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En que consite la La violencia y lo sagrado


Enviado por   •  2 de Septiembre de 2015  •  Informes  •  1.719 Palabras (7 Páginas)  •  138 Visitas

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LA VIOLENCIA Y LO SAGRADO

René Girard nació en Aviñón (Francia) el 25 de diciembre de 1923, hijo del archivero del museo de la ciudad, su primera formación la recibe en colegios donde no se imparte educación religiosa alguna, alejándolo de todo contacto con la iglesia entre los 10 y 35 años de edad. Ha sido el antropólogo, se caracteriza por ser el estudioso de las religiones y de la mitología, más original y controvertido de los últimos años de siglo 20. Antiguo alumno de la ‘Ecole des Chartes’ (la base de la escuela de los Anales), Girard se define como un antropólogo de la violencia y de las religiones. En 1947, parece ser que tras algún enfrentamiento con Claude Lévi-Strauss que hizo imposible su carrera universitaria en Francia, marchó con una beca a Estados Unidos, donde se convirtió al cristianismo y también realizo toda su obra, considerándosele una especie de cónsul de la ‘french theory’, es decir, de la retórica filosófica francesa de base fenomenológica y estructuralista, en oposición a la filosofía analítica y al pragmatismo anglosajón. De hecho, el Coloquio internacional que organizó en octubre de 1966 sobre ‘Los lenguajes de la crítica y las ciencias del hombre’, en el que participaron Barthes, Derrida y Lacan, marcó el inicio de la moda estructuralista en América.  

Girard tiene dentro de sus obras más reconocidas: “La Violencia y lo Sagrado”, donde trata el fenómeno de la violencia desde su raíz antropológica:

 

“El sacrificio como hecho preventivo ha permanecido en la sociedad dentro del proceso ritual, lo cual se constituye en un hecho cultural que a lo largo de la historia de la humanidad ha servido para aplacar las disputas entre individuos, en lo que tiene que ver con la violencia los hechos sacrificiales no han acabado por completo, ya que las guerras, y los enfrentamientos individuales y grupales siguen vigentes”.

El punto de vista de Hubert y Mauss recuerda la opinión de Lévi-Strauss en La Pensée sauvage. El sacrificio no responde a nada real. No hay que vacilar en calificarlo de «falso».

Por su parte Girard afirma que en lugar de negar la teología en bloque y de manera abstracta, lo que equivale a aceptarla dócilmente, hay que criticarla; hay que recuperar las relaciones conflictivas que el sacrificio y su teología disimulan y satisfacen. Hay que romper con la tradición formalista inaugurada por Hubert y Mauss, puesto que no hay objeto o empresa en cuyo nombre no se pueda ofrecer un sacrificio, sobre todo a partir del momento, en que el carácter social de la institución comienza a difuminarse. Existe, sin embargo, la violencia intestina que hace referencia a los conflictos, las rivalidades, los celos, las peleas entre los individuos que se conocen, lo cual en algún momento puede desencadenarse en un ciclo interminable del que solo es posible sustraerse volviéndole la cara, y posiblemente terminar en un derramamiento de sangre, donde la única venganza satisfactoria consiste en derramar a su vez la sangre del criminal. Así, pues, la venganza se constituye en un proceso infinito e interminable “escalada”, la cual tiende a extenderse y a invadir el conjunto del cuerpo social, poniendo en juego la propia existencia de la sociedad.

“LOS PRIMITIVOS ALIMENTABAN LA VENGANZA DE MANERA QUE TENIAN QUE VENGAR A SUS VICTIMAS CON SUS PROPIAS MANOS”.

En el plano de las instituciones. El sistema judicial aleja la amenaza de la venganza. No la suprime: la limita efectivamente a una represalia única, cuyo ejercicio queda confiado a una autoridad soberana y especializada en esta materia. Las decisiones de la autoridad judicial siempre se afirman como la última palabra de la venganza, es conclusión desaparece el peligro de la escalada.

Según R. Girard, la violencia y lo sagrado son inseparables. Lo religioso tiende siempre a apaciguar la violencia, a impedir su desencadenamiento. Los comportamientos religiosos y morales apuntan a la no-violencia de manera inmediata en la vida cotidiana, y de manera mediata, frecuentemente, en la vida ritual, por el intermediario paradójico de la violencia. El sacrificio abarca el conjunto de la vida moral y religiosa, por tanto la violencia constituye el auténtico corazón y el alma secreta de lo sagrado. Afirma Girard.

Todos los procedimientos que permiten a los hombres moderar su violencia son análogos en tanto que ninguno de ellos es ajeno a la violencia. Eso lleva a pensar que están todos enraizados en lo religioso. Como hemos visto, lo religioso en sentido estricto coincide con los diferentes modos de la prevención.

La sangre es una expresión común de la violencia y en este sentido su vinculación con la menstruación ha sido culturalmente inevitable, la cual ha sido un TABU recurrente en distintas sociedades porque supone una sangre derramada, la cual debe aislarse sin correr el riesgo de ser contagiado, debido a que esta se encuentra contaminada porque no se ha conducido a través de un ritual, y al estar vinculada la sangre con la violencia, el sexo queda también vinculado a la violencia.

De acuerdo con Rene Girard, La estrecha relación entre sexualidad y violencia, herencia común de todas las religiones, se apoya en un conjunto de convergencias bastante impresionante. Con mucha frecuencia la sexualidad tiene que ver con la violencia, tanto en sus manifestaciones inmediatas rapto, violación, desfloración, sadismo, etc, como en sus consecuencias más lejanas. Ocasiona diferentes enfermedades, reales o imaginarias; lleva a los sangrientos dolores del parto, siempre susceptibles de provocar la muerte de la madre, del hijo o incluso de ambos a un tiempo. Hasta en el interior de un marco ritual, cuando se respetan todas las prescripciones matrimoniales y las demás interdicciones, la sexualidad va acompañada de violencia; tan pronto como escapa a este marco, en los amores ilegítimos, el adulterio, el incesto, etc., esta violencia y la impureza que resulta de ella se hacen extremas. La sexualidad provoca innumerables querellas, celos, rencores y batallas; es una permanente ocasión de desorden, hasta en las comunidades más armoniosas. Podemos decir que la sexualidad tiene una estrecha relación con la cultura en el ámbito de lo territorial.

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