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El Libro De Max Weber Ensayo

3012199417 de Noviembre de 2014

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Para el lector promedio del Siglo XXI éste es, sin duda, un libro que no resultará ni fácil ni simple. Digámoslo de entrada: es una obra compleja, profunda y no precisamente fácil de leer. Pero es una obra importante. Es uno de esos trabajos fundamentales, con frecuencia y de un modo casi inexplicable bastante relegados, que abre la mente para comprender muchas de las cosas que suceden en el mundo actual y – sobre todo – para formarse una idea de cómo, en absoluto, llegamos hasta aquí. Y lo más relevante de todo es que nos demuestra que, no es como generalmente creemos y como por lo común se explica.

Traducir a Max Weber es complicado. Lo es por la complejidad propia, ya señalada, de la obra y, además, la dificultad se multiplica por el estilo personal del autor.

El alemán, ya de por sí, se presta bastante poco a ser volcado al castellano de un modo exacto. Hay términos, como por ejemplo “Gestalt”, o “Bußkampf”, o “Gnadenaristokratismus”, que pueden llegar a hacer sudar tinta al traductor más avezado. Para no hablar de la conocida y muchas veces mencionada dificultad de pasar a un castellano comprensible y correcto términos como los de “Geist” y “Seele”, con sus múltiples derivaciones y conceptos compuestos.

Considerado desde cierto punto de vista, éste no es un libro. Se podría decir que son dos: uno está constituido por el texto en si y el otro por casi 400 (!) notas al pie. Es indudable que esto constituye una dificultad adicional para la lectura y se explica – probablemente – por el problema técnico y económico que hacia principios del S. XX representaba reeditar y reimprimir un libro compuesto en tipografía o linotipo.

Con todo, permítanme una sugerencia: no ignoren las notas. En muchas de ellas se encuentra quizás lo más jugoso y medular del libro, así como la respuesta a varias críticas que en su momento se le hicieron y que Weber contesta allí. Si no se quiere perder el hilo de la exposición, probablemente lo más aconsejable es leer la obra en forma lineal y después, en una segunda recorrida, estudiar las notas repasando, si hace falta, los pasajes pertinentes del texto principal. Es trabajoso, lo admito. Pero, exceptuando las citas que sólo son referencias a otros autores, realmente el esfuerzo vale la pena en la gran mayoría de los casos.

Eso sí: las abreviaturas de los títulos de las obras de otros autores que figuran en las referencias y notas al pié (a veces casi indescifrables) son de Weber. No hubo más remedio que dejarlas tal como el propio autor las puso.

Aparte de ampliar su trabajo con notas agregadas, Max Weber fue partidario de enfatizar para hacerse entender mejor. En consecuencia, todos los resaltados en el texto son del autor (y esto, que es importante, es una de las cosas que falta en la casi totalidad de las ediciones electrónicas).

Un libro que trata de la ética protestante en su relación con el capitalismo requiere – obviamente – un conocimiento previo del protestantismo y del proceso histórico de la Reforma. Por desgracia, el lector promedio de nuestro tiempo cuenta sólo con un concepto por demás vago y nebuloso del tema, en especial si es joven y de formación tradicionalmente católica. Lo que genéricamente se sabe de la Reforma es algo sobre Lutero y, en el mejor de los casos, alguna particularidad sobre las múltiples y variadas sectas que el protestantismo ha generado.

Hacer una exposición detallada de la Reforma para darle el marco preciso y exhaustivo a la obra de Weber escapa decididamente a las posibilidades que tenemos aquí. En principio, recomendaría muy enfáticamente la lectura previa de, por ejemplo, Las Grandes Herejías de Hilaire Belloc; en especial el Capítulo 6 de dicha obra. Con todo, una breve referencia a varias personas frecuentemente citadas por Weber quizás sea de utilidad.

Otra de las particularidades del autor es que le gustaba hacer alarde de su conocimiento de idiomas. Weber, en un rasgo bastante evidente de soberbia, parece haber supuesto que todos sus lectores tendrían que dominar el inglés (y hasta el latín, el griego e incluso algo de holandés) si querían entender la totalidad de su libro. En el original, múltiples citas en inglés sencillamente no están traducidas al alemán. Dependiendo del contexto y de su importancia, en esta versión dichas citas se han consignado tanto en inglés como en castellano. El latín y el griego escapan a mis conocimientos y han quedado tal como se encuentran en el original.

El ensayo de Weber, La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, es su obra más conocida. Se dice que este trabajo no debería ser considerado como un estudio detallado del protestantismo, sino como una introducción a las obras posteriores de Weber, en especial a sus estudios de la interacción entre varias ideologías religiosas y los comportamientos económicos.

