El susurro de la noche

                                         EL SUSURRO EN LA NOCHE

En lo alto de la colina se erguía una vieja mansión, un lugar que siempre intrigó al pequeño pueblo. Su sombra oscura se destacaba contra el cielo, y cuando la luna brillaba en su plenitud, las sombras alrededor parecían cobrar vida.

La historia que corría de boca en boca hablaba de los Blackwood, una familia rica que desapareció en circunstancias misteriosas hace mucho tiempo. La gente decía que su fortuna estaba escondida en la mansión, protegida por un secreto oscuro.

Una noche de otoño, un joven valiente llamado Daniel decidió explorar la mansión, con la firme intención de descubrir qué se escondía tras los rumores. Con una linterna y el coraje propio de la juventud, subió por el sendero cubierto de hojas secas hasta llegar a la entrada de la mansión. La puerta se abrió con un chirrido, como si la casa misma protestara por su llegada.

Dentro, todo era un silencio profundo, solo roto por el eco de los pasos de Daniel. Las sombras danzaban en las paredes, como si estuvieran bailando al ritmo de una música siniestra. Mientras exploraba las habitaciones polvorientas, se topó con retratos antiguos de los Blackwood; sus rostros pálidos y ojos sin vida parecían seguirlo con la mirada.

Cuando llegó a la última habitación, una sala envuelta en una oscuridad densa, Daniel sintió una presencia, como si algo o alguien lo observara desde las sombras. Un susurro débil llenó el aire, una voz melancólica que murmuraba su nombre. Daniel se estremeció, pero no pudo moverse, como si estuviera atrapado en una red invisible.

De repente, una figura etérea emergió de la oscuridad. Era una mujer vestida con un vestido blanco que parecía flotar a su alrededor. Su cabello oscuro y largo caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos brillaban con una luz sobrenatural. Era Eleanor Blackwood, la última de la familia, que había fallecido en extrañas circunstancias.

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