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El teatro inglés

anastasia1234567Tesis2 de Febrero de 2013

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El teatro inglés

William Shakespeare fue un gran autor dramático. Por este motivo, el estudio del teatro inglés suele dividirse en tres etapas que recorren la época anterior del autor, la suya y la posterior. Antes de Shakespeare, que llega en torno a 1592, se advierten dos tendencias predominantes en el teatro inglés:

• Representaciones de tipo popular sobre asuntos religiosos o morales, junto a otras de carácter humorístico. Este tipo hunde sus raíces en la Edad Media.

• Obras cultas inspiradas en el teatro latino y la comedia humanística del Renacimiento. Este tipo de representaciones se realizaban en los palacios de los nobles, que incluso patrocinaban las compañías de actores.

En la época de Shakespeare se constituye el teatro isabelino, que funde la tradición popular con la culta y se convierte en espectáculo de masas. Así lo demuestra la construcción de los primeros edificios destinados exclusivamente a la representación, la consolidación de las compañías y el apoyo que el mundo teatral tuvo por parte de la monarquía inglesa.

El espectáculo teatral del momento se caracteriza por los siguientes rasgos:

• Se representaba en los edificios poligonales que recuerdan la forma de los patios de las posadas en que se escenificaban los espectáculos populares anteriores. En el patio de estos edificios se encontraba la escena y, alrededor del patio, dos o tres pisos de galerías. No existía diferenciación social en el tipo de localidades que se repartían entre el patio, las galerías e, incluso, la propia escena.

• Las representaciones comenzaban a primera hora de la tarde y se extendían hasta el anochecer.

• La escenografía era muy escasa, prácticamente sin decorados, de modo que el peso de la representación recaía sobre el texto, que debía hacer imaginar al publico todo lo que no podía mostrarse.

• Las compañías de actores estaban integradas únicamente por hombres (la ley inglesa prohibía a la mujer trabajar como actriz).

• Las obras se adscribían a tres géneros: la tragedia sangrienta, inspirada en Séneca; la comedia de enredo; y el drama histórico de asunto medieval inglés.

En este panorama triunfan, además de Shakespeare, algunos autores como Thomas Kyd y Christopher Marlowe. El primer gran éxito de Thomas Kid fue La tragedia española (1594), que ofrece dos rasgos significativos: resalta el horror, la crueldad, la muerte y la venganza; fija tres tipos de personajes, que Shakespeare convertirá algo después en mitos literarios. Estos son la heroína enérgica (Lady Macbeth), el conspirador maquiavélico (Iago) y el hombre vengador (Hamlet). Mientras que a Christopher Marlowe se deben dos innovaciones esenciales: el uso del «verso blanco» para la composición del texto dramático y la creación de un modelo de héroe capaz de vencer sus propias limitaciones de clase o condición social para alcanzar sus objetivos.

Tras la época del Shakespeare, la escena inglesa continuó su desarrollo y éxito popular durante algún tiempo. Sin embargo, las circunstancias que el país vivía (guerra civil, enfrentamiento religioso) motivaron sucesivos cierres de teatros, hasta que la representación se prohibió en 1660.

William Shakespeare y sus obras

William Shakespeare, el autor más citado y conocido de toda la literatura, nació en 1564 en Strattford-on-Avon y murió el 23 de abril de 1616. Sus obras de teatro se representan en todo el mundo y son universalmente famosas. Fue actor y perteneció a varios grupos diferentes. Más adelante encaminó sus pasos hacia la dramaturgia y fundó su propia compañía que se instaló en el Teatro El Globo (1599).

El más grande e influyente de los dramaturgos ingleses logró transformar con su genio todos los géneros materiales que tocó. Escribió treinta y siete obras teatrales , en las que se mezclan el verso y la prosa. En estas piezas, igual que en la vida, aparecen juntos lo sublime y lo realista, lo trágico y lo cómico, lo importante y lo intrascendente. Aunque los temas de muchas de sus obras no son originales, puesto que están tomados en su mayoría de crónicas medievales, de relatos italianos o de otros dramas anteriores, él los renovó brillantemente y consiguió darles un sentido nuevo.

Han sido muchos los intentos de clasificar la producción de Shakespeare y ninguno de ellos resulta satisfactorio por la dificultad de reducir a un esquema la complejidad que entraña su obra dramática. Teniendo en cuenta este obstáculo se puede clasificar sus piezas siguiendo un criterio genérico: comedias, dramas históricos, tragedias y obras finales.

