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INSTRUCCIONES PARA LLORAR: UN ANÁLISIS RECEPTIVO (Ana Luisa Olate Ruiz)

theeorange_29 de Mayo de 2013

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Cortázar expone en el relato los pasos y formas de lograr el llanto desde su perspectiva, plantea una idea más bien objetiva y certera de la manifestación de la tristeza, obviando la necesidad imperante de expresar la fluidez particular de sentimientos puros y espontáneos. Manifiesta la expresión de las lágrimas como el clímax referencial del acabo de una emoción, en una duración pertinente y casi fugaz. De inicio a fin, el autor intenta plantear una forma consecutiva y lineal del llanto. Entendiendo que su intención primera es formular la instrucción de la expresión de un sentimiento, referencia por supuesto pedante para catalogar una sensación tan ambigua, quiénes serán los receptores particulares de una obra de esta envergadura, cuál será el nexo esencial del lector con las ideas fundamentales que conforman el escrito.

El autor comienza la obra con la extrapolación de los motivos que pueda tener un alguien para llorar, con esto deja absolutamente de lado la realidad de que sea una consecutiva respuesta a algo. “…atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza.” (Cortázar, Instrucciones para Llorar) Al situar la acción dentro de una sola categorización, manifiesta que pueden existir diferentes y diversos estilos de llanto, pero él se ceñirá a solo uno, el menos escandaloso. Ese llanto sutil y sin algarabías alcanza a asemejarlo con otra manifestación de sentimiento, la risa. Claramente en su expresión física, a excepción de las lágrimas, pudieran ser hechos equidistantes.

El mismo Cortázar manifiesta que desde siempre estuvo muy ligado a lo que el exterior le otorga, pero que no está de acuerdo en ceñirse a los parámetros con que todo es expresado. Ante esta forma de rebeldía y ausentismo de lo cotidiano, el autor alcanza una marginalidad idílica y auténtica, en la que logra la conjugación magnífica de palabras en un conjunto de pensamientos dignos de ser mostrados. A pesar de su jactanciosa forma de escribir, de enarbolar una idea absoluta y concreta de un pensamiento fatuo, otorga con cada vocablo una sencillez inusual.

Quien fuera receptor de la obra, quien escribe. El lector que siendo real manifiesta una idea segura y crítica respecto de la elaboración del texto, más bien una versión presuntuosa del saber absoluto en la manifestación de los hechos tanto objetivos como subjetivos del ser y su extrapolación física. La seguridad absoluta de que el autor desconozca completamente quien leerá realmente su obra, hace mucho más interesante su producción y aún mejor su recepción, la disposición, la atención, el grado de análisis, el nivel cultural y una edad que indudablemente influye en una acogida del texto. Aquel, presente, que lee arduamente una obra que no pensó encontrarse, que trata de entenderla y procesarla bajo los cánones culturales que posee, que con una insipiente curiosidad se sumerge en un mundo metódico de la literatura y sus teorías. Un lector que existe en pleno presente y que de algún modo intenta enmarcar lo descubierto.

Indudablemente Cortázar pensó en un lector determinado, en un lector al que él sin duda pensaba enseñar la forma reducida en tiempo en que alguien pudiera expresar el llanto, pensando en alguien que pudiera entender su ironía y pedantería curiosa de la sapiencia irreverente. De algún modo un lector que manifestara silenciosamente sus deseos de expresar por medio del llanto un sentimiento reprimido y que en no más de tres minutos pudiera expulsar, como quien bota un excremento. Ese lector virtual es quien ha sido bendecido con la sabiduría insipiente de un autor magnífico.

Hay algo más, un tipo de lector ideal, quien comparte la misma fatua sapiencia del autor, aquel ser omnipotente

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