Reseña primer capítulo “El valor de elegir”

Reseña primer capítulo “El valor de elegir”

El capítulo primero de la obra El valor de elegir del filósofo y escritor Español Fernando Savater nos inicia en el fundamentación del principio del hombre, aquella esencia vital que exhala todo ser humano. Argumenta sus ideas sosteniéndose y apoyándose en otros autores como Arnold Gehlen y Michel Serres para explicar cuál es el principio que nos diferencia de otros animales.

Nosotros como los iniciados en su obra nos vemos pronto sumergidos en este primer capítulo, en un pensar de paradojas y entre una dualidad de contrarios que se complementan. En ese sentido, se devela la piedra angular que sostiene el origen de la humanidad del hombre.

La praxis (expone Fernando Savater apoyándose en Arnold Gehlen) es el principio ínfimo con el cual el hombre construye su humanidad. El génesis que engendra el origen de lo humano, fuimos expulsados del místico edén para renacer en la praxis, condenados y vueltos hombres por el fruto prohibido de la acción.

Nacemos seres humanos, programados en cuanto a especie, pero emana y se ejerce nuestra humanidad en la acción. Así mismo es la praxis el puente que nos conduce  a la realidad misma, un camino exclusivo para el ser humano que se abre por nuestra conciencia de nosotros mismos y nuestro entorno.

El ser humano supera las fronteras del instinto, llevando a cabo un proyecto que trasciende lo impuesto por la naturaleza. Un salto que se logra por la previsión de lo imprevisto, la deliberación presente de situaciones futuras. En esa relación, nuestra primera revolución como homo sapiens sapiens fue en contra de la tiranía de la naturaleza, nuestra naturaleza; renegando del instinto y negando la trágica muerte que acecha entre la espesura de lo ignoto.

Esta capacidad de disponibilidad innata del hombre sirve de guía cuando este se adentra en lo desconocido. Inmersos en lo desconocido, armados con nuestras manos en la selva virgen, nosotros somos presas por un mundo y seres especializados para vivir en ese ambiente. He ahí nuestra manía y afán por alterar la realidad de la naturaleza para hacer más propicia nuestra supervivencia.

Nuestra única defensa contra un mundo especializado es nuestro cerebro especializado, órgano específico de la acción: que es capaz de sobreponerse por medio de la deliberación, valoración, memorización y decisión. Funciona arremetiendo en contra de nuestras carencias e insuficiencias, para buscarles remedio y aprovecharlas a nuestro favor.

Al instante de ser expulsados de la comodidad y protección del vientre materno se hace visible nuestra calidad de inacabado boceto. Nos sabemos incompletos, pero completos en cuanto a especie diferenciada. Labramos nuestro ser y esculpimos nuestro sentido de lo que conlleva ser hombres en medida de una humanidad no predefinida. Co-creadores somos uno con un todo.

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