En La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, Weber presenta la tesis de que la ética y las ideas puritanas influenciaron el desarrollo del capitalismo. La devoción religiosa es usualmente acompañada del rechazo de los asuntos mundanos, incluyendo la búsqueda de una mejor posición económica. ¿Por qué no es éste el caso del protestantismo? Ésta es la paradoja que Weber trata en su ensayo.

Define al "espíritu del capitalismo" como las ideas y hábitos que favorecen la búsqueda racional de ganancias económicas. Weber señala que tal espíritu no existe solamente en la cultura occidental, cuando lo consideramos como una actitud presente en los individuos ya que también hay que tomar en cuenta que estos individuos no podrían, por sí solos, establecer un nuevo orden económico como el capitalismo. Entre las tendencias identificadas por Weber están la ambición de ganancias con un mínimo esfuerzo; la idea de que el trabajo es una maldición y una carga que debe evitarse, especialmente cuando las ganancias de éste exceden lo que es necesario para una vida modesta. Pero "Para que una forma de vida bien adaptada a las peculiaridades del capitalismo" — escribió Weber — "pueda superar a otras, debe originarse en algún lugar, y no solo en individuos aislados, sino como una forma de vida común a grupos enteros de personas".

Después de definir al espíritu del capitalismo, Weber argumenta que hay muchas razones para buscar sus orígenes en las ideas religiosas de la Reforma. Muchos observadores, tales como William Petty, Montesquieu, Henry Thomas Buckle, John Keats, y otros han comentado la afinidad entre el protestantismo y el desarrollo del espíritu comercial.

Weber mostró que algunos tipos de protestantismo favorecian la búsqueda racional del beneficio económico. Si bien ése no fue el objetivo de esas ideas religiosas, resultó ser un producto ya que la lógica inherente a dichas doctrinas y los consejos derivados directa o indirectamente de ellas, promovían la búsqueda de un beneficio económico.

Weber indicó que la razón por la que finalmente abandonó su investigación sobre el protestantismo fue que su colega Ernst Troeltsch, un teólogo profesional, había comenzado a trabajar en el libro Las enseñanzas sociales de las iglesias y sectas cristianas. Otra causa de la decisión de Weber fue que ese ensayo proporcionaba la perspectiva para una amplia comparación entre religión y sociedad, la cual continuó en sus obras posteriores.

Así llegamos también al Poder más trascendental de nuestra vida moderna: el capitalismo.

El "impulso emprendedor", el "afán de lucro", la ambición de ganar dinero, la mayor cantidad posible de dinero, todo ello, en si mismo, no tiene nada que ver con el capitalismo. Este afán existió y existe en camareros, médicos, cocheros, artistas, prostitutas, funcionarios corruptos, soldados, asaltantes, caballeros cruzados, tahúres, mendigos — podría decirse que en all sorts and conditions of men, (en toda clase y condiciones de hombres) en todas las épocas de todos los países de la tierra en dónde haya existido la posibilidad objetiva de lucrar. En materia de historia cultural resulta elemental abandonar de una vez por todas esta concepción infantil. El afán de lucro ilimitado no es en lo más mínimo igual a capitalismo; mucho menos igual a su "espíritu". El capitalismo puede incluso identificarse con una morigeración, o al menos con un atemperamiento racional de este impulso irracional. En todo caso, el capitalismo se identifica con el anhelo de obtener una ganancia dentro del marco de la continuidad y la racionalidad de la empresa capitalista; aspira a una ganancia siempre renovada; a una "rentabilidad". Y aspira a ello porque debe hacerlo. Dentro del orden capitalista del conjunto de la economía, una empresa aislada que no se orientase por la posibilidad de obtener rentabilidad estaría condenada a sucumbir.

Establezcamos, para comenzar, una definición algo más precisa de la que por lo común se emplea. Una acción económica "capitalista" será para nosotros por de pronto aquella que se apoya sobre la expectativa de ganancia por medio del aprovechamiento de posibilidades de intercambio; es decir: sobre posibilidades lucrativas (formalmente) pacíficas. El enriquecimiento (formal y realmente) violento tiene lugar según leyes propias y no corresponde (en la medida en que esto se puede prohibir) colocarlo en la misma categoría que el comportamiento orientado (en última instancia) a las posibilidades de una ganancia obtenida por medio del intercambio. {[1]}

Allí en dónde se persigue racionalmente un ingreso capitalista, la acción se halla orientada por un cálculo

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