libre. Amaba la tierra y a los espíritus que vivían en los animales , en los árboles y en el viento. Le encantaba escalar cumbres, bajar por la corriente de los ríos y correr con el viento por los bosques. Su padre quería que se casara con un guerrero llamado Kocoum. Sin embargo, la hermosa joven sentía que debía seguir por otros caminos.

Un día, Pocahontas fue ha visitar a la abuela Sauce. "¡Mi padre quiere que me case con Kocoum, pero él es muy serioy últimamente he tenido un extraño sueño de una flecha que gira!", señalola preocupada joven. La abuela que sabía que los sueños era fuente de gran sabiduría, le dijo que tenía relación con su futuro. Pocahontas se subió a las fuertes ramas de la abuela Sauce y escuchó el viento. En la distancia vio nubes extrañas. Eran la velas de un barco que venía desde Inglaterra en busca de oro.

Un hombre llamado John Smith, proveniente de la embarcación, se encontró con Miko y tuvo una sensación que había alguien ahí cerca. Pronto encontró a Pocahontas. Era la mujer más hermosa que jamás había visto, pero ella intentó escapar. La hermosa joven recordó que tenía que escuchar con su corazón y entendió que Smith era una persona noble.

Mientras Pocahontas y John Smith se hacían amigos, los tripulantes del barco y los mienbros de la tribu se hacían enemigos. Los guerreros observaban cómo los colonizadores intentaban conquistar sus tierras, mientras el codicioso gobernador, Ratcliffe, lo único que deseaba era encontrar su precioso oro.

Fue en un violento enfrentamiento en donde uno de los guerreros cayó al suelo con una herida

en la pierna. Kocoum llevó ha su amigo hasta la aldea. "Estas bestias invaden nuestras tierras",

rugió Powhatan. "¡Pelearemos unidos contra estos hombres!", le dijo a su pueblo.

Mientras que Pocahontas enseñaba a Smith los secretos de la naturaleza, su amor crecía cada vez más. Pocahontas le dijo a John Smith que en su tierra no había oro, y éste se encaminó hacia el

campamento para dar la noticia al gobernador. Sin embargo, Ratcliffe no quiso escuchar, pues creía que los indígenas harían cualquier cosa por esconder el preciado metal.

Fue

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (86 Kb)
Leer 59 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com