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El Coloso Y El Mar


Enviado por   •  27 de Marzo de 2013  •  2.996 Palabras (12 Páginas)  •  1.151 Visitas

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El coloso (1808-1812), también denominado El gigante, El pánico y La tormenta,1 es un cuadro tradicionalmente atribuido a Francisco de Goya en el que un gigante de tamaño colosal se yergue tras unos montes —que ocultan sus piernas hasta los muslos—, ocupando el centro de la imagen, rodeado de nubes y con los puños en alto. El tercio inferior del lienzo lo ocupa un sombrío valle donde una multitud de gente y ganado se dispersa caóticamente en todas direcciones.

En 1812 el cuadro (óleo sobre lienzo, 116 x 105 cm) pasó a ser propiedad del hijo de Goya, Javier Goya.2 Posteriormente perteneció a Pedro Fernández Durán, quien legó su colección al Museo del Prado, y allí se conserva desde 1931.

Índice [ocultar]

1 Atribución

2 Historia del cuadro

3 Análisis

4 Notas

5 Fuentes

6 Enlaces externos

[editar]Atribución

Trazos del ángulo inferior izquierdo de El coloso, que Nigel Glendinning identificó con dos dígitos (17 o 18) de un número de inventario3 4 (que Jesusa Vega, en «El Coloso es de Francisco de Goya» [2012], considera un 18)5 y Manuela Mena, en un primer momento, con las iniciales de Asensio Julià (A. J.), si bien en enero de 2009 rechazó interpretar taxativamente esos trazos como firma del pintor valenciano.

En junio de 2008 el Museo del Prado emitió en rueda de prensa un comunicado por parte de Manuela Mena, jefa de conservación del siglo XVIII y Goya del Museo del Prado, en el que afirmaba que el cuadro era «casi con toda seguridad» obra del pintor Asensio Juliá, amigo y colaborador del maestro aragonés.6 El análisis7 concluyó determinando, en enero de 2009, que el cuadro es de un discípulo de Goya indeterminado, sin ser capaz de asegurar que se tratase de Juliá.8

Nigel Glendinning rechazó la atribución del cuadro a Asensio Juliá señalando que los argumentos que aportaba Manuela Mena son «totalmente subjetivos» y que la presunta firma «A. J.» son trazos de los dos primeros dígitos del número de inventario 176 conocido por reproducciones fotográficas antiguas, donde además pueden verse varios números, como el 18 a que aludiría la frase «Un gigante con el n.º diez y ocho» del cuadro Un gigante, nombre con el que fue conocido El coloso en el inventario de las obras de Goya realizado en 1812 tras la muerte de Josefa Bayeu, mujer del pintor.3 4 9 10 Jesusa Vega, en 2012, publicó un artículo titulado «El Coloso es de Francisco de Goya» en el que muestra cómo el trazo de los ochos autógrafos de Goya se corresponden con el del Coloso, rechazando así el argumento inicial por el que se inició el proceso de descatalogación de la autoría de Goya; y señala que el resto de los esgrimidos por el Prado han resultado inocuos, puesto que tanto los análisis del soporte, pigmentos y aglutinantes, como las técnicas artísticas, composición y temática corroboran la autoría de Goya, así como la cercanía de este cuadro con las Pinturas negras, entre otros aspectos.5 Ya en 2009 Valeriano Bozal aseveró, tras conocer el comunicado de Mena, que «el informe no es concluyente»11 y posteriormente pidió infructuosamente celebrar un congreso de expertos internacionales para llegar a un consenso, declarando, en junio de 2010, que «se le ha quitado la autoría a Goya con unas pruebas débiles y poco relevantes. Se ha mutilado el patrimonio sin argumentos contundentes».12 Otros estudiosos, restauradores y exdirectores del Prado se mostraron contrarios a la tesis de Mena.13

Por su parte, Manuela Mena rechazó pronunciarse taxativamente en identificar las letras A. J. como firma de Asensio Juliá, uno de los principales argumentos esgrimidos para atribuir El coloso al pintor valenciano.14 En marzo de 2009, Nigel Glendinning y Jesusa Vega firmaron un artículo en la revista científica Goya titulado «¿Un fracasado intento de descatalogar El coloso por el Museo del Prado?»15 donde cuestionan la metodología y los argumentos del informe de Manuela Mena, y concluyen:16 17

En resumidas cuentas, los argumentos a favor de descatalogar El coloso adelantados en el informe no solo no convencen sino que, a la larga, escandalizan con sus errores y argucias. El publicar un texto de este tipo bajo la protección del Prado, como si aquella institución hubiese aceptado ya sus conclusiones, es un paso en falso muy grave y pone en entredicho la confianza que la sociedad ha puesto en el Museo.

Firma de Juliá en El Náufrago.

Desde 2001 Juliet Bareau-Wilson y Manuela Mena habían puesto en duda la autoría de Goya, postulando que El coloso había sido ejecutado por el hijo del pintor, Javier Goya, al tiempo que atribuían La lechera de Burdeos a la ahijada del pintor, Rosarito Weiss. Sin embargo, Nigel Glendinning en el artículo «El problema de las atribuciones desde la Exposición Goya de 1900»9 y el entonces director del Museo del Prado Fernando Checa, rechazaron estas hipótesis.18 19 20 Nigel Glendinning publicó además en 2004 el artículo «El Coloso de Goya y la poesía patriótica de su tiempo»,21 estableciendo la relación de la idea del coloso representada en este cuadro por Goya con la literatura de exaltación patriótica a la que fue muy sensible la población que vivió la guerra contra la invasión napoleónica, con lo que desechaba una datación tardía de El coloso, rebatiendo con este argumento las tesis de Juliet Bareau-Wilson y Manuela Mena, que desvinculaban El coloso del inventario de la testamentaría de Josefa Bayeu de 1812, donde aparecía un cuadro con las mismas medidas que El coloso titulado Un gigante, que el investigador anglosajón y la crítica tradicionalmente habían identificado como el mismo cuadro.

En julio de 2009 las universidades españolas y numerosos expertos en Goya firmaron un manifiesto de apoyo a Nigel Glendinning y en defensa del método científico en el estudio de la Historia del Arte, apoyando la autoría de Goya en El coloso.22 23

[editar]Historia del cuadro

El Gigante, también llamado El Coloso (estampa suelta, 1814-1818). Grabado a la aguatinta bruñida de Francisco de Goya, sin el espacio inferior destinado al epígrafe.24

El cuadro entró a formar parte de la colección del Museo del Prado en 1931, procedente del legado de Pedro Fernández Durán. Su atribución documentada data de 1946 cuando Francisco Javier Sánchez Cantón publicó el inventario de la testamentaría de Josefa Bayeu —la mujer de Goya—, fallecida en 1812. En ese inventario se describe un cuadro

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