ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Sintesis Capitulo 1 El Valor De Elegir


Enviado por   •  20 de Mayo de 2015  •  1.486 Palabras (6 Páginas)  •  463 Visitas

Página 1 de 6

EL VALOR DE ELEGIR

CAPITULO 1:

EL PRINCIPIO DEL HOMBRE

A lo largo de la historia se ha querido y tratado de estudiar al hombre en todos sus aspectos (cultural, biológico, trascendencia…) tras estos estudios hay biólogos, antropólogos, historiadores, entre otros. Entrando en materia y a lo que nos concierne, tras esos estudios se llega a una pregunta sobre el origen del hombre a la cual nos dan dos respuestas: la primera hace que el hombre provenga de Dios y la otra del animal.

Es curioso que ambos puntos de vistas tengan un presupuesto común, el hombre no puede ser comprendido desde sí mismo; que solo puede describirse o interpretarse con categorías extrahumanas. O bien el hombre es una criatura fabricada por dios a su imagen y semejanza, es decir, un pariente divino aunque caído y por tanto menesteroso, un sub-dios… o bien es un mono que ha evolucionado hasta alcanzar un éxito abrumador sobre el resto de sus congéneres, un súper-animal.

Dejemos a Dios o a los dioses a un lado: en filosofía, como punto de llegada resultan poco convincentes pero como punto de partida son sencillamente intolerables. Consideremos el hombre en sí mismo. ¿Qué le define? Dice Gehlen que es un ser práxico, es decir un ser que actúa. Que quiere hacer cosas y que hace cosas que quiere. La característica no parece distintiva. ¿Acaso no es la actividad lo característico de los seres vivos? ¿Acaso vivir no equivale siempre, de alguna manera a actuar? Sin embargo, Aristóteles en su Ética a Nicómaco, asegura taxativamente que los animales no actúan. De modo que actuar debe ser algo más que alimentarse y reproducirse, buscar refugio o fabricar madrigueras, cazar o moverse en busca del calor del sol o de aguas templadas. Actuar no es solo ponerse en movimiento para satisfacer un instinto, sino llevar a cabo un proyecto que trasciende lo instintivo hasta volverlo irreconocible o suplir su carencia.

La acción está vinculada a la previsión pero también a lo imprevisto: es intentar prever jugando con lo imprevisible y contando con su incertidumbre. Es una forma emprendedora de responder a las urgencias y solicitaciones de la realidad plural, pero también de explorarla y descubrir en ella capacidades aún no efectuadas. El ser activo no solo obra a causa de la realidad sino que activa la realidad misma, la pone en marcha de un modo que sin él nunca hubiera llegada a ocurrir.

Si de lo que realmente se trata es de encontrar no el origen del hombre sino el principio, sin duda tal principio está en la acción, es decir en una intervención en lo real que selecciona, planea e innova. La acción en el sentido humano y humanizador que aquí le damos al término es lo contrario del cumplimiento de un programa. Las pautas vegetativas y los instintos son programas, las rosas y las panteras están programadas para ser lo que son, hacer lo que hacen y vivir como viven. Los seres humanos estamos programados también, pero en una medida diferente: nuestra estructura biológica responde a programas estrictos, pero no así nuestra capacidad simbólica.

Se nos informa, incontrovertiblemente, de que la diferencia genética que nos separa de los chimpancés es mínima (menos del cinco por ciento) y no mucho mayor la que nos aleja del cerdo o del gusano. El ser humano cuenta con una programación básica, biológica, en cuanto ser vivo pero debe auto programarse como humano. Arnold Gehlen hace hincapié necesario en este aspecto, que ya había sido antes apuntado por Max Scheler en su comprimido y famoso ensayo El puesto del hombre en el cosmos.

¿Cuál es la diferencia fundamental, orgánica, entre el ser humano y cualquier otro animal? Su casi absoluta ausencia de especialización de ningún tipo. Lo prodigioso de la constitución de los animales, que lleva a las almas cándidas a proclamar edificantes letanías sobre la sabiduría de la madre naturaleza, es el nivel de adecuación fisiológica que alcanzan para dedicarse a ciertas tareas y para vivir en determinado medio.

En zoología, los estudios anatómicos son siempre consideraciones minuciosas de instrumentos de alta precisión. El ojo se convierte en microscopio, las extremidades sirven para trepar o para nadar, la mandíbula adquiere una fuerza trituradora excepcional, la zarpa es capaz de aplastar cualquier testuz, etc. En el ser humano, por contraste, no se dan estas excelencias híper-especializadas: miembros, órganos y sentidos están mucho menos definidos para tareas específicas aunque se las arreglan mejor o peor para cumplir una serie de encargos imprevistos.

Los seres humanos, son anatómicamente indigentes,

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (9 Kb)  
Leer 5 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com