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El Gobierno de Gabinete de Diego Valadés y el artículo Un Laberinto sin Minotauro de Francisco Casanova Álvarez

CrucioenLlamasEnsayo20 de Noviembre de 2017

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Quinto Control de Lectura: El Gobierno de Gabinete de Diego Valadés y el artículo Un Laberinto sin Minotauro de Francisco Casanova Álvarez

De acuerdo a éste control de lectura, en ésta ocasión repasaremos, el Gobierno de Gabinete desde la visión de Valadés, los principales mecanismos de gobernabilidad de 1934 a 1977 y se resaltarán las características del Sistema Político Mexicano derivadas de la transición, como lo son los Sistemas de Partidos, el Sistema de Gobierno y el que muchas veces se ha sostenido por sí mismo, el Régimen Federal.

Desde los años ochenta, ya en plenitud, México vive bajo un gobierno dividido, entendido como un régimen en donde el partido del presidente de la República no tiene la mayoría absoluta en el Congreso. A partir de entonces el país funciona pero no progresa. Puede decirse que el país funciona: cada uno de los tres poderes de la Unión actúa con normalidad dentro del ámbito de sus privilegios constitucionales. Pero es indiscutible que el país no prospera: en los últimos doce años no se han aprobado las reformas que se requieren para intensificar el quehacer político, económico y social; la insuficiencia surge crecientemente en varios ámbitos de la vida nacional. Esta paraplejia deriva en gran parte de impresionantes disfuncionalidades en la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, producto a su vez de una edificación constitucional deficiente.

La gobernabilidad comprende los mecanismos, procesos e instituciones que determinan cómo se ejerce el poder, cómo se toman las decisiones sobre temas de inquietud pública y cómo los ciudadanos articulan sus intereses, ejercitan sus derechos, cumplen sus obligaciones y median sus diferencias.

Un resultado de la preocupación generada por la posibilidad de que se produzca parálisis gubernamental ha generado un ambiente propicio para desarrollar mecanismos institucionales que tiendan a inhibir la pérdida de acuerdos entre poderes. Algunos de ellos han sido las llamadas cláusulas de gobernabilidad que otorgan sobrerrepresentación a los partidos mayoritarios en las legislaturas o bien, otros que fomentan la cooperación mediante mecanismos más sutiles. La principal ventaja de la formación de gobiernos divididos es el impulso del equilibrio entre poderes mediante el fortalecimiento de las funciones de fiscalización y control del Legislativo sobre el Ejecutivo. De hecho, al ampliar la capacidad de los actores de veto en la toma de decisiones, se modifica el espacio de negociación de intereses y se obliga a los actores a encontrar puntos de equilibrio entre las posturas extremas.

El libro de Diego Valadés, vale mucho la pena por lo repleto que está de información sobre el tema, en él nos señala, propone a manera de amago una forma de llevar la Presidencia diferente, a través de mecanismos más democráticos, o por lo menos funcionales dentro del mismo, por eso surge su llamado “Gobierno de Gabinete” o Neo presidencialismo, que me recuerda mucho a otro libro que precisamente era la crítica de éste, y de los que se proponía. Explica la distinción entre Jefatura de Estado y de Gobierno, así como las diferencias obvias entre Sistema Parlamentario y Presidencial, aunque a veces se junten para gobernar. Y aunque en el primer párrafo del libro señala que es típicamente británico, se puede llevar a nuestra realidad.

El pensamiento de Valadés proyecta a un conocedor profundo del sistema político constitucional de América Latina, pero también refleja a un jurista preocupado, en especial, por el específico caso de México. No obstante creo a que veces deposita demasiadas esperanzas en un sistema que no ha funcionado muy bien en nuestro país.

Posteriormente nos lleva a los Sistemas Constitucionales, que recaen en una sola persona, no hay esa separación entre Estado y Gobierno, que a su vez derivan de las Monarquías, el problema con esto es que al recaer en una sola figura tantas responsabilidades o facultades para ejercer el poder, fácilmente se lleva al autoritarismo, sin contrapesos. Y para mi sorpresa, Valadés nos dice que está en contra del Sistema Electoral, que en mi opinión sí funciona, pero no en México, y dice: "exacerba la propensión autoritaria de los sistemas presidenciales en tanto que hace creer a los presidentes que disponen de una mayoría real", y poco más adelante señala "entre un presidente con mayoría artificial que actúe como si dispusiera de una mayoría real, y otro que tenga que hacerlo como presidente minoritario, es preferible la segunda opción, porque al menos le ofrecerá la posibilidad de superar su desventaja electoral incorporando al gabinete a quienes aporten estabilidad al gobierno por su capacidad de entendimiento con el congreso". (Valadés, 2005)

Subraya el autor que en las democracias actuales el jefe de Estado tiene un papel simbólico, protocolario y ceremonial, que muchas veces no tiene nada que ver con los actos de gobierno, lo que explica su irresponsabilidad política. Su importancia actual radica en su función terciaria: se dedica a mantener el equilibrio entre todas las fuerzas políticas convivientes en el entorno del Estado.