Las comedias

Las comedias corresponden, en su mayoría, a la etapa inicial del dramaturgo, por lo que algunos de sus resultados son todavía “imperfectos” y carecen de la madurez que se aprecia después en el resto de su producción. Las comedias de Shakespeare destacan por el virtuosismo técnico del enredo y por su indagación en los sentimientos. En muchas de ellas domina un ambiente italianizante y cortesano. La fierecilla domada, Como gustéis, Las alegres comadres de Windsor, Mucho ruido y pocas nueces y Trabajo de amor perdido son algunas de sus comedias más conocidas. La obra maestra de este género es El sueño de una noche de verano, donde ya emplea de manera brillante la fórmula del “teatro dentro del teatro” que reaparece en Hamlet con tintes trágicos. En este primer período aún no predomina un personaje grandioso y, en consecuencia, se presta mayor atención a la trama, por lo que son obras más corales.

Las dramas históricos

El tema fundamental de los dramas históricos shakespeareanos es la despiadada lucha por el poder. Los personajes históricos aparecen humanizados, lejos del habitual tono legendario y mítico. Los primeros fueron escritos poco antes de la muerte de la reina Isabel, por lo tanto en ellos se percibe un mayor pesimismo. Por su ambientación, se distinguen dos tipos: la historia inglesa, que comprende las obras Ricardo III, y Enrique IV, diez piezas en las que se repasan casi tres siglos de la historia de Inglaterra, especialmente conflictivos por sus continuas guerras civiles ; y la historia antigua, que incluye las obras Julio César, Antonio y Cleopatra, Tito Andrónico, que están ambientadas en tiempos de Grecia y Roma.

Las Tragedias

Casi todas las tragedias son obras de madurez, y representan la cumbre del teatro de Shakespeare. A través de sus protagonistas, símbolos de las distintas pasiones del hombre, el dramaturgo traza un profundo retrato de la complejidad del alma humana y de las grandes dificultades de la vida. Las piezas trágicas principales son: Romeo y Julieta, Hamlet, Otelo, Macbeth, El rey Lear.

Las obras finales

Las obras finales de Shakespeare suelen ser simbólicas y con elementos de fantasía. Son obras de madurez, propias de un hombre alejado de pretensiones cortesanas que hace gala de una expresión lírica y serena: La tempestad, Cuento de invierno, Cimbelino.

En sus comedias compone la trama por suma, lo que da como resultado una acción de desarrollo complicado que suele centrarse en alguna intriga amorosa. Las tragedias tienen como núcleo temático las grandes pasiones del ser humano: el amor prohibido, la venganza, la traición, los celos, la ambición son algunos de los asuntos universales tratados. En cuanto a los dramas históricos, busca lo humano por detrás del personaje de la historia inglesa o romana.

La mayor aportación de Shakespeare está, sin duda, en la configuración de los caracteres. Lo más sobresaliente es la humanidad de estos, su complejidad. El autor crea un personaje y hace que la trama se adapte a él. Por ello, su teatro no es de tipos, sino de hombres contradictorios que parecen de carne y hueso y que no pueden ser reducidos a una mera función. Muchos de ellos han quedado como la encarnación de emociones universales, plasmadas en sus principales tragedias: Otelo, los celos; Macbeth, la ambición criminal y el remordimiento; Hamlet, la duda y el ensalzamiento de la fidelidad a uno mismo como valor supremo; Romeo y Julieta, el amor prohibido; El rey Lear, la bondad, el amor paterno y la ingratitud filial. Con esta obra introduce Shakespeare la tragedia de carácter, con la que el autor crea la tragedia moderna. El hondo conocimiento del corazón humano le ha permitido conectar con la sensibilidad del público de todos los tiempos y lugares.

Hamlet, príncipe de Dinamarca

La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca, compuesta hacia 1601, se basa en una leyenda nórdica transmitida por viejas crónicas y sagas. Asimismo, existen referencias de un Hamlet no conservado, atribuido a Thomas Kyd. La obra se inscribe en un género típico del teatro isabelino: la tragedia de la venganza. Se tratará, en efecto, de la exigencia que se le presenta al protagonista de vengar la muerte de su padre. De las convenciones del género tomó Shakespeare los elementos esenciales, pero, una vez más, los reelaboró con su genio portentoso y habilidad dramática. Ante todo, la originalidad no estará en la acción, sino en los personajes. El drama se interioriza: lo que más nos interesa es lo que pasa por dentro de Hamlet. Son sus dudas, sus vacilaciones y su angustia lo que está en el centro de la tragedia. Las principales acciones de la obra giran en torno a la mentira, la ambición desmedida, la deslealtad, la defensa de la honra familiar y la perversidad de la que es capaz el ser humano con tal de conseguir lo que desea.

En cuanto a la estructura externa de la obra, los cinco actos que la forman aparecen subdivididos en escenas de desigual duración. Las escenas separan acciones diferentes que requieren un cambio de personajes

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