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EL RECUERDO EN "ACEITE" Y "UN PUEBLO LLAMADO YUMIURA" DE YASUNARI KAWABATA


Enviado por   •  17 de Junio de 2013  •  2.933 Palabras (12 Páginas)  •  1.250 Visitas

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EL RECUERDO EN “ACEITE” Y “UN PUEBLO LLAMADO YUMIURA” DE YASUNARI KAWABATA

La obra literaria de Yasunari Kawabata es una de las más representativas del Siglo XX en Japón. Guardan en ellas la delicadeza y sensibilidad de la cultura japonesa que trasciende más allá del texto; su temática está dirigida a los sentimientos y emociones humanas, logrando que el lector pueda sentirse identificado y llegue a superarlos.

Los temas de los que trata Kawabata muchas veces están ligados a la tristeza, la angustia, la muerte, y la soledad. Esto puede deberse a que tuvo una infancia llena de perdidas familiares, lo que creo alrededor de él una atmosfera melancólica que plasma de manera constante en sus textos.

En sus textos materializa, por ejemplo, los últimos días de la vida de su abuelo, persona que lo crió luego de las muertes sucesivas de sus padres, hermana y abuela. Relata además sus años de juventud, las emociones de los primeros encuentros con el sexo opuesto y más. Pero Kawabata no se queda solamente en plasmar sus emociones respecto a sus pérdidas, también hace figurar la sensación de su país luego de las guerras, así como su cultura y folklore a través de una renovación de sus leyendas míticas.

De todo ello, un rasgo constante en Kawabata es el recuerdo de hechos pasados. Ya sea de su vida personal, o de un acontecimiento nacional, Kawabata talla estos recuerdos en sus escritos y muchas veces se cuestiona sobre estos, sobre la idea de cómo funcionan los recuerdos entre dos personas. En esta oportunidad analizaremos el recuerdo y la relación que tiene entre dos personas a través del análisis de dos cuentos de este escritor: “Aceite” (La Bailarina de Izu, 1926) y “Un pueblo llamado Yumiura” (Primera nieve en el monte Fuji, 1958) .

Aceite es un cuento que pertenece a la primera colección de Kawabata. Publicado en 1926 en La Bailarina de Izu forma parte del conjunto de cuentos que se relacionan directamente con su vida personal y las pérdidas que sufrió durante su infancia.

En Aceite, Kawabata relata a partir de la conversación con un familiar cercano, los sucesos entorno al funeral de su padre y su madre, que él siendo tan pequeño no llega a rememorar con claridad, y en cierto sentido, no lo siente como una pérdida suya. En este proceso toma conciencia que el dolor interior que había tenido en ese momento, se vio reflejado en reacciones adversas que tenia frente a ciertos objetos. Uno de ellos fue el aceite, que desde su infancia detestaba sin encontrar una causa específica a este suceso. A través de los recuerdos de su tía sobre los funerales, Kawabata da cuenta que dicho material, su olor, le acarreaba inconscientemente a su alma un dolor por la pérdida de sus padres: “La muerte de mis padres, quizá, se había filtrado en mi corazón como el olor del aceite.” A través de este reconocimiento, Kawabata, ya adulto, logra superar dicha aversión, así como algunas otras.

Es interesante destacar la manera que tiene Kawabata adulto para reencontrarse con el pasado. En un primer momento están las fotografías de su padre. Al haber sufrido una pérdida tan pequeño, reconoce a aquel personaje como un familiar debido a que estas fotos se hallan en su casa, sin embargo este soporte material no le llevan a recordar a la persona cuando estaba viva: “Contemplar sus fotos no me traía nada a la memoria. Y así, aunque imaginaba que probablemente pertenecían a mi propio padre, la idea no estaba acompañada por una sensación honda”.

No sucede lo mismo cuando está cruzando el puente Sori. Donde el lugar, sin tener un recuerdo anterior de él provoca en su alma un vago reconocimiento: “[…] me embargo una vaga sensación, como si alguna vez cuando era niño hubiera cruzado ese mismo puente” . Aquí la sensación prevalece ante el recuerdo, y buscando en la memoria de su prima, cabe la posibilidad que el halla estado ahí antes con sus padres.

Es en esta conversación con su prima, que empieza a tener detalles sobre su comportamiento en el funeral de su padre, pero no es hasta la conversación con su tía cuando los detalles emergen con la mayor claridad. Destacan aquí tres elementos importantes: el tañido de la campana, las luces del altar y el aceite.

Kawabata no recuerda por sí mismo, sin embargo, el encuentro con este familiar tan cercano como su tía descubre una intimidad profunda, como el reencuentro con una persona especial. Este lazo profundo permite que su alma traiga recuerdos de su propio sentir, de locaciones donde él había estado de pequeño.

Dichos lugares que empieza a recordar, sin embargo, no pertenecen al verdadero lugar de los hechos. Su recuerdo de haber arrojado el aceite no coincide con el lugar donde fallecieron sus padres. Al pensarlo mejor, cae en cuenta que su mente ha mezclado el recuerdo del funeral de su padre y-sucedido tiempo después- el funeral de su madre, como la repetición de un mismo suceso. Kawabata se descubre equivocado:

Aquello que creo que son recuerdos son seguramente ensoñaciones. Aun así, mi propio sentimentalismo suspira por ellos como si fueran la verdad, con todo lo sospechosa y retorcida que puede ser. He olvidado que son historias que he escuchado contar a otra persona y siento una intimidad con ellas, como si fueran mis propios y exactos recuerdos.

Los recuerdos no le pertenecen, más en el recorrido de la historia, está tácito su dolor de niño. Es a partir del recuerdo de su infancia, que Kawabata empieza a hilar recuerdos de su juventud, en especial cuando vivió con su abuelo, los años posteriores a la muerte de gran parte de su familia.

Descubre en estos recuerdos, que aquellas cosas que había detestado o su entorno había alejado de él tienen relación directa con sus reacciones en el funeral. Así el tañido de las campanas que lo afligió en ese momento, y probablemente durante algunos días después, hizo que su abuelo no volviera a hacerlas sonar, por lo menos en su presencia. Las luces del altar, se relacionan con la acción de romper las velas del altar, ante lo cual su abuelo utilizaba una lámpara, y aún así, dentro del altar, no permitía que el joven Kawabata la viera.

El aceite tuvo un proceso distinto, pues dicha aflicción recién pudo ser salvada cuando adulto. Es el olor del aceite quemado durante el funeral de los padres lo que más detestaba. Y este disgusto le sucedía en todos los ámbitos, no solo en el altar. A pesar de utilizar lámparas de aceite, era el aceite de colza lo que le causaba malestar, en la comida, en los rezos e incluso en la ropa. Luego del reconocimiento dentro de la historia de su tía, Kawabata es capaz de ingerir nuevamente el aceite, y descubre así que ha sanado su herida.

Es entonces, que en él cobra vida el recuerdo de su tía, a través

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