ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

El Diablo De Los Numeros


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2014  •  6.266 Palabras (26 Páginas)  •  183 Visitas

Página 1 de 26

El diablo de los números.

Primera noche

Hacía mucho que Robert estaba harto de soñar.

Se decía: Siempre me toca hacer el papel de tonto.

Por ejemplo, en sueños le ocurría a menudo ser tragado por un pez gigantesco y

desagradable, y cuando estaba a punto de ocurrir llegaba a su nariz un olor terrible.

O se deslizaba cada vez más hondo por un interminable tobogán. Ya podía gritar

cuanto quisiera ¡Alto! o ¡Socorro!, bajaba más y más rápido, hasta despertar

bañado en sudor.

Hasta que un día apareció el diablo de los números.

Robert vio a un señor bastante mayor, más o menos del tamaño de un saltamontes,

que se columpiaba en una hoja de acedera y le miraba con ojos relucientes.

Robert se alegró de no soñar esta vez con un pez hambriento, y de no deslizarse

por un interminable tobogán desde una torre muy alta y muy vacilante.

En su lugar, soñó con una pradera. Lo curioso es que la hierba era altísima, tan alta

que a Robert le llegaba al hombro y a veces hasta la cabeza.

Miró a su alrededor y vio, justo delante de él, a un señor bastante viejo, bastante

bajito, más o menos como un saltamontes, que se mecía sobre una hoja de acedera y le miraba con ojos brillantes.

-¿Quién eres tú? -preguntó Robert.

El hombre le gritó, sorprendentemente alto: -¡Soy el diablo de los números! Pero

Robert no estaba de humor para aguantarle nada a semejante enano.

-En primer lugar -dijo-, no hay ningún diablo de los números.

-¿Ah, no? ¿Entonces por qué estás hablando conmigo, si ni siquiera existo? -Y en

segundo lugar, odio todo lo que tiene que ver con las Matemáticas.

-¿Por qué? -«Si dos panaderos hacen 444 trenzas en seis horas, ¿cuánto tiempo

necesitarán cinco panaderos para hacer 88 trenzas?» Qué idiotez -siguió

despotricando Robert-. Una forma idiota de matar el tiempo. Así que ¡esfúmate!

¡Largo! El diablo de los números se bajó con un elegante salto de su hoja de

acedera y se sentó al lado de Robert, que en protesta se había sentado entre la

hierba, alta como un árbol.

-¿De dónde te has sacado esa historia de las trenzas? Seguro que del colegio.

-¡Y de dónde si no! -dijo Robert-. El señor Bockel, ese principiante que nos da

Matemáticas, siempre tiene hambre, a pesar de estar tan gordo.

Cuando cree que no le vemos porque estamos haciendo los deberes, saca una

trenza de su maletín y se la devora mientras nosotros hacemos cuentas.

-¡Vaya! -exclamó el diablo de los números, sonriendo con sorna-. No quiero decir

nada en contra de tu profesor, pero la verdad es que eso no tiene nada que ver con

las Matemáticas. ¿Sabes una cosa? La mayoría de los verdaderos matemáticos no

sabe hacer cuentas. Además, les da pena perder el tiempo haciéndolas, para eso

están las calculadoras. ¿No tienes una? -Sí, pero en el colegio no nos dejan usarla.

-¡Ajá! -dijo el diablo de los números-. No importa.

No hay nada que objetar a un poco de práctica con las tablas. Puede ser muy útil si

uno se queda sin pilas. ¡Pero las Matemáticas, ratoncito, eso es muy diferente! -

Sólo quieres que cambie de idea -dijo Robert-.

No te creo. Si me agobias en sueños con deberes, gritaré. ¡Eso se llama malos

tratos a menores! -Si hubiera sabido que eres tan cobardita -dijo el diablo de los

números-, no habría venido. Al fin y al cabo, no quiero más que charlar contigo un

poco. La mayoría de las veces estoy libre por las noches, así que pensé: Pásate a

ver a Robert, seguro que está harto de bajar siempre el mismo tobogán.

-Cierto.

-¿Lo ves? -Pero no voy a dejar que me tomes el pelo -gritó Robert-. Que no se te

olvide.

Pero entonces el diablo de los números se puso en pie de un salto, y de repente ya

no era tan bajito.

-¡Así no se le habla a un diablo! -gritó.

Pateó la hierba hasta que quedó aplastada en el suelo, y sus ojos echaban chispas.

-Perdón -murmuró Robert.

Todo aquello estaba empezando a resultarle un poco inquietante.

-Si es tan sencillo hablar de Matemáticas como de películas o de bicicletas, ¿para

qué se necesita un diablo? -Por eso mismo, querido -respondió el anciano-: Lo

diabólico de los números es lo sencillos que son. En el fondo ni siquiera necesitas

una calculadora.

Para empezar, sólo necesitas una cosa: el uno. Con él puedes hacerlo casi todo. Por

ejemplo, si te dan miedo las cifras grandes, digamos...cinco millones setecientos

veintitrés mil ochocientos doce, empieza simplemente así: y sigue hasta que hayas El Diablo de los Números www.librosmaravillosos.com Hans Magnus Enzensberger

9

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (37.3 Kb)  
Leer 25 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com