Esto me lleva inevitablemente, de la mano de los mecanismos de gobernabilidad a un artículo que leía en la revista Nexos, hace unos días: “Existe una corriente de opinión según la cual el presidencialismo mexicano resultaría anacrónico en la época actual, marcada irreversiblemente por la heterogeneidad de ideas y la pluralidad política. Sería inevitable abandonar, con resignación o entusiasmo, un sistema político obsoleto y transitar hacia nuevas formas de gobierno, que combinaran con creatividad el viejo presidencialismo y un nuevo parlamentarismo, en un semipresidencialismo a la mexicana. Se trata, por decirlo con benevolencia, de una idea pensada apresuradamente.” (Córdoba, 2009)

Sinceramente no creo que funcione así dado las capacidades que hemos visto en los políticos del país, y si en caso de que trasladáramos hacia el extranjero lo anterior, vemos que no precisamente se delimita o soluciona así en países fuertes como Rusia o Estados Unidos. Aunque en México, tenemos casos como Salinas, que lo vimos en clase, y aunque a ciencia cierta los votos estuvieran ahí, mal que bien, ambos obtuvieron y rondaron casi el 50% de la votación, pero eran pocos ciudadanos los que votaron en esa elección, pero actuó y tomó la Presidencia, la hizo suya, a diferencia o lejano de lo que podía haber hecho Cárdenas en su momento, o sea, el punto señala que a la par de lo escrito por Valadés existe un sentido de apropiación aunque no haya sido realmente la mayoría.  

Y eso nos lleva al siguiente punto que es interesante señalar, estamos hablando de mayoría de votantes ‘activos’ y no de ciudadanos ni de voluntad popular, estrictamente hablando, porque tenemos abstención en cada elección, y eso, nos guste o no, es una forma de voto, extraña, pero voto a fin de cuentas y está reflejando algo, es un ‘voto’ en contra de los Partidos o de los típicamente establecido, y entonces la consecuencia lógica de esto sería la segunda vuelta, que no se lleva a cabo en México, por los altos costos que implicaría y el disentimiento de una elección que estaría plagiada de corrupción y conflictos de interés. Tendríamos que buscar mecanismos que obligaran a llevarse a cabo en el país elecciones limpias, y útiles, de manera que el presupuesto no se fuera a la basura en forma de boletas electorales.

Retomando el punto de las formas en las que son Jefes de Estado y Jefes de Gobierno, señala: "hay constitucionalismo cuando una pluralidad de agentes y órganos políticos participan en las decisiones del poder; hay autocracia cuando esas decisiones está concentradas en una persona o en un solo órgano colegiado" (Valadés, 2005), y entonces analiza los casos de América Latina, diciendo que hay tres: El Tradicional, El Transicional y el Democrático, que es el más común en Latinoamérica, y para calificar si es válido un sistema presidencial, se tienen que fijar en la vigencia y eficacia de los instrumentos de control, y se refieren al control que ejerce el Congreso junto con el Gobierno, y nos lleva ver que los Legisladores muchas veces son movidos no sólo por su partido, sino también por el Presidente en turno.

En el Tradicional, que consiste en un ejercicio autoritario del poder, como es el caso de República Dominicana y, en cierta medida, el de México, nos brinca al Transicional , en el que se pueden encontrar controles jurídicos eficaces, aunque asimismo controles políticos insuficientes, que es el supuesto en el que se encuentran ubicados la gran mayoría de los Estados Latinoamericanos; y Democrático, caracterizado por la presencia de controles políticos de la actuación presidencial, como es el caso de Chile, Costa Rica, Uruguay y, con ciertas dificultades por la violencia interna existente, también en Colombia, yo incluiría a México en éste punto también.

Obviamente el tener un sistema Monopartidista, hace que no haya controles y se dé el Presidencialismo que exacerbado hace que los que están en turno en el poder hagan lo que quieran, ya lo hemos en visto en clases y con ensayos anteriores, el PRI hizo y deshizo a su antojo, no había frenos de ningún tipo. El hecho de que haya más partidos, de que sea “pluripartidista” de cierta forma lleva a evitar la tendencia autocrática, y se da entonces lo que le pasó a Fox cuando se oponían en la Cámara de Diputados, aunque esto es cuestionable por mi parte, debo acepar que tiene un punto de razón, si se ponen contrapesos, pero no siempre son los necesarios o los más óptimos para llevarlos a cabo los partidos en turno.

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