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El Valor De Elegir

yaneline29 de Agosto de 2014

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CAPÍTULO VII: ELEGIR LA VERDAD.

La verdad…es una realidad que plantea diversidad de opiniones… ¿Existe realmente? Y si así es, ¿qué es, qué representa realmente?

Existen individuos que la rechazan. Para Savater éstos viven bajo reglas que los acotan y llenan su vida de explicaciones que les hacen sentir seguros. Rechazan la realidad de la verdad porque ésta se ha instaurado en la realidad, sin quererlo ellos.

Unos afirman que la aman tanto que les parece absurdo someterla a crítica o análisis. Otros dicen que es una invención social que cambia continuamente, nunca permanece.

Lo curioso es que ante tales opiniones, los amantes de la verdad son capaces de ver la verdad intrínseca de tales posturas, debida a que para negarla es necesario partir de la propia verdad.

Gran parte del rechazo a la verdad se resume a LA VERDAD, entendida ésta como un absoluto. O la niegan o se rebelan contra ella porque la consideran inoportuno que terminan situando en el limbo de lo teológico. Porque lo cierto es que la verdad siempre pide una referencia, un punto de partida, es relativa. Pero no debe pensarse relativa como término deficitario o débil, es relativo con respecto a una situación, una posición; no con respecto a sí misma.

Partiendo de tal relativismo sería justo pasar de la pregunta ¿qué es la verdad? a ¿qué es verdad? Savater la define como “la coincidencia entre lo que pensamos o decimos y la realidad que viene al caso”, es decir, se dicen cosas verdaderas con respecto a algo pero éstas no guardan la verdad en sí misma; es por tanto, un acierto.

Al final, todo se reduce a un acierto con la realidad. Es decir, la verdad implica la aceptación de una realidad objetiva y es quizás, no por la verdad, sino por la propia realidad que tiene tantos detractores. Por otra parte, es necesario tener en cuenta que no todos los planos de la verdad son iguales. No todos ellos aspiran a justificarse y aceptarse de la misma manera.

Porque si admitimos la existencia del error no podemos desestimar la realidad del acierto: “si nada fuera verdad, tampoco nadie podría ser falso”. Por eso, sin partir de la posibilidad del error o el acierto, la búsqueda de la verdad debe ser un ejercicio de modestia, se trata de “indagar”, no de “poseer”.

OPINION:

Esto no quiere decir que la concepción de estas verdades sea tan caprichosa como la de las falsedades que la contradicen. Que la verdad no puede medirse siempre por el mismo baremo no hace que una u otra sea más o menos probable.

CAPÍTULO VIII: ELEGIR EL PLACER.

El placer, como concepto, tiene una amplia historia y tradición. En la psicología moderna, el psicoanálisis lo ha situado como elemento esencial del obrar humano. Para Freud, de hecho, toda actividad psíquica tiene por finalidad procurar el placer y evitar el displacer. Así, el placer va socialmente ligado a la “inmadurez, rebeldía, grosería inculta, abuso y muerte prematura”

Forma pues un elemento que atrae y repele a la vez: es tentador pero nos asusta. El placer lleva la desaparición de lo racional por un instante y ello conlleva a la pérdida de lo somos cada uno en nuestra realidad cotidiana. En el Edén, Eva y Adán tomaron la manzana como medio para alcanzar lo divino, para descubrir algo nuevo después pero no se preocuparon de saborear y deleitarse con el sabor de la manzana, que guardaba la llave para sentirse divinos sin esa necesidad de llegar a convertirse en el ser por excelencia. El placer, como ya dijimos, ha sido maltratado por corrientes puritanas que rechazaron cualquier expresión de satisfacción.

La inmadurez inhibe la opción prudencial. El estar maduro implica interiorizar la ley que “impone aplazar las compensaciones deseables y no desear las compensaciones no deseables”. Proclama de esta forma la templanza en situaciones en las que no es prudente el placer. Al mismo tiempo, “el placer compensa contra el tiempo”, es decir, reside en el presente y se enfrenta a la prudencia del futuro y a los desengaños pasados. El momento de embriaguez placentera es anti temporal, es siempre igual, ni distinto al placer pasado ni al futuro.

