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Primera Noche


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2012  •  755 Palabras (4 Páginas)  •  357 Visitas

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Robert se escurría. Seguía siendo lo mismo de siempre: apenas se quedaba dormido, empezaba. Siempre tenía que bajar. Esta vez era por una especie de cucaña. Delante de él, sentado en una seta de color marrón, suave como el terciopelo, estaba el diablo de los números, más bajito de lo que lo recordaba, que le miraba con sus ojos brillantes.

-¿De dónde sales tu? -le preguntó a Robert.

Este señaló hacia arriba. La cucaña por la que había bajado llegaba hasta muy alto, y vio que tenía arriba un trazo oblicuo.

El aire a su alrededor zumbaba. Como mosquitos, los números bailaban ante sus narices. Intentó espantarlos con ambas manos, pero eran demasiados, y sintió que cada vez más de esos diminutos doses, treses, cuatros, cincos, seises, sietes, ochos y nueves empezaban a rozarlo. A Robert le resultaban ya lo bastante repugnantes las polillas y las mariposas nocturnas como para que esos bichos se le acercaran demasiado.

-¿Te molestan? -preguntó el anciano. Extendió la palma de su manita y ahuyentó a los números con un soplo. De pronto el aire estaba limpio, sólo los unos, altos como árboles.

Siéntate, Robert -dijo el diablo de los números. Esta vez era sorprendentemente amable.

-¿Dónde? ¿En una seta?

-¿Por qué no?

Porque es una tontería -se quejó Robert-. ¿Dónde estamos? ¿En un libro infantil]?

-Quizá sea la seta de Alicia en el país de las maravillas -dijo el diablo de los números.

falta algo!

-¿Qué?

-El cero.

Era cierto. Entre todos los mosquitos y polillas no había ni un cero.

-¿Y por qué? -preguntó Robert.

Porque el cero es el último número que se les ocurrió a los seres humanos. Tampoco hay que sorprenderse, el cero es el número más refinado de todos. 

¿Cuándo naciste, Robert?

-¿Yo? En 1986 -dijo Robert un poco a regaña-dientes. Y el anciano escribió:

-Eso ya lo he visto yo -exclamó Robert-. Son esos números anticuados que pueden verse a veces en los cementerios.

-Proceden de los antiguos romanos. Los pobres no lo tenían nada fácil. Sus números son difíciles de descifrar

-No entiendo. Tú y tus ceros... Cero es simplemente nada.

-Correcto. Eso es lo genial del cero -dijo el anciano.

-Pero ¿por qué nada es un número? Nada no cuenta nada.

-Quizá sí. No es tan fácil aproximarse al cero. Intentémoslo, de todos modos. 

Entonces tenemos que empezar de otra forma. Quizá lo intentemos restando. Restando es más fácil.

El anciano extendió su bastón y tocó uno de los gigantescos unos. Enseguida empezó a encogerse, hasta que estuvo,

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