La entrega al placer es también señalada como grosería inculta. Esta posición implica que el placer es algo alcanzable por todo ser vivo y que, por tanto, se convierte en moralmente aceptable, pero no considerándolo en sí mismo, para ello es necesario elevarlo al ámbito intelectual, es decir, “al noble nivel de lo pensado”

Con todo, ¿tiene el placer límites?, o sea, ¿es cierto aquello que muchos reprochan al placer como inductor del abuso? Todo debe tener límites, y de ello se encarga la templanza, elemento tremendamente difícil de compensar. Es más fácil entregarse al placer en exceso o a la abstinencia por defecto, que alcanzar el medio justo.

Finalmente, la muerte prematura, es la más grave acusación de los detractores del placer. Se puede concebir el “goce profundo” como una pequeña muerte porque no percibe un después, no lo necesita y no invita a tenerlo. Sin embargo, objetar que el placer acorta la vida es absurdo porque es éste el que la intensifica. Hay quien considera que la vida larga es la mejor, otros renuncian a ello por una vida, quizás más corta, pero más intensa.

¿Cuál es el elemento que hace que el placer se vuelva débil normalmente? Los hedonistas son considerados egoístas por actuar para su propio deleite. De hecho, sólo el goce obtenido es moralmente malo. Si de egoísmo hablamos, lo cierto es que en el momento placentero nos sentimos libres de esa dependencia social que nos caracteriza humanamente: la tristeza llama a la compañía, el placer a la soledad buscada por el placer.

CAPÍTULO IX: ELEGIR LA POLÍTICA.

Así como lo cultural alude a la dimensión simbólica de toda experiencia humana, lo político remite hoy al estudio del conjunto de la vida social como forma de relación y comunicación. Por tanto, no existe persona sin resquicio político capaz de considerarse libre. Esto es así porque tampoco existen comunidades libres sin un ejercicio consecuente de la política.

La política “no es algo que es, sino que se hace”. En esto difiere por ejemplo de los motivos bélicos “presentes” en la situación de Afganistán, donde la guerra constante entre unos y otros no defiende ideas políticas (lo que se va a hacer) sino que el máximo motivo de conflicto es el ser de una forma u otra.

Elegir la política como motivación significa cambiar voluntariamente lo que involuntariamente se nos ha impuesto en el orden social.

Nacemos sin desearlo (se escapa a nuestra voluntad) y nos desarrollamos en un medio social ya establecido, preexistente a nuestra llegada. Ante esta situación “aceptable”, podemos adoptar dos posturas distintas: acatar el orden establecido amoldándonos a las instituciones de forma conservadora y realizarnos al máximo dentro de estas instituciones; o podemos aspirar a transformarlo, convirtiendo en voluntario lo que a priori se presentaba como impuesto. Cojamos la opción que cojamos, intervenimos en la configuración política de la sociedad.

En lo social, es destacable que no podemos aspirar a un orden absolutamente nuevo, es imprudente exagerar nuestras armas revolucionarias. El mayor de los logros es ir introduciendo nuevas aportaciones con el fin de ampliar lo más posible el consenso de las instituciones sociales. Pero para ello, es necesario hacer política, y no quedarse con la etiqueta de lo que políticamente somos. La faceta política potencia las capacidades de opción personal del individuo integrado en la sociedad.

Modificar el modelo social, sin olvidar las bases en las que viene asentada la sociedad, para así acoger a la mayoría en el juego participativo de la política ha sido uno de los mayores logros de la Edad Moderna

Ante estas situaciones, elegir la política es la máxima expresión de nuestra libertad individual en la sociedad. Es necesario lograr reforzar instituciones igualitarias no sólo a nivel de nuestra comunidad, sino a escala mundial, reforzando nuestra libertad colectiva. Por eso, elegir política es una decisión individual “para obtener lo mejor de lo posible frente a las fatalidades supuestamente irremediables”, es decir, es maximizar nuestras opciones posibles y disfrutar de ellas frente a lo que no podemos, por orden biológico, cambiar.

CAPÍTULO X: ELEGIR LA EDUCACIÓN CÍVICA.

Habiendo elegido la política como medio de transformación de la sociedad debemos tener en cuenta los medios con los que contamos para esa transformación.

Cualquier medio óptimo será aquel que combate lo que es susceptible de cambio